Las artesanías de piedra labrada
No sólo es el buen aspecto del molcajete lo que cuenta, sino el material pétreo comonforense con que es elaborado
DAVID CARRACEDO CRONISTA es la sabiduría ancestral de los artistas de la piedra labrada de molcajete, que conjunta ese halago a nuestros sentidos...”
Aunque en nuestro municipio se fabrican y comercializan una gran variedad de artesanías, la que nos identifica a nivel nacional es la talla de piedra volcánica para molcajetes. Hay otras poblaciones donde esta artesanía tiene también un auge y cierto renombre, para saber cuáles favor de consultar otras fuentes porque aquí nada más hablamos de Comonfort.
El término “Piedra Volcánica” puede hacernos imaginar un material aún más poroso y además rojizo. Para no enredarnos en cuestiones de geología diremos que el término más apropiado sería rocas ígneas y la que en partículas nos ocupa se le denomina “andesita”. Más allá de su clasificación científica tenga usted por seguro que sólo los artesanos pueden determinar, antes de labrarla, cuál andesita hará un buen molcajete, cuál será quebradiza, etc.
El arte de elaborar un buen molcajete no se limita al aspecto estético, la forma y el diseño deben permitir que se puedan macerar los ingredientes que en él se depositen, por lo mismo, la selección de la piedra intervendrá en el resultado final, los maestros labradores de nuestra región saben seleccionar las piedras de las que puede salir un artefacto no sólo bien formado sino con la textura apropiada para la molienda. La piedra “de molcajete” es dura y densa, tiene además una textura porosa, idónea par que los chiles, los jitomates, la cebolla y demás invitados a la salsa se homogenicen en la medida exacta y superen —según lo afirma al 99.99% de los mexicanos— con mucho a cualquier sabor que pueda obtenerse con aburridos e insulsos aparatos mecánicos.
En el cerro de Los Remedios hay una cierta abundancia de esta piedra, la cual, desde hace varias centurias, se extrae de manera lenta pero constante, por esta misma razón, la falda surponiente del cerro es lugar de asiento para varios talleres de fabricación de molcajetes.
Nos una sorpresa que la mayoría de los artesanos del molcajete nos comenten que aprendieron desde niños el oficio de sus padres, los cuales, a su vez lo aprendieron de sus abuelos y así sucesivamente.
La materia prima se extrae con la ayuda de barras y barretas, a veces se detona pólvora para lo cual, previamente, se ha practicado un barreno en el lugar preciso,
como se comprenderá penetrar en una pequeña mina y horadarla con detonaciones es un ejercicio riesgoso que amerita un doble conocimiento, el de poder obtener material en tamaños apropiados, ni tan grande que no pueda transportarse, ni tan pequeño que no albergue en su interior un futuro molcajete. Esto sin dejar de lado que habrá vetas que no proporcionen la piedra idónea como ya mencionamos. El consenso de los artesanos es que cada día cuesta más trabajo localizar las vetas apropiadas. Hace unos ocho años las minas tradicionalmente explotadas fueron cerradas por estar en terrenos de la zona arqueológica de Los Remedios, en estos momentos la piedra de molcajete se extrae de otra porción del mismo cerro.
Aunque muchas personas adquieren estos utensilios con fines meramente ornamentales, ello no implica que se fabriquen molcajetes “de utilería”, todos tienen la forma y las propiedades necesarias para la molienda. El artesano no puede saber si su producto será empleado en la cocina o servirá sólo como adorno.
Para la fabricación se utiliza una herramienta llamada picadera, una especie de martillo puntiagudo con mango de membrillo. La picadera se acompaña de la “máquina” que es muy similar pero de extremos anchos y planos. Se dice que se le llama “máquina” porque es una invención mucho más reciente que la picadera (es de los tiempos modernos). Con este par de herramientas, infinita paciencia y ancestral sabiduría, el artesano se sienta en el suelo y golpe a golpe va dando forma a la pieza, con los pies la sostiene, la acomoda y la gira. Después de varias horas o todo un día de trabajo, el molcajete de veinte centímetros de diámetro está listo, con todo y su tejolote (por si alguien no lo sabe, así se llama la piedra con que se muele). La fabricación de máquinas y picaderas es, en sí misma, otra artesanía de lo más interesante. Partiendo de fraguas artesanales, el “forjador” pone el metal al rojo y lo moldea a sus necesidades, luego lo templa sumergiéndolo en agua; cuántas veces, con qué intensidad y en qué momento son secretos que por más que me explicó don Luia, el “forjador” no pude acabar de entender. La selección del material también es importante, pues tampoco todos los aceros son iguales y algunos se someten con mayor docilidad a los requerimientos de la forja. El especialista también sabe distinguir los colores del hierro, cuándo está listo y cuando no está “templado”.