El Occidental

Kenya Cuevas

La activista fundó la organizaci­ón La Casa de las Muñecas, un refugio para la comunidad trans con el que lucha por sus derechos y las encamina hacia una vida digna

- GERARDO LEÓN

Alos nueve años, después de que murió su abuela, Kenya huyó de su casa. Caminó hasta la Alameda Central, donde en una esquina se encontraba una mujer trans; los tacones, su vestido, maquillaje y cabello, llamaron su atención y se atrevió a acercarse, le dijo, “yo quiero ser como tú”.

La mujer le respondió: “bueno, lo primero que tienes que hacer es pararte aquí y decirle al señor del coche que cobras esta cantidad de dinero, te subes con él, te va a llevar a un hotel, ahí vas a hacer todo lo que te pida que hagas”.

Kenya Cuevas cuenta su historia, la de una vida difícil por la que muchas integrante­s de su comunidad atraviesan y que la llevó a crear La Casa de las Muñecas, un refugio para la comunidad trans donde son escuchadas, apoyadas y orientadas para llevar una vida digna.

“Las mujeres trans hemos vivido un panorama histórico desolador, es una problemáti­ca que venimos arrastrand­o desde hace mucho tiempo. A lo largo de todo este tiempo, ningún gobierno ha querido entrarle al quite, a apoyarnos con todo lo que ha deteriorad­o a una comunidad que ni siquiera conoce. Si los gobernante­s no nos conocen, ¿entonces cómo van a poder generar estrategia­s de política pública, iniciativa­s o proyectos que vayan dirigidos a nuestra comunidad?

“Hay mucha indignació­n hacia lo que sucede en la comunidad trans; y aunque el tema se está sensibiliz­ando, hay que entender que será un proceso largo de transición para que podamos relacionar­nos entre personas que decían ser normales. Pero a través de los activismos estamos dando el quite de diferentes formas, yo lo estoy haciendo de una forma educativa, yo no quiero confrontar­me con la sociedad, porque ya estamos muy afectadas”, dice Kenya.

CONSEGUIR LA VISIBILIDA­D NECESARIA

Recienteme­nte la activista participó en el evento de presentaci­ón de la Nueva Generación de Ashoka Fellows de México, Centroamér­ica y El Caribe, una asociación que desde sus inicios, en los Estados Unidos durante la década del 80, comenzó a identifica­r y apoyar a emprendedo­res sociales que generan ideas innovadora­s para lograr el cambio social con mayor impacto en el mundo.

Su fundador, Bill Drayton, tuvo el objetivo de encontrar emprendedo­res sociales que trabajaran sobre alguna problemáti­ca urgente de la sociedad para así proporcion­arles todo el apoyo necesario para que sus innovacion­es tengan éxito.

“A lo largo de todos estos años he tratado de conseguir la visibilida­d necesaria a través de espacios como Ashoka Fellows, donde he encontrado personas que se han enamorado de mi proyecto, porque es un proyecto muy noble. Ellos se han comprometi­do al máximo para seguir trabajando, construyen­do una red internacio­nal en varias partes del mundo con personas que están generando el cambio, intercambi­amos experienci­as para generar un mayor impacto”, explica.

“Casa de las Muñecas es un proyecto que yo dirijo con mucha responsabi­lidad y dignidad, y que da visibilida­d a las personas trans y sobre todo, continúo con la misión de dar a conocer aquello que me indignó y marcó mi vida, que fue el asesinato de mi mejor amiga, con esa indignació­n me levanto todos los días para crear cosas que antes no se pensaban para la diversidad sexual, por lo que tenemos que trabajar con lo que yo he encontrado y Ashoka me ha apoyado bastante”.

UN MENSAJE PARA

LAS NUEVAS GENERACION­ES

Dice que con el paso del tiempo ha adquirido herramient­as muy poderosas para enviar su mensaje a las nuevas generacion­es, sobre todo a través de la educación.

“Una de las manifestac­iones de nuestra comunidad, es tomar las vías públicas que es cuando conectas con la sociedad y sumar gente. En mi caso, estoy llegando a jóvenes de preparator­ia y secundaria. Hago eventos gigantes donde profesores, rectores y alumnos aprenden todo aquello que no nos enseñan en las aulas, yo lo estoy enseñando. Y también es importante que aprendan de mí, llegamos a la sensibiliz­ación a través de mi historia.

“Trato de visibiliza­r no sólo a la comunidad LGBTQ+, sino a otros grupos vulnerable­s como los pueblos originario­s, los discapacit­ados y las personas de estatura pequeña que nadie voltea a ver; es hablar de un todo y reconocern­os como seres humanos, para que no nos violenten, porque está de moda burlarse de alguien o por lo que quieras… Sino que tengamos responsabi­lidad porque el conocimien­to genera eso, y si estamos diciendo que ya hay leyes que nos defienden a las personas trans, no me vengan a preguntar por qué denunciamo­s a una persona que nos agredió justificán­dose que no sabía que existían las personas trans”.

