El grito de las que ya no están
Quiero aprovechar para hablar de una de las mujeres más importantes en mi vida, mi hermana Perla. Ella a los 21 años fue madre, mientras estudiaba ingeniería en CUCEI y trabajaba para aportar en su hogar. Se vio obligada a suspender sus estudios cerca de
Somos el grito de las que ya no están” se podía leer en muchas pancartas que se alzaron el pasado 8 de marzo en Guadalajara, donde más de 70 mil mujeres marcharon desde el centro a la glorieta de las y los desaparecidos. ¿Qué hay detrás de ese grito? ¿Qué es lo que ha impulsado que año con año crezca más la convocatoria para que las mujeres ejerzan su derecho a manifestarse? ¿Por qué crece la rabia?. Es evidente que el dolor y la indignación mueve a las personas. En un país donde la violencia de género es sistemática, mata y lacera la vida de todas las mujeres de manera indistinta, debe visibilizarse que otra vida es posible y que todas y todos, mujeres, hombres, instituciones, organizaciones, debemos encaminar nuestros esfuerzos por erradicar la violencia. El que cada vez más mujeres asuman puestos de poder es un cambio enorme que deja ver que otro mundo sí es posible, por ello celebro que por primera vez en la historia de México, una mujer ocupe la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Cada año más mujeres toman las calles por algo que va más allá de la indignación, hay una sed de ser escuchadas, de que se abran las puertas que históricamente habían encontrado cerradas. Ya lo expresaba Norma Piña, presidenta de la SCJN, “es posible e impostergable detener la discriminación y las violencias por razón de género, hoy al Poder
Judicial le toca guardar silencio para escuchar a quienes gritan en las calles”.
Algo que sin duda ha cambiado mi vida y que agradezco en esta faceta como profesor es tener la oportunidad de escuchar el sentir de mis alumnas, una de ellas respecto al discurso de Norma Piña dijo: se agradece sus buenas intenciones pero los discursos no son suficientes cuando la realidad en la calle no cambia, ni en el transporte, ni en la escuela y la violencia persiste sin justicia y sin razón. El jueves pasado en el marco de un día sin mujeres, reflexionamos en torno a ello, y el que solo haya asistido el 20% a mi clase es simbólico, es una postura, es tomar acción para que las cosas cambien. Recordar la marcha, hablar de ella es ver la huella de su dolor, tanto colectivo como individual, pues cada mujer puede guardar una historia de abuso, miles de casos que esperan justicia, y mientras tanto el dolor y la rabia salen a la luz en las consignas, en los muros pintados, en los vidrios rotos de la ciudad. Habrá personas que no lo entiendan, que no experimentan empatía porque no han percibido el mundo desde la vulnerabilidad, desde la desigualdad, desde el sufrimiento. Habrá muchos vidrios rotos, pero el alma fragmentada de las que se quedaron.
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