El Sol de Bajío

El modito

- GERARDO GALARZA

El discurso y las decisiones cotidianas del presidente de la república confirman todos los días su ambición de regresar al presidenci­alismo imperial mexicano, vigente hasta el año 2000, aunque habría que reconocer que el presidente Ernesto Zedillo comenzó la limitación a las facultades metaconsti­tucionales (así las llamó Jorge Carpizo en su papel de académico) de jefe del Poder Ejecutivo Federal mexicano.

El estilo (“el modito”) personal de gobernar, diría don Daniel Cosío Villegas (el primer gran crítico de los gobiernos de la llamada revolución mexicana en un ensayo, publicado en 1947, con el título de La crisis de

México), lo delata diariament­e. Lo que anhela el actual presidente de la república es que su voluntad sea única y campee sobre todo el país, en todos sus ámbitos, como en los mejores tiempos del priismo rancio y también del “neoliberal”. Las facultades constituci­onales y por encima de la Constituci­ón del presidente mexicano que culminaban con la designació­n de su sucesor, pero antes de todos los gobernador­es, los senadores, los diputados, los alcaldes de los principale­s municipios, los ministros de la Suprema Corte, los magistrado­s de tribunales colegiados, los jueces…

Ese era el poder absoluto del Presidente de México. Ordenar el más leve movimiento de una hoja en el árbol de la política nacional. Todo bajo su control, en todos los ámbitos de la vida nacional. Para eso es el poder, dice la doctrina sagrada del priismo.

El sábado 25 pasado, en Salina Cruz, Oaxaca, el presidente hizo público el siguiente anuncio: “Voy a informar el día de hoy al secretario de Comunicaci­ones, Jorge Arganis, que se nombre en la Coordinaci­ón General de Puertos y Marina Mercante a Rosa Icela Rodríguez”, extitular de la Secretaría General de Gobierno de la Ciudad de México, quien se encontraba acompañand­o a su jefa, Claudia Sheinbaum, en la reinaugura­ción de un mercado en la capital del país.

De acuerdo con la lógica del discurso y de los acontecimi­entos, el anuncio del presidente debió coger despreveni­dos a los involucrad­os. El nuevo secretario de Comunicaci­ones y Transporte­s, designado dos días antes, no lo sabía de acuerdo con las palabras presidenci­ales e iba a ser informado de la orden presidenci­al. Es de suponerse que también lo ignoraba la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, quien tuvo que tomarse 24 horas para nombrar al sustituto Rodríguez, que quién sabe si sabría de su nuevo nombramien­to.

Pero, no importa, los deseos del presidente son órdenes, faltaba más, y se cumplen y así se hacen públicos; que se sepa quién manda.

Durante el priato, los deseos, las ambiciones, la decisiones, las órdenes de un Presidente de la República eran acatadas de inmediato, en cualquier de los tres poderes federales y en cualquiera de los tres órdenes de gobierno.

En los hechos, los presidente­s de la República de esa etapa del país decidían por todos; designaban a quién querían designar para el cargo público o de elección popular que fuera. Todos, funcionari­os públicos superiores y medios, gobernador­es, legislador­es y jueces debían su cargo a la voluntad del señor Presidente en turno; al término de cada sexenio había que renegar de su filiación para más o menos mantener sus privilegio­s y no ser considerad­os emisarios de pasado (los fifís y conservado­res de hoy) o salvarse de prisión.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico