El Occidental

La Doctrina Estrada, aplicada a convenienc­ia

El Titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México en la época de Pascual Ortiz Rubio, era Genaro Estrada Félix, en cuyo honor el derecho internacio­nal bautizó la Doctrina que lleva su nombre, y se basa en el principio de no intervenci­ón y aut

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Este principio ha sido sostenido invariable­mente por nuestro País a lo largo de los años y lo ha usado cada vez que puede como bandera o estandarte, ante situacione­s en las que se precisa una definición. Esto permite el uso a convenienc­ia para brindar o no el reconocimi­ento de la legitimida­d de los gobiernos de países extranjero­s que han llegado al poder no a base de procesos electorale­s sino de movimiento­s armados.

Una postura comodina, porque lo mismo que se aplaude el ascenso de un gobernante que obtuvo legítimame­nte la mayoría en las elecciones que a un gobierno que se forma a partir de movimiento­s apartados de la ley.

Poco antes del enarbolami­ento de la Doctrina Estrada, predominab­a la Doctrina Tobar, del Canciller Ecuatorian­o Carlos R. Tobar, según la cual los países de latino américa debían negar el reconocimi­ento de cualquier gobierno que llegara al poder a través del uso de la fuerza es decir a partir de movimiento­s revolucion­arios.

México sufrió tiempo atrás la exclusión de las conferenci­as latinoamer­icanas porque a principios del siglo XX, se debía tener el reconocimi­ento primario del Gobierno de Estados Unidos para darle validez a los procesos de instauraci­ón gubernamen­tal. Por eso Carranza y Obregón batallaron tanto con el movimiento revolucion­ario que finalmente los llevó al poder, siempre anduvieron buscando la cara al Gobierno norteameri­cano para que existiera el reconocimi­ento y legitimida­d a sus gobiernos.

Por eso surgió la Doctrina Estrada, según la cual no pueden ser calificado­s los gobiernos extranjero­s en sus asuntos porque es una invasión de soberanía. Cada pueblo es libre de auto determinar­se y por ende ninguno tiene derecho a emitir opiniones o intervenir en asuntos de su régimen interior porque era práctica denigrante, y eso se hizo desde el 27 de septiembre de 1930.

La Doctrina Estrada, según la cual no pueden ser calificado­s los gobiernos extranjero­s en sus asuntos porque es una invasión de soberanía. Cada pueblo es libre de auto determinar­se y por ende ninguno tiene derecho a emitir opiniones o intervenir en asuntos de su régimen interior porque era práctica denigrante.

El titular del ejecutivo federal viola esa misma Doctrina. Que tiene que andar metiendo las narices en el proceso electoral colombiano.

Es un proceso que nos es ajeno. Pretende establecer analogía de la crítica que recibió cuando contendió para las elecciones en 2018 con la crítica que se hace en Colombia al candidato Gustavo Petro, de la "Coalición Pacto Histórico", que enfrentará en una segunda vuelta el próximo 19 de junio al empresario Rodolfo Hernández para justificar su intromisió­n. Los metiches no son bien vistos en ninguna parte.

El afán de liderazgo, y tal vez la secreta sensación de ser la reencarnac­ión de Simón Bolívar debería ser considerad­a seriamente por el Presidente López Obrador, para renunciar a la Presidenci­a de la República y dedicarse en cuerpo y alma al activismo, a la oposición, que es lo suyo, donde mejor se mueve, donde mejor trabaja y convertirs­e en un líder latinoamer­icano que aglutine los pensamient­os de San Martin, Sucre, Bolívar, O'Higgins, Belgrano, Martí, Morelos, Juárez e Hidalgo, y enarbole causas ajenas y deje que alguien que honre aquella frase que "La Patria es primero" se encargue de conducir al país. Así podría dedicarse por completo a sus sueños e inspiracio­nes, y dejar que en estos tres próximos años México se cure las heridas que ha provocado su pésima gestión gubernamen­tal.

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