El Sol de Bajío

Altruismo como vocación vital

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“Dar hasta que duela y cuando duela

dar todavía más»

Madre Teresa de Calcuta

En el Hogar

del Pobre, existen otros ángeles: Angelina, Esperanza, Lucía, Petra, Consuelo, María, Abigail, mujeres de una pía unión que tutelan a los infantes. A ellas se suma un ejército de voluntario­s.

Varios profesioni­stas,

padres de familia, comerciant­es han pasado por el Hogar del Pobre, uno de ellos tiene una historia singular: Juan Guillermo Quintana López.

La muy noble

y leal ciudad de Celaya, históricam­ente se ha distinguid­o por la laboriosid­ad y bondad de sus habitantes. Aquí han morado y moran seres humanos que ven en el servicio a los demás una forma de realizació­n personal, y cuando esos “demás, los otros, los prójimos”, son las legiones de parias, desvalidos, desposeído­s, la ayuda alcanza alturas de heroicidad. Hoy, aquí, dos ejemplos de altruismo decantado: una institució­n y una persona.

C¿CASA U HOGAR?

asa es el edificio donde moramos, asiento regular de una familia, inmueble donde transcurre­n nuestros días. Hogar es refugio, valladar, espacio de amor. Por ello es menester hacer la diferencia, máxime si se trata de institucio­nes como el “Hogar del Pobre, A.C”.

La nobilísima institució­n data de mayo de 1982, pero no fue sino hasta agosto de 1994, cuando queda formalment­e constituid­a como Asociación Civil, ende sin fines de lucro.

En sus muros viven, perviven niñas y niños que por azares del destino encontraro­n un segundo hogar, algunos abandonado­s, otros con estancias pasajeras, todos con el común denominado­r de ser criaturas que encuentran ahí, comida, ropa, alojo, pero sobre todo amor, compañía y una solida formación espiritual.

Ahí han pernoctado, reído, llorado, orado, centenares de niños de Celaya y la región, a todos les une el amor que hermanas y seglares han derramado en su favor.

El hogar, su hogar, les acicala, les envía a la escuela, les procura el alimento. En ocasiones relevantes, Navidad, Reyes, Primera Comunión, les agasaja con bondad, les acaricia con ternura.

Injusto sería no mencionar que, entre sus primeros benefactor­es e impulsores, estuvieron hombres de la talla como: el Obispo José María Hernández, el Cardenal Alberto Suárez, empresario­s y servidores públicos como Ernesto Balderas, Rafael Torre, doña Guillermin­a Hernández de Pesquera, el Doctor Borrego y cientos de mujeres y hombres de bien, que estuvieron y están pendientes a sumarse a tan noble causa.

¿LOS ÁNGELES CAMBIAN DE NOMBRE?

La angelologí­a nos enseña que existen ángeles, arcángeles, querubines, serafines, famas, potestades. . . algunos con nombre propio: Miguel, Gabriel, Rafael.

Pero resulta que aquí, en el Hogar del Pobre, existen otros ángeles: Angelina, Esperanza, Lucía, Petra, Consuelo, María, Abigail, mujeres de una pía unión que tutelan a los infantes. A ellas se suma un ejército de voluntario­s: maestros, psicólogas, trabajador­as sociales, contadores y abogados. Todos tocados por el rayo divino de la bondad por los desposeído­s.

ORGULLOSO DE SU HOGAR

Varios profesioni­stas, padres de familia, comerciant­es han pasado por el Hogar del Pobre, uno de ellos tiene una historia singular: Juan Guillermo Quintana López.

Discreto, de hablar pausado, con la bondad desbordánd­ole la piel, Juan Guillermo nos cuenta que a los cuatro días de nacido fue entregado al Hogar del Pobre, no fue un niño abandonado, su madre, por circunstan­cias especiales se vio precisada a entregarlo ahí, sin embargo, nunca perdió el contacto con la criatura. Juan Guillermo, nació, creció se desarrolló en tan noble institució­n. La instrucció­n básica en la cursó en escuelas públicas del municipio, a ellas asistía y por la tarde noche regresaba al Hogar en donde con cuarenta compañeros con los que compartía dormitorio, vio pasar los dorados años de la infancia; en la preparator­ia tuvo la inquietud de la vocación religiosa, se formó con Carmelitas en México y Estados Unidos, regresa a Celaya y sabe que su lado está del lado de la justicia, por eso entra a estudiar leyes, persevera, se gradúa, actualment­e cursa una maestría.

Se declara feliz y afortunado de ser un hijo del Hogar del Pobre, afirma que, si se le diera a escoger una vida, gritaría a los cuatro vientos que quiere ser un infante de ese Hogar. Hoy, convencido y lleno de amor, sigue colaborand­o con la Institució­n, él representa un ejemplo de cómo el Hogar del Pobre contribuye a la formación de buenos seres humanos.

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Todos y cada uno de los jóvenes celayenses y de la región que han recibido amor y una oportunida­d de superación agradecen infinitame­nte al Hogar del Pobre, su hogar.
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Varias generacion­es que han estado en esta Institució­n han regresado para brindar su ayuda en tan noble proyecto.
 ??  ?? Inicios del inmueble que hoy alberga al Hogar del Pobre A.C. Fuente: Acervo fotográfic­o del Hogar del Pobre, A.C.
Inicios del inmueble que hoy alberga al Hogar del Pobre A.C. Fuente: Acervo fotográfic­o del Hogar del Pobre, A.C.
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Las madres del internado se caracteriz­an por su gran bondad y fortaleza. Fuente: Acervo fotográfic­o del Hogar del Pobre, A.C.

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