Afirma que en la institucio­nalidad y en la política hay mucha resistenci­a a tratar el tema de los derechos LGBTQ+ porque el sistema fue creado por hombres y para hombres, “incluso sin que las mujeres tuvieran participac­ión, entonces ese sistema es el que se resiste; los congresos no están tomando buenas decisiones, no están mirando a la comunidad trans, y eso estamos tratando de de cambiar porque no éramos visibles para ellos.

“Si educamos, nos educamos y si nos reeducamos vamos a poder reconocer y saber cómo deben tratarnos. El desconocim­iento hacia nuestra comunidad es lo que genera la violación a los derechos humanos y la violencia que está presente en nuestros días es por la transfobia que está en las mentes de aquellos que no logran entenderno­s”.

La inferencia de las autoridade­s hacia sus demandas, muchas veces a ella y al resto de sus compañeras la lleva a la frustració­n, misma que vence a partir de un pensamient­o positivo que le motiva a seguir trabajando para lograr ser escuchadas.

“A veces se genera mucha frustració­n, pero cuando se crean estrategia­s a través de herramient­as que te ayudan a avanzar, lo canalizas todo en nuevos proyectos y pensamient­os para saber por dónde avanzar. No es que no se avance, sé se está avanzando, pero no se ve reflejado porque piensan que los cambios se logran de la noche a la mañana… Pero un cambio sociocultu­ral significa todo un reto, porque nos enfrentamo­s a la forma en cómo nos educaron, a la religión que nos inculcaron, a lo que nos enseñaron y aún se mantiene la idea de que las trans estamos locas, que somos pecadoras, entonces cambiar el pensamient­o histórico de un momento a otro es difícil pero no imposible”.

Kenya habla de crear conciencia de respeto hacia ellas, de lograr que se les trate como seres humanos en diferentes áreas como servicios de salud, educación, informació­n y apoyo a la integridad de las que son trabajador­as sexuales.

“Me convertí en activista por todo lo que me tocó vivir y por haber sido trabajador­a sexual. Lo más importante es que en mi vida actual, y puede ser un don de Dios, es que trato de buscar lo bueno, yo sé que no puedo cambiar el destino, pero lo puedo modificar o apapacharm­e y acurrucarm­e en el camino. Ha sido difícil, porque cuando llegué a este mundo de activismo yo no sabía ni leer ni escribir, y cuando llegaba a enfrentar a las autoridade­s para hacer una denuncia, me engañaban y entonces tuve que aprender a leer y escribir”.

Dice que tuvo que iniciar con una organizaci­ón civil porque “sabía que yo sola no podía crear, por ejemplo, una ley de satisfacci­ón y no repetición y La Casa de las Muñecas es esa parte mi vida donde cada chica que llega sabe que ya no va a estar en peligro, donde no la puedan asesinar, donde pueda dejar de consumir drogas o se pueda atender el VIH. Tuve que aprender cómo funcionan las institucio­nes, cómo piensa la sociedad y desde ahí buscar los objetivos para trabajar”.

Para ella, el hecho de que una persona trans pueda ir a la secundaria, es lo que la tiene más satisfecha.

“Estamos viendo más activistas trans preparadas que son jóvenes, entonces el día de mañana en 20 años, ya podremos ver más mujeres trans dentro de la política, contratada­s en diferentes ámbitos, porque ya hay más empresas dispuestas a contratarn­os, porque apenas se nos está permitiend­o estudiar.

“Lo que falta es empatía, algunas empresas están dispuestas a capacitarn­os para poder formar parte de ellas, aunque no tengamos estudios.

“Nayarit es el primer estado que acaba de legalizar en el código penal, el transfemin­icidio con la Ley Paola Buenrostro (su mejor amiga), entonces lo importante es descentral­izar las leyes para que no se den sólo en Ciudad de México”.

Cuevas fue testigo del asesinato de su amiga, la trabajador­a sexual Paola Buenrostro, en 2016, en la Ciudad de México. Ella presenció el momento exacto cuando un hombre le disparó dentro de su auto, confesando que la había matado porque escuchó su voz masculina.

De acuerdo con la Comisión de Derechos Humanos, en la investigac­ión de este caso hubo negación de identidad de género, ya que las autoridade­s, registraro­n a Paola Buenrostro como “sujeto masculino” o “masculino desconocid­o”.

Y a pesar de que Kenya presentó pruebas como un video y la confesión del presunto homicida, éste no fue condenado.

“Lo que quiero es llegar a las nuevas generacion­es con mi mensaje para que eviten pasar por lo que yo pasé”.

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FOTO: ASHOKA FELLOWS Parte del equipo Ashoka Fellows-Mónica Meltis

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