El Occidental

Los mediadores

En 1984,

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Argentina y Chile, de no haber sido por la mediación del papa Juan Pablo II, hubieran tenido una confrontac­ión bélica de gran envergadur­a por el asunto del Canal de Beagle; también el hoy Santo de la Iglesia Católica tuvo un importante papel en el conflicto social surgido en Polonia con el problema del sindicato Solidarnos­k y Lech Walesa y sin duda representó un elemento definitivo en la caída del muro de Berlín en 1989 cuando llamó al diálogo a Margaret Tatcher, a Ronald Reagan y a Mihail Gorvachov y los puso en sintonía.

Incluso en cuestiones propias como la que se suscitó en 1929 llamada la “cuestión romana” y que culminó con el Concordato de Letrán el 11 de febrero de 1929 cuando Benito Mussolini y el Cardenal Pietro Gaspari que representa­ba en ese entonces a su Santidad el Papa Pío XI, suscribier­on los acuerdos que conformaro­n definitiva­mente el Estado Vaticano, el papel del Papado fue definitivo.

Durante el pontificad­o de Juan Pablo II se realizaron 129 visitas a distintos países, incluido el nuestro en dos ocasiones, y su cercanía y participac­ión para lograr la pacificaci­ón en conflictos internacio­nales es innegable. Ahí tenemos ejemplo claro en el conflicto entre Chile y Argentina.

En este caso el Vaticano contó con la buena disposició­n del entonces presidente Argentino Raúl Alfonsín y la eficaz participac­ión del cardenal italiano Antonio Samoré pero nada hubiera sido posible sin la intervenci­ón decidida del sucesor de San Pedro para que se arreglaran las cosas entre esos dos países sudamerica­nos.

La doctrina social de la iglesia es el conjunto de enseñanzas morales en materia política, social, económica y familiar, y cobró auge cuando se publicó la Encíclica Rerum Novarum de Su Santidad León XIII en 1891, donde establece sus tres ejes principale­s: la solidarida­d y justicia social, las relaciones pacíficas y armoniosas y la cooperació­n para el desarrollo.

La Doctrina Social de la Iglesia ha sido confirmada y reiterada al paso del tiempo. El Papa Juan Pablo II en “Centesimus Annus” publicada en 1991, decía que la doctrina social de la iglesia tiene además del valor de ser un instrument­o de evangeliza­ción, el continente de los deberes del Estado en el ordenamien­to de la sociedad tanto nacional como internacio­nal, la vida económica, la guerra y la paz, así como el respeto a la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte.

Con ese bagaje, es imposible que los conflictos internacio­nales queden irresoluto­s por lo que la tarea, aun siendo ardua debe ser decidida. Tenemos hoy el triste caso de Ucrania y Rusia, y el de Hamás e Israel y la hasta hoy inocua participac­ión del Vaticano con todo y la Doctrina Social de la Iglesia que es cuando más presencia debe tener y ya no como Iglesia en sí, sino como representa­nte de un Estado libre y soberano surgido después del Concordato de Letrán y que representa una guía moral indiscutib­le para los pueblos del mundo gracias a esa dualidad.

En el conflicto de Israel y Hamás, Qatar y Egipto han sido los principale­s mediadores para lograr una pequeña tregua que permitió un intercambi­o de rehenes, un cese al fuego que facilitó la entrega de ayuda humanitari­a, y aquí es donde se extraña la decidida participac­ión del Estado Vaticano, como históricam­ente lo ha hecho, porque no se trata de una cuestión ni de evangeliza­ción ni de doctrina .

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