Ir a San Martín de Terreros, a caballo
Es muy diferente acudir a visitar al templo donde se venera una imagen a participar en una peregrinación y lo que con ello lleva
En nuestro país, desde hace varios siglos, existen lugares que son punto de destino para los creyentes, especialmente en los días de su festividad. Sin embargo es muy diferente acudir a visitar el templo donde se venera una imagen religiosa en particular a participar en una peregrinación.
El hecho de participar en una peregrinación implica cierto esfuerzo, cierto sacrificio, de ahí que éstas se realicen a pie, en bicicleta o a caballo, pero no existen peregrinaciones en camioneta o en autobús, por más devotos que fueran los participantes. Del mismo modo, hay sitios que son hermosos en sí y realizan fiestas de muy bella factura, por este motivo reciben muchos visitantes que acuden por el gusto de participar en la festividad, por devoción a la imagen venerada o por ambas cosas.
Para no verme regionalista puedo ponerle el ejemplo de la Fiesta de la Candelaria en Tlacotalpan, Ver. Sin embargo, algunas de estas fiestas no atraen la peregrinación de los devotos o sus peregrinaciones son pocas o muy discretas.
Hay otros sitios en los que las celebraciones mismas de la fiesta llegan a pasar un tanto a segundo término por la cantidad y volumen de las peregrinaciones que hasta ellos llegan. Los ejemplos más evidentes son la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México, San Juan de los Lagos o Fresnillo, Zacatecas. ¿Qué determina que una imagen religiosa sea objeto de estas peregrinaciones? Generalmente su fama como buenos intercesores de causas complicadas, entiéndase su fama de milagreros se va extendiendo, de boca en boca y de generación en generación.
No obstante, sorprende que una población tan pequeña como San Martín de Terreros, que tiene menos de setecientos habitantes, cuente con una imagen que es
Los peregrinos
Importante festividad
objeto de una veneración tal que, durante los quince o dieciséis días que dura la festividad recibe miles de visitantes y, sobre todo, miles de peregrinos.
Pese a lo fascinante que este pode de convocatoria resulta, no es mi intención extenderme al respecto de esta festividad, dado que me salgo del tema primigenio de esta sección, circunscrita al municipio de Comonfort.
No obstante, vale la pena recordar que esta población se localiza al sur del territorio del municipio de Dolores Hidalgo. También vale la pena recordar que San Martín de Tours fue un personaje del siglo IV, que fue obispo en la ciudad francesa de Tours, sin embrago, su acción más celebre, que consistió en partir su capa para compartirla con un mendigo, sucedió cuando ni siquiera se había convertido al cristianismo y era un militar del imperio romano. Esta escena es, casi exclusivamente, la utilizada en su iconografía. Generalmente se le representa, acertadamente, como un centurión del ejército romano.
Sin embargo, la imagen venerada en el santuario de San Martín de Terreros es un poco diferente, al dotarlo de una armadura de cuerpo entero y un yelmo adornado con grandes plumas. La imagen tiene una inscripción que la fecha
San Martín
el 15 de mayo de 1776. La antigüedad de la imagen, aunque no afirmo que desde entonces esté a la veneración pública en este poblado, nos da una pista sobre la actual devoción de que es objeto en la región.
De Comonfort acude, por supuesto mucha gente, sea por las motivaciones religiosas propias de cada quien, sea por el gusto de participar o, inclusive, porque es una tradición familiar la participación. Los peregrinos que viajan a pie salen el día ocho, por la mañana y pernoctan en varios lugares para llegar el día diez a su destino. Una vez cumplida su visita retornan en autobús. Incluso, como un río que va recibiendo afluentes, a los peregrinos que de Comonfort parten el día ocho, se unen otros peregrinos que partieron con antelación del rumbo de Querétaro.
Un poco más singular y más propio de la veneración de San Martín de Tours (venerado como San Martín Caballero), son las peregrinaciones a caballo desde distintos puntos de la región. Si con un compás trazáramos un círculo con el centro en el poblado de Terreros, de los 360 grados que dibujáramos provendría una peregrinación hacia este punto. No debe pensarse que realizar este trayecto a caballo es mucho más descansado que realizarlo caminando, cabalgar durante jornadas tan largas también cobra una cuota grande de agotamiento físico además de que, como veremos, muchas peregrinaciones efectúan el regreso por el mismo medio.
En Comonfort hace más de cincuenta años, y tal vez muchos más, que un nutrido grupo de cabalgadores, bien organizados, se dirigen a San Martín de Terreros. Parten el día 9 de noviembre, a las cinco de la mañana, del rumbo de la Calle 20 de noviembre, sin más solemnidad que los estandartes que portan los jinetes que encabezan el contingente y sin más sonido que el acompasado golpeteo de las herraduras sobre el pavimento. Debo confesar que la singularidad de la escena, a esa hora y en las calles tan desiertas me impresionó, tal vez a los jinetes les haya sorprendido ver a un tipo tomándoles fotos a esas horas, pero muchos de ellos espontáneamente me saludaban con un amable Buenos Días.
En un número indeterminado, pero que ronda los trescientos participantes, se encaminan al poniente del municipio. Como es de suponerse, las peregrinaciones a caballo, no van por la cinta asfáltica de las carreteras, se puede decir que van cortando camino para hacer más recto su derrotero. Incluso, cuando alguna de las muchas peregrinaciones ecuestres sigue el rumbo de alguna carretera, viajan por los senderos que suelen correr paralelos a la cinta asfáltica, algo que agradecemos todos, incluso los propios caballos.
La peregrinación ecuestre de Comonfort a Terreros pernocta el día nueve en un punto intermedio y parten, muy de mañana el día diez para llegar a su destino a las doce del mediodía.
Ahí serán como una gota en el océano, bueno, no tanto: como una gota en un garrafón porque se estima que, de todos los rumbos, como ya mencioné, acuden en un número que ronda los diez mil cabalgadores.
Los peregrinos a caballo entran montados en su animal hasta el atrio del templo, quizás, pese a los conflictos para entrada y salida de tantos peregrinos que esto conlleva, esa sea la esencia de esta peregrinación y así se ha observado desde hace muchos años. Muchos de estos jinetes emprenden su regreso en camioneta, misma que lleva un remolque en donde transportan sus animales.
Así que, si usted visita esa población en los días de fiesta, tan común como ver peregrinos a caballo será ver remolques para transportar equinos, lo mismo que autobuses que parecen muy lejanos a sus rutas habituales.
Entre los peregrinos a pie y los peregrinos a Caballo que parten de Comonfort, se consigue que algunas de las calles luzcan inusualmente desiertas, dado que buen número de vecinos están en tránsito de su peregrinar. Ojalá que unos y otros acudan durante muchos años a tan singular lugar, no sólo por la devoción propia de cada uno, sino por el innegable valor social que conlleva una actividad con tal poder de convocatoria.
DAVID CARRACEDO CRONISTA