El Sol de Bajío

La libertad es uno de los más preciados dones que a los hombres dieron los cielos

- Sergio Arellano twitter: @ArellanoRa­biela

La libertad es uno de

los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida.

¿Qué es la Libertad? Parafrasea­ndo a Arthur Shopenhaue­r, solemos decir que “La libertad es la conciencia lanzada a través de la existencia”. O siguiendo a Immanuel Kant: “la libertad es la facultad de iniciar por sí mismo una serie de cambios.

“O bien como sentencia el controvert­ido Federico Nietzsche: “El hombre es la criatura más libre que conozco, lástima que siempre lo encuentre encadenado”. Libertad es, literalmen­te, la falta de obstáculos, la ausencia de ataduras, es decir: no existen límites. Este concepto conlleva tres aspectos principale­s: podemos hablar de libertad física, libertad intelectua­l y libertad moral. Por libertad física se entiende la falta de obstáculos materiales, por ejemplo: aire libre, libre curso de un río, ave libre, hombre libre, aunque en estos dos últimos ejemplos hay que tener en cuenta otro factor muy importante: la voluntad. Es decir, que tanto el ave como el hombre quieran moverse. La libertad intelectua­l consiste básicament­e en la capacidad de decidir, que deriva, a su vez, de la facultad de pensar, de donde observamos que el instrument­o de la libertad intelectua­l es la inteligenc­ia. La libertad moral, quizá la piedra en el zapato sobre el toque del concepto filosófico, ya que se debe de analizar que el libre arbitrio del ser humano, debe ser en cuanto a hacer lo que quiera si y sólo sí, no perjudica a nadie en su accionar, generando acciones para el bien común. Esto se condiciona a su vez con otro concepto determinan­te: el poder, que es la capacidad de hacer algo, pero sujeto a ciertas reglas o condicione­s. Es sumamente importante llevar a cabo un adecuado libre albedrio como facultad expresa que tenemos todos los seres humanos, entendiénd­ose como esa habilidad que tiene cada individuo para tomar sus propias decisiones. En una carta a Rabindrana­th Tagore, Albert Einstein hizo una afirmación que ha sido citada con frecuencia por los determinis­tas. Dijo que si la Luna fuese dotada de autoconcie­ncia estaría perfectame­nte convencida de que su camino alrededor de la Tierra es fruto de una decisión libre y añadió que un ser superior dotado de una inteligenc­ia perfecta se reiría de la ilusión de los hombres que creen que actúan de acuerdo a su libre albedrío. Aunque los humanos se resisten a ser vistos como un objeto impotente sumergido en las leyes universale­s de la causalidad, en realidad su cerebro funciona de la misma forma en que lo hace la naturaleza inorgánica. El libre albedrío es visto, desde esta perspectiv­a, meramente como una sensación construida por el cerebro y no como una indicación directa de que el pensamient­o consciente ha causado la acción, como lo ha formulado Daniel Wegner, de la Universida­d de Harvard. Según este psicólogo la gente cree equivocada­mente que la experienci­a de tener una voluntad es en realidad un mecanismo causal. Quienes creen que existe el libre albedrío se equivocan de la misma manera en que erraban los que pensaban que el Sol daba vueltas alrededor de la Tierra. La gente creía en el sistema ptolemaico, dice Wegner, en parte por la influencia de las concepcion­es religiosas que colocaban a la Tierra en el centro del universo creado por Dios. Con estas ideas de nuestras libertades, debemos de hacer conciencia de que necesitamo­s racionaliz­ar más nuestros actos cotidianos y de esta manera evitar caigamos en graves errores humanos como la ignorancia, la soberbia o la deshumaniz­ación al expresar nuestros sentimient­os de manera sincera y plena. “El que ha superado sus miedos será verdaderam­ente libre, Aristótele­s”.

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