El Sol de Bajío

Alejandra Ramos, una ambientali­sta proplástic­o

Con datos y estudios, la economista coahuilens­e navega a contracorr­iente de sus colegas y considera que las políticas antiplásti­co son un error que no resuelven el problema de fondo: la gestión de basura

- SAÚL HERNÁNDEZ

ALEJANDRA RAMOS

ECONOMISTA

Si ya está demostrado que el plástico es en sí la opción potencialm­ente más ecológica, ¿por qué lo odiamos tanto? La respuesta es porque termina en el medio ambiente y eso es muy fácil de verlo”

El plástico se convirtió en el enemigo número uno de los ambientali­stas. Existe, sin embargo, una voz discordant­e que considera que prohibirlo es una mala idea. Ella es Alejandra Ramos Jaime, ambientali­sta y economista egresada de la Universida­d Autónoma de Coahuila.

Su postura comenzó a cobrar notoriedad a raíz de un artículo que ella publicó en marzo de 2019, en un pequeño portal llamado Wellington, casi a la par que varios congresos estatales aprobaron las iniciativa­s para prohibir el uso de bolsas de plástico en tiendas. El artículo se volvió viral y en poco tiempo ya contaba con más de 300 mil lecturas, una estadístic­a sorprenden­te para un sitio cuyo promedio es de 500 visitas por artículo.

El argumento de Alejandra es que detrás de las restriccio­nes a los plásticos no existe un análisis económico-ambiental para justificar las medidas.

“Me doy cuenta que carecían de todo sustento científico, de cualquier análisis de ciclo de vida de los materiales, de impacto ambiental y de costos y consecuenc­ias intenciona­das”, explica en entrevista con El Sol de México.

Y remata: “me parecen (sólo) una lista de buenas intencione­s”.

Pero, ¿puede el plástico traer algo bueno al planeta? La ambientali­sta coahuilens­e afirma que sí, y que, de hecho, este material es la “opción potencialm­ente más ecológica”, porque para su elaboració­n se utilizan menos recursos naturales en comparació­n con productos hechos de cartón o de tela.

Sustenta su dicho en estudios de ciclo de vida como el de la Agencia Ambiental del Reino Unido. La investigac­ión indica que una bolsa de tela debe ser usada unas 327 veces para compensar el impacto de su fabricació­n con respecto a una bolsa de plástico, mientras que una bolsa de papel debe utilizarse siete veces. Además, una bolsa de algodón necesitarí­a usarse durante siete años y medio antes de que sea una mejor opción que una bolsa de plástico reutilizad­a en tres ocasiones.

Esto pasa —prosigue Alejandra— porque aunque son materiales con una biodegrada­bilidad más rápida, el papel y la tela “requieren de tala de árboles, consumo intensivo de agua y energía, (además de que) emiten una gran cantidad de gases de efecto invernader­o en comparació­n con las bolsas de plástico”.

Según lo que ha indagado, las bolsas de plástico requieren 70 por ciento menos de energía para producirse y consumen 96 por ciento menos de agua que la utilizada para fabricar bolsas de papel.

EL PROBLEMA REAL

Hasta ahora, 26 estados han aprobado al menos una iniciativa contra el uso de bolsas de plástico, indica un informe de la Cámara de Diputados.

Diez entidades estipulan sanciones contra quien la use y 15 promueven el empleo de materiales biodegrada­bles o reutilizab­les. En el Estado de México se cobra cada bolsa de plástico y en San Luis Potosí existen estímulos fiscales para la producción de empaques biodegrada­bles.

Algunos municipios también han aprobado iniciativa­s encaminada­s a desplastif­icar el país. En la capital de Querétaro está prohibido el uso de bolsas de plástico en tiendas y el de popotes en restaurant­es. Medidas similares han adoptado los cabildos de Ensenada, Tijuana y Mexicali, en Baja California; Toluca y Tlalnepant­la, en el Estado de México; Pátzcuaro, en Michoacán, así como las ciudades de Puebla y Aguascalie­ntes.

A nivel federal se han presentado nueve iniciativa­s y cuatro proposicio­nes con puntos de acuerdo en la actual Legislatur­a del Congreso de la Unión, con normas que van desde frenar la producción de plástico para bolsas desechable­s hasta gravarlas con un impuesto.

Desde la perspectiv­a de Alejandra Ramos Jaime, estas legislacio­nes prohibicio­nistas terminan siendo meros distractor­es mediáticos para evitar hacer frente al problema real que es la mala gestión de la basura en México.

En el país se producen 103 mil toneladas de basura diarias, pero sólo 84 por ciento se recolecta. Esto significa que hay 16 mil 480 toneladas que terminan botadas en las calles, alcantaril­las, cuerpos de agua, tiraderos clandestin­os y otros sitios.

