Arranque de año sombrío para la economía
En términos económicos, el arranque de año ha estado marcado por la reafirmación de las perspectivas sombrías que tomaron forma desde mediados del año pasado, aunque con algunas señales de esperanza: las cosas podrían no acabar tan mal como vaticinaban an
La primera actualización de Perspectivas de la Economía Mundial del Fondo Monetario Internacional (FMI), recién publicada, proyecta que el crecimiento mundial registre un descenso del estimado de 3.4 por ciento en 2022 a 2.9 por ciento este año, para luego repuntar a 3.1 por ciento en 2024. El pronóstico para 2023 es 0.2 puntos porcentuales más alto que el de la edición de octubre pasado, pero inferior a la media histórica de 2000 a 2019 de 3.8 por ciento.
En 2022, 2023 y 2024, Estados Unidos crecería, según los pronósticos, 2.7, 1.4 y uno por ciento, respectivamente. La eurozona, 3.5, 0.7 y 1.6 por ciento; China, tres, 5.2 y 4.5 por ciento. El pronóstico para México es 3.1, 1.7 y 1.6 por ciento. El de este año luce demasiado optimista.
La primera Encuesta sobre las Expectativas de los Especialistas en Economía del Sector Privado del Banco de México de 2023, que acaba de publicarse, no presenta un mejor panorama al que perfilaba la última de 2022. Los pronósticos del PIB real del país para este año se revisaron al alza, pero solo ocho centésimas de punto, pasando a un promedio de uno por ciento. En tanto, el de 2024 disminuyó de 1.74 a 1.68 por ciento.
Con estas proyecciones, el crecimiento en el sexenio no llegaría a una media de 0.4 por ciento anual, o, en el mejor de los casos, 0.5 por ciento, según las estimaciones del FMI. Sería el sexenio con el peor desempeño en al menos siete sexenios. Peor aún, el PIB per cápita muestra hoy un rezago de casi cinco por ciento respecto a 2018 y más de 3.5 por ciento contra 2019. Si lográramos crecer al dos por ciento anual a partir de 2024, la recuperación se completaría hasta 2027. Prácticamente una década perdida en ese factor.
En cuanto a la inflación general, las previsiones aumentaron y se espera que este año termine en 5.19 por ciento, mejor, pero solo 2.63 puntos porcentuales menos de 7.82 por ciento del año pasado, la mayor marca en dos décadas. Es decir, los precios seguirán subiendo a un ritmo más rápido del que los consumidores y las empresas conocieron por muchos años, en tanto las expectativas para 2024 se mantienen cerca de cuatro por ciento, para llegar a la meta del banco central de tres por ciento hasta 2025. Para el componente subyacente, que omite bienes y servicios volátiles, como algunos energéticos y alimentos, se proyecta un cierre de año de 5.28 por ciento, 10 décimas arriba del índice general, una situación anómala que, según las proyecciones, no se corregirá sino hasta fines de 2024, y solo por tres centésimas, al cerrar en 3.98 por ciento. Eso significa que la inflación sigue con los pies pesados.
Finalmente, las expectativas del tipo de cambio para los cierres de 2023 y 2024 se revisaron a la baja con respecto a la encuesta precedente: quedan en 20.11 y 20.62 pesos por dólar, respectivamente.
Lamentablemente, la idea del peso “fortachón” no tiene que ver con fortaleza económica y ni siquiera, al menos como factor directo primario, con unas finanzas públicas relativamente en equilibrio. Es la oferta y la demanda movida por factores externos: crecimiento en Estados Unidos y, por tanto, de las remesas de paisanos y de nuestras exportaciones, así como a una tasa de interés de referencia lo suficientemente alta como para retener o atraer inversión de cartera.
El comparativo del costo del dinero con Estados Unidos explica buena parte de la abundancia de dólares, en un entorno de tasas reales negativas en países desarrollados: aquí, al cierre de 2022, con inflación de 7.82 por ciento, la tasa estaba en 10.5 por ciento; allá, esos datos eran 6.5 y 4.25 por ciento, respectivamente. Son seis puntos de diferencia que hacen atractivo a nuestro mercado de renta fija, a costa de encarecer el crédito interno y limitar con ello el crecimiento. Y eso tiene más que ver con debilidades que con fortalezas.
¿Es bueno tener un “súper peso”? Por un lado abarata las importaciones y el costo del servicio de la deuda en moneda externa. Por otro, encarece nuestras exportaciones. En todo caso, no es sinónimo de una economía sólida o que vaya bien.