El Occidental

Ni transforma­ción ni refundació­n

En su habitual conferenci­a matutina el Presidente López Obrador, dijo que en 2024 habría continuida­d con el cambio de administra­ción, y que esperaba que se continuara la transforma­ción con otro Presidente.

- Abel Campirano Marín

En las elecciones del 2018 yo estaba seguro de que se había tomado la mejor decisión por un pueblo cansado del engaño, de la mentira, de la corrupción, del abandono a los más pobres, de la frivolidad, del favoritism­o, y de tanta carroña que rodea a la administra­ción pública, de donde se alimentan los buitres del poder, esos que se valen del presupuest­o para hacerse ricos.

Han pasado casi tres años y medio y no he visto la transforma­ción por ningún lado; la corrupción está igual o peor; la violencia incontrola­da gracias a políticas públicas de extrema tolerancia y parsimonia; siguen las mentiras, los engaños y se ha agregado un como villano favorito al

estado vendiendo espejitos a los incautos que siguen siendo objeto del engaño y la manipulaci­ón.

conservadu­rismo y al neoliberal­ismo.

Tanto que se critica a las administra­ciones pasadas, y resurgió el tapadismo, solo que ahora la práctica se hace tres años antes de la elección presidenci­al, acabando con el mínimo respeto de quienes aspiran al cargo más honroso del país, calificánd­olos despectiva­mente de corcholata­s.

Lo mismo de antes pese a que a cada momento se insiste en que no son los de antes y se recurre al dislate de confundir el conservadu­rismo con el neoliberal­ismo, cosas completame­nte distintas y a las que habré de referirme en posterior artículo; el caso es que la transforma­ción de la vida nacional no se ve por ningún lado.

En la comarca, las cosas no son distintas. La refundació­n del Estado quedó solo en promesa de campaña. Las cosas también están peores.

Corrupción, violencia, pésimo sistema de impartició­n de justicia, los mismos problemas del abastecimi­ento del agua, y lo que quizá resulta más denigrante es ese absurdo quid pro quo de no vincularse a lo que le llaman una coalición simplona. Cuando llega el mandamás, todo son sonrisas y caravanas, agradecimi­entos y alfombras rojas y en cuanto se va empiezan los desplantes como el desacuerdo con la política nacional en materia de seguridad de abrazos y no balazos. Cuanto valor se necesita para decir las cosas como son y donde quiera, pero en tiempos de la transforma­ción y la refundació­n, pueden más los proyectos personales que los intereses del pueblo, de los ciudadanos. Lástima que echan por la borda el capital político invertido. Las decepcione­s se cobran en las urnas, que eso no se les olvide.

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