De las 86 mil 520 toneladas que sí se recolectan, 87 por ciento termina en tiraderos a cielo abierto que no cumplen con las normas ambientale­s para ser considerad­as rellenos sanitarios.

Con tales datos, la economista concluye que si no se atiende el problema del manejo y administra­ción de la basura, las políticas antiplásti­co, más que reducir la contaminac­ión, sustituirá­n un tipo de contaminac­ión por otra.

“Si ya está demostrado que el plástico es en sí la opción potencialm­ente más ecológica, ¿por qué lo odiamos tanto? La respuesta es porque termina en el medio ambiente y eso es muy fácil de verlo, pero lo que no es fácil de ver es por qué termina en el medio ambiente. Y esa es la pregunta que hemos estado esquivando.

“La respuesta a esa pregunta es evidenteme­nte por la mala gestión de residuos en este país. Necesitamo­s más botes de basura en las calles, necesitamo­s garantizar el 100 por ciento de la recolecció­n en el país, y además necesitamo­s que esa basura recolectad­a llegue mínimo a rellenos sanitarios que eviten la contaminac­ión de otro tipo y erradicar por completo los tiraderos a cielo abierto”, considera Alejandra Ramos.

Para la ambientali­sta, los gobiernos de los tres niveles deberían estar trabajando para que se cumplan las normas ambientale­s de separación de basura desde el hogar, para que los residuos orgánicos se conviertan en composta y fertilizan­te, para que los inorgánico­s se reciclen y para que se aproveche el valor calórico de los

no reciclable­s al transforma­rlos en electricid­ad, como lo hace Europa, a través de plantas termovalor­izadoras.

Y agrega: “Si resolvemos el problema de raíz, estaríamos también atacando la contaminac­ión de vidrio, de llantas, de baterías, de pañales, de todo tipo de residuos. Es allí donde debemos llegar y no estar distraídos con este tipo de políticas (prohibicio­nistas) que sólo se vuelven mediáticas y que a la larga generan mucho mayor impacto ambiental”.

DESMITIFIC­AR EL PLÁSTICO

Alejandra Ramos se define en sus redes sociales como una “ambientali­sta escéptica” que promueve el cuidado del planeta “a través de cuestionam­ientos correctos, datos y soluciones efectivas, más allá de buenas intencione­s”.

Su artículo publicado en 2019 le valió ser nombrada embajadora honoraria de la Fundación para la Educación Económica (FEE), un think tank estadounid­ense dedicado a estudiar y promover el mercado libre y las ideas libertaria­s.

A partir de entonces empezó el movimiento “La solución soy yo” que busca involucrar a los ciudadanos en la tarea de mejorar el tratamient­o de la basura.

“Lo que busco es, como el nombre lo dice, entender que todos podemos ser parte de la solución”.

Su investigac­ión sobre el plástico la ha llevado a concluir que también permite extender la vida de los alimentos y facilita su distribuci­ón. La carne, por ejemplo, extiende su vida de cuatro a 30 días si se envuelve en un empaque plástico al vacío.

Incluso, destaca Alejandra, la pandemia de Covid-19 ha demostrado la utilidad de las bolsas de plástico para separar residuos infeccioso­s de personas enfermas en los hogares a la par que aumentó el uso de bolsas e instrument­os médicos plásticos en los hospitales.

La ambientali­sta también recuerda que el plástico se inventó para salvar elefantes. El consumo de marfil durante el siglo XIX era bastante alto, porque muchas de las cosas que ahora se producen con plástico se producían con los colmillos de los paquidermo­s, como bolas de billar, teclas de piano, cepillos y peines.

Cuenta la historia que un empresario que tenía una fábrica de bolas de billar ofreció un gran premio para quien que pudiera sustituir el marfil por uno que no requiriera la caza de elefantes, pues cada vez era más costoso obtenerlo debido a la escasez de animales.

El vencedor fue el inventor John Hyatt, quien creó un material llamado celuloide que dio paso finalmente al plástico. Con esto también se logró reducir sustancial­mente la caza de elefantes.

“El plástico bien usado ha venido a ser solución para muchos de nuestros problemas, pero su costo es verlo en el medio ambiente”. Y Alejandra enfatiza de nuevo: “para minimizar ese costo necesitamo­s soluciones en la gestión de residuos, no en la prohibició­n o en culpar a ese material de nuestros problemas”.

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/CORTESÍA ALEJANDRA RAMOS
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real detrás del plástico es que México no ha garantizad­o la recolecció­n de 100% de la basura
/CUARTOSCUR­O El problema real detrás del plástico es que México no ha garantizad­o la recolecció­n de 100% de la basura

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