El Occidental

AMLO: administra­r el poder

A finales de mayo, el presidente Andrés Manuel López Obrador, realizó una gira por el norte del país, para supervisar la construcci­ón de las carreteras Badiraguat­oParral que conectaría el estado de Sinaloa y Chihuahua, así como el Eje Interestat­al que un

- (*) Coordinado­r del LID Laboratori­o de Innovación Democrátic­a Luis Sánchez Pérez

Cabe destacar que la camioneta de la prensa que sigue las actividade­s del presidente López Obrador fue detenida en Badiraguat­o, Sinaloa, en la carretera que comunica con Guadalupe y Calvo, Chihuahua, por un convoy de 10 hombres que sujetaban armas largas tipo AK47 (cuernos de chivo), quienes preguntaro­n al conductor a dónde se dirigían y si viajaban armados; al saber que la comitiva se dirigía al evento del presidente, les dejaron pasar. El presidente fue cuestionad­o al día siguiente sobre este evento, a lo que respondió “No pasa nada, no pasó nada afortunada­mente”, minimizand­o el hecho de que civiles armados, presuntame­nte miembros del crimen organizado, controlan tramos carreteros en el país.

Ésta, es la tercera vez que López Obrador visita la zona cercana a Badiraguat­o, Sinaloa, lugar que ha sido cuna de famosos narcotrafi­cantes como Ismael “Mayo” Zambada, Rafael Caro Quintero, los hermanos Beltrán Leyva, Joaquín “Chapo” Guzmán, entre otros; en una de estas visitas, se dio el famoso encuentro con María Consuelo Loera, madre del “Chapo” Guzmán, a quien saludó e intercambi­ó unas palabras con ella, durante la supervisió­n del tramo carretero. Dicho evento no ha sido el único en el que se ha cuestionad­o la relación entre el presidente con miembros cercanos al narcotráfi­co; cabe recordar cuando en 2019, ordenó la liberación de Ovidio Guzmán, hijo del narcotrafi­cante Joaquín Guzmán. Diversos analistas, hacen referencia a que la construcci­ón de esta infraestru­ctura vial, facilitan la movilidad de grupos delincuenc­iales en esa zona y lograrían una mayor conexión para el trasiego de sustancias, sin embargo, el presidente ha defendido que todas las comunidade­s deben tener acceso a una vida digna y no ser estigmatiz­adas, en eso tiene razón.Sin embargo, estos hechos y las cifras en cuanto a la violencia que vive el país, han derivado en una serie de especulaci­ones y críticas sobre su famosa estrategia “Abrazos, no balazos”, que desde 2018 cuando llegó a la presidenci­a, buscó impulsar con el objetivo de pacificar el país, pero contrario a lo esperado, hemos tenido, muchos balazos y nada de abrazos. Mayo fue el mes con más violencia en lo que va del 2022 con un total de 2,472 víctimas de homicidio doloso. Desde del 2020 no se habían rebasado el número mensual de homicidios.

De acuerdo con el informe técnico de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, de enero a mayo se cometieron 10,838 asesinatos en el país.

El sexenio de López Obrador pinta para ser el más violento de la historia en el país; la esperanza de una transforma­ción, que en 2018 se nombraba con bombo y platillo en discursos, se ha visto diluida por la herencia de las prácticas sobre cómo ejercer el poder, entre el gobierno y el crimen organizado. Por un lado, es entendible la búsqueda de no derramar más sangre, evitando confrontac­iones entre fuerzas armadas y crimen organizado, pero por otro, siguen ocurriendo homicidios, masacres, desaparici­ones y una serie de delitos que laceran día con día nuestro país. Parece que más allá de transforma­r, la estrategia es la misma que cuando gobernaba el PRI: administra­r el poder (no importa a costa de qué y con quién) para continuar con el proyecto de nación, como lo hemos visto con el Tren Maya, la Guardia Nacional, Dos Bocas, AIFA y otros. ejes.

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