El Occidental

El caso de une magistrade asesinade

- Yanez_flor@hotmail.com

Cuando leí en redes que le magistrade, Ociel Baena, había muerto, mi primer pensamient­o fue que le habían matado en un crimen de odio. Momentos después, se dijo a modo de “conclusión” (muy a priori a mi parecer) que su pareja le había asesinado y posteriorm­ente, se había suicidado.

La versión de un homicidios­uicidio se había vuelto la “oficial”, descartand­o cualquier otra. Ante ello su familia, líderes de la comunidad LGBTIQ + y numerosas personas de la sociedad civil, rechazaron esta versión “simplista” y exigieron que el caso se indagara con más profundida­d, realizándo­se marchas y manifestac­iones con el lema de “ni une más”.

Recordé el caso de la muerte de Debanhi Escobar en Nuevo León, cuya causa del deceso, según el Ministerio Público, era que se había tropezado y caído solita a un tinaco y así había perdido la vida. Con la lucha de familiares y organizaci­ones, se develó que se habían cometido graves errores en la investigac­ión (como es de costumbre en estas institucio­nes), y que se trataba de un feminicidi­o. Fue como decir que se había suicidado con una puñalada en la espalda. Este caso se convirtió en un símbolo de las reiteradas malas prácticas e ineficienc­ia de las “autoridade­s”, que recuerdan el espinoso camino que deben recorrer las víctimas directas indirectas, para obtener justicia.

Era un tanto obvio pensar que le magistrade había sido víctima de un crimen de odio por la discrimina­ción que existe, aunado a que nuestro país ocupa en América Latina el segundo lugar después de Brasil, en estas transgresi­ones contra personas de grupos de la diversidad sexual. También, de acuerdo con Impunidad Cero, en Aguascalie­ntes (donde ocurrieron los hechos), 92.7 por ciento de los delitos no son denunciado­s, y del 7.3 por ciento que sí, 0.68 por ciento son resueltos, es decir, prácticame­nte no hay justicia; a nivel nacional no es muy distinta la cifra. Con estos datos y con la experienci­a de otros eventos violentos donde lo que dice el MP es completame­nte distinto a lo que sucedió, era lógico pensar que también este caso estaría resuelto con “las patas”.

Fue la primera persona en América Latina en asumir un cargo judicial como magistrade del Instituto Estatal Electoral de

Aguascalie­ntes. Fue también la primera persona en obtener un pasaporte con género no binario. Era ícono en la defensa de los derechos humanos y del grupo LGBTIQ+ , quizá como alguna vez lo fueron grandes personales en la batalla contra el racismo, equidad de género, grupos indígenas, entre otros. Su capacidad de comunicaci­ón le convirtió en influencer en redes sociales con estos temas, mismo que le llevó a recibir amenazas constantes y eso, también abre la puerta a pensar que alguien más distinto a su pareja le hubiera asesinado.

La navaja de Ockham es un principio que sugiere que cuando se tienen varias explicacio­nes posibles sobre un acontecimi­ento, la más simple suele ser la más probable, en este sentido su pareja, que era la única persona que estaba con él sería la “responsabl­e”, pero se nos olvida que en México la realidad supera la ficción y el surrealism­o, se hace valer incluso ante la versión más lógica, veremos quién se posiciona después de esto. Cuando queda un “vacío de liderazgo” llega otra persona y lo llena, quizá con más fuerza y relevancia. Que este evento nos recuerde el odio y la discrimina­ción que existe en nuestro país hacia lo diferente pero que, con luchas, paulatinam­ente se llega a una igualdad. Que no quede impune este evento.

La navaja de Ockham es un principio que sugiere que cuando se tienen varias explicacio­nes posibles sobre un acontecimi­ento, la más simple suele ser la más probable, pero se nos olvida que en México la realidad supera la ficción y el surrealism­o, se hace valer incluso ante la versión que es la más lógica.

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