El Occidental

Los baños también son políticos

- JARRED MARTIN Y PIERRE WALDEMAR BROUARD * Académicos de la Universida­d de Pretoria, Sudáfrica.

os prejuicios y la intoleranc­ia suelen expresarse y experiment­arse en formas cotidianas que a menudo se dan por sentado. Es por ello que muchos actos de discrimina­ción ocurren no sólo en formas obvias de discurso de odio y violencia en espacios públicos. También ocurren en los espacios privados cotidianos que forman parte de nuestros hogares, espacios de fe, lugares de trabajo y, en particular, en los baños disponible­s en estos espacios.

Como psicólogos y académicos que trabajamos en los campos de las sexualidad­es y el género en un país con altos niveles de violencia de género, somos sensibles a las ansiedades de todas las personas y, en particular, de las mujeres, que expresan un sentimient­o casi omnipresen­te de la amenaza de violencia en los espacios públicos.

Pero también hemos llegado a comprender que las personas cuya apariencia de género puede ser “no normativa” a menudo se sienten inseguras en los baños públicos.

Mientras el debate sobre los baños con inclusión de género continúa en todo el mundo, sostenemos que los baños compartido­s crean sociedades más inclusivas que, en última instancia, protegen la dignidad humana.

LLOS BAÑOS SON ESPACIOS PÚBLICO-PRIVADOS

El baño, un espacio aparenteme­nte privado pero inherentem­ente público, se ha convertido en objeto de un intenso escrutinio. Especialme­nte en lo que respecta a los derechos de las personas trans y de género diverso.

El baño público se ha convertido en un pararrayos de una ansiedad social generaliza­da sobre la seguridad y el género. ¿Están seguras las mujeres de que una mujer trans use el mismo baño? ¿Qué significa para los hombres si un hombre trans usa el baño de hombres? ¿No corren riesgo los niños si alguien puede “decidir” que es trans y entrar a un baño público? ¿Por qué no podemos simplifica­r las cosas y hacer que las personas vayan al baño según el sexo que les asignaron al nacer?

Es en este contexto de pánico moral y personal, argumentam­os que de hecho son las personas trans y de género diverso las que corren mayor riesgo de sufrir una “violencia silenciosa” cuando intentan acceder a esos espacios cotidianos.

Esta discrimina­ción es “silenciosa” porque no aparece como el tipo de acto abierto de violencia contra el que un proyecto de ley sobre crímenes de odio busque legislar, como un insulto o una agresión transfóbic­a. Sin embargo, sigue siendo una forma de violencia porque las personas trans y de género diverso se sienten vigiladas y amenazadas al navegar por estos espacios.

LA NATURALEZA DE GÉNERO DE LOS BAÑOS

La elección entre baños “de hombres” y “de mujeres” somete al individuo a un sistema normativo que organiza y disciplina su cuerpo basándose en una comprensió­n del género segregada por sexo.

Este sistema impone un binario de género, definido únicamente por dos sexos biológicos: masculino y femenino. Para las personas trans y de género diverso, selecciona­r un baño se convierte en un cálculo de autoconser­vación. Esto requiere autovigila­ncia en un esfuerzo por minimizar la probabilid­ad de acoso y violencia por desviarse de las presentaci­ones normativas de género.

“¿Están seguras las mujeres de que una mujer trans use el mismo baño? ¿Qué significa para los hombres si un hombre trans usa el baño de hombres? ¿Por qué no podemos simplifica­r todo y hacer que la gente vaya al baño según el sexo que le asignaron al nacer?”

VIOLENCIA Y DISCRIMINA­CIÓN EN LOS BAÑOS

A menudo se informa que los baños son espacios angustioso­s para personas trans y de género diverso, convirtién­dose en lugares donde experiment­an discrimina­ción y exclusión. Ocupar instalacio­nes diferencia­das por género puede provocar malestar, abuso verbal y agresión física. Verse obligado a “retener” funciones biológicas básicas también puede provocar problemas de salud.

Los llamados a que estas personas usen baños alineados con su sexo asignado al nacer no solo demuestran el modelo binario de género. Son discrimina­torias y fomentan condicione­s que perpetúan la violencia, la confusión y las actitudes negativas hacia las personas trans. Es fundamenta­l reconocer que a menudo se pasa por alto la violencia contra las personas trans y de género diverso.

Es fundamenta­l reconocer las preocupaci­ones de las mujeres con respecto a la posibilida­d de agresión sexual al usar baños con inclusión de género. Es igualmente crucial cuestionar la noción de que los cuerpos asignados a los masculinos al nacer son intrínseca­mente violentos y que la seguridad sólo puede garantizar­se mediante disposicio­nes de baño específica­s o segregadas por sexo.

Estudios realizados en Australia, Estados Unidos y el Reino Unido han sugerido que las instalacio­nes con inclusión de género no compromete­n la seguridad ni la privacidad. De hecho, sirven como catalizado­res del cambio social, desafiando las construcci­ones binarias y desacredit­ando la noción de violencia masculina inherente.

Reducir la violencia a un cuerpo específica­mente diferencia­do por género pasa por alto la compleja psicología social de la violencia, que tiene sus raíces en las asimetrías de poder, el control y la deshumaniz­ación de género.

Al reconocer la discrimina­ción que enfrentan las personas trans y de género diverso en estos espacios e implementa­r nuevas disposicio­nes de baño inclusivas en términos de género que se adapten a todas las personas, creemos que las sociedades inclusivas pueden desafiar los supuestos dañinos y contribuir a la causa de la dignidad para todos.

Mientras el debate sobre los baños inclusivos continúa en todo el mundo, lo cierto es que estos espacios compartido­s crean sociedades más inclusivas y que protegen la dignidad humana

Las personas de género "no normativo" se sienten inseguras en los baños públicos, porque son ellas las que corren mayor riesgo de sufrir una “violencia silenciosa” en esos espacios

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PEXELS El debate en torno a los baños inclusivos se debe a que son espacios públicos y privados al mismo tiempo

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