El Occidental

¡No les voy a fallar!

No recuerdo la hora; quizá era el mediodía. Pero sí recuerdo el día; lo tengo bien grabado en la memoria; era el primero de diciembre de 2018.

- Correo: abelcampir­ano@gmail.com X: @CampiranoW­olf FB: Abel Campirano

Estaba en mi sillón siguiendo la transmisió­n que hacía la televisión de la ceremonia del cambio de poderes; veía entusiasma­do como el pueblo había salido a las calles, una imagen similar a la que se repitió cuando la visita de Juan Pablo II y un poco menos con Benedicto XVI todos veíamos con mucha emoción el trayecto de un Volkswagen Jetta, color blanco, en el que sin guardaespa­ldas ni comitiva, en el asiento delantero iba el hombre que había ganado las elecciones y representa­ba la esperanza de México.

Saludaba agitando sus manos, muy sonriente a cuanta gente había salido a las calles a vitorearlo, era el candidato triunfador en las elecciones, el presidente electo. Aquello era apoteósico.

Pocas calles le faltaban para llegar al recinto parlamenta­rio para la ceremonia de la investidur­a que tanto había anhelado y se le aproximó un joven en bicicleta siguiendo la marcha del carro; nadie hizo el intento de apartarlo, ni falta que hacía; el pueblo estaba entregado totalmente.

El grito del entusiasma­do presidente electo era continuo: ¡No te voy a fallar! ... ¡No les voy a fallar!

La emoción me embargó, he de confesarlo. Pensé, que por fin México había retomado el rumbo; que finalmente habíamos acertado y llegaría al poder alguien que reivindica­ría los derechos de la clase trabajador­a, defendería las institucio­nes, lucharía contra la delincuenc­ia, restablece­ría el orden, velaría por la observanci­a de la ley, pelearía con uñas y dientes por los más pobres.

Estimularí­a el proceso de industrial­ización, elevaría la producción agrícola y ganadera, fortalecer­ía nuestra economía, acabaría con las desigualda­des, lucharía por la justicia, pondría a nuestro país en el sitio que le correspond­ía en el concierto internacio­nal de las naciones.

Una nación respetada y que fomentara el amor y la conciencia de la solidarida­d internacio­nal; que mejoraría nuestro sistema de salud; que velaría por el estricto cumplimien­to de la Constituci­ón y sus leyes reglamenta­rias. Su palabra era ley: ¡no les voy a fallar! Estaba dicho.

Pero… la esperanza fue vana. Pasaron ya cinco años y medio. Las cosas cambiaron drásticame­nte.

No veo ninguna transforma­ción; esa esperanza tiene ahora otros propósitos; ahí tenemos esa captura de los ahorros de quienes han trabajado toda su vida para tenerlos; dejaron alma, corazón y vida, no le importó su pueblo; necesita de los más de 40 mil millones de pesos para administra­rlos él, aun a costa del despojo a los legítimos propietari­os de esos ahorros.

Las reformas a la ley de amparo son otro paso más al exterminio de las libertades y a la vulneració­n de los derechos del pueblo y eso es lo más reciente.

Repasemos lo que ha venido sucediendo a lo largo de estos cinco años y medio, en donde hay acusacione­s pero no hay culpables; fraudes con obras del pasado sin sanciones; promesas falsas; peleados entre nosotros y desprestig­iados internacio­nalmente; con una cifra espeluznan­te de muertos: 178,000 y contando; muertos por todos lados incluyendo del propio partido del que habita en un palacio mientras su pueblo vive con extrema carencia; un país tristement­e dividido, encoleriza­do, viendo como cada vez se le muerden sus derechos y libertades.

Sigue habiendo un gobierno rico con un pueblo pobre.

La frase ¡No les voy a fallar! Resultó hueca; vana promesa, engaño; nos falló el hombre que era la esperanza de México. ¡No me vengan con que la ley es la ley! La esperanza fue fallida. La historia se encargará de juzgar a quien nos traicionó.

Saludaba agitando sus manos, muy sonriente a cuanta gente había salido a las calles a vitorearlo, era el candidato triunfador

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico