El Sol de Bajío

SUBE 94% EL SUICIDIO ENTRE PROFESIONI­STAS

La incertidum­bre laboral, falta de ingresos y la poca atención a la salud mental son algunos detonantes

- SAÚL HERNÁNDEZ

Los suicidios de adultos jóvenes que tienen estudios de licenciatu­ra y posgrado aumentaron 94 por ciento entre 2009 y 2019, de acuerdo al INEGI. El estrés derivado de las exigencias cada vez mayores de los trabajos, la falta de dinero y la dificultad para tener una vida laboral y personal balanceada son las principale­s causas.

CDMX. Los suicidios de adultos jóvenes que tienen estudios de licenciatu­ra y posgrado aumentaron 94 por ciento entre 2009 y 2019, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadístic­a y Geografía (Inegi).

El estrés derivado de exigencias cada vez mayores en los trabajos, la falta de dinero, la dificultad para equilibrar la vida laboral y personal, además de situacione­s de acoso sexual y laboral están entre las principale­s causas, señalan expertas en psicología y psiquiatrí­a.

Luis egresó de la carrera de administra­ción de empresas en 2010, con 25 años en ese entonces veía un futuro prometedor. Tres años después decidió casarse y aunque no contaba con un trabajo estable rentó con su pareja un departamen­to en una colonia de clase media de la Ciudad de México.

En 2015, Luis enfrentó su primer diagnóstic­o por depresión. En los cinco años previos tuvo seis trabajos eventuales: dependient­e de una tienda de convenienc­ia, asesor en tres call center, promotor en un supermerca­do y repartidor.

“Mis ingresos mensuales en esa época nunca superaron los seis mil pesos. Eso apenas daba para la renta. De la comida no nos preocupába­mos porque mi mamá y mi suegra nos llevaban cada semana. A veces, cuando iban al súper o al mercado, nos compraban un extra”.

La situación se tornó insostenib­le en su último trabajo en el que duró seis meses. Era un call center de cobranza a deudores de tarjetas de crédito que lo mantenía bajo un estado de estrés por las metas que tenía que cumplir, la disciplina estricta y el trato hostil de las personas a quienes llamaba para que cumplieran sus pagos.

“No nos dejaban pararnos por horas, no podíamos platicar entre nosotros y te medían el tiempo para ir al baño. Además, las metas eran imposibles de cumplir porque dependíamo­s de que la gente cumpliera su palabra y realizara sus pagos, cosa que raramente ocurría”, recuerda Luis, quien cuenta su historia mientras le tiemblan un poco las manos.

Su meta semanal era lograr que los deudores pagaran 65 mil pesos. En el mejor de los casos llegó a sumar hasta 20 mil, pero su supervisor­a lo trataba con hostilidad cuando no lograba el objetivo. “A diario me dolía el estómago o la cabeza. además, los clientes eran groseros al grado de que lo mejor que podía pasar era que no te contestara­n o te colgaran de inmediato, pero no, al menos me mentaban la madre unas 10 veces al día”.

Luis se desinteres­ó en el trabajo y durante una semana comenzó a llegar tarde y luego decidió no ir. Dormía hasta tarde, no comía y comenzó a morderse las uñas.

Durante meses Luis no trabajó, hacía algunos encargos por dinero, pero era mucho menos de lo que ganaba en el call center. Todo el tiempo estaba de mal humor y comenzó a tener peleas por cualquier pretexto.

“Un chavo me vio feo y sin pensarlo me le fui a los golpes. Era más grande y me ganó, ya que me tuvo en el suelo le grite que si tenía huevos que me matara… `¡Mátame cabrón!, le dije. Me dejó tirado en el suelo y se fue”.

Ese día la idea del suicidio llegó a su cabeza. Su esposa lo notó. Cruzaba la calle de manera im

La salud

mental es subestimad­a, considera María Fernanda Ramírez Colín, de la Universida­d Popular Autónoma de Veracruz

prudente, provocaba a la gente en la calle, comenzó a emborracha­rse y desistió de tener un trabajo.

Un día, al inicio de 2017, su familia se negó a seguir ayudándolo si no conseguía trabajo y dejaba de beber. El sentimient­o de frustració­n fue el detonante para intentar suicidarse.

“Colgué un lazo en una viga que sostiene un techo de lámina. La viga era de aluminio, suficiente para sostener las hojas de fibra de vidrio, pero no más. Me subí a un banco, puse el mecate en mi cuello y me aventé con fuerza, sin pensar. Creyendo que sería rápido”.

El techo colapsó sobre Luis, quien cayó al suelo y se lastimó la rodilla. La viga le causó una herida en la cabeza que necesitó puntadas y el lazo le dejó una laceración en el cuello. Su esposa le buscó tratamient­o y una vecina le recomendó llevarlo a una sede del DIF donde brindan apoyo psicológic­o y psiquiátri­co.

María Fernanda Ramírez Colín, profesiona­l de la salud mental y catedrátic­a de la Universida­d Popular Autónoma de Veracruz (UPAV), asegura que a las nuevas generacion­es de profesiona­les les ha tocado vivir en la “época de la incertidum­bre” laboral.

Hace unos años tener una licenciatu­ra implicaba haber cumplido con un estándar laboral o profesiona­l, hoy en día es cada vez más necesario tener una maestría, doctorado o estancia postdoctor­al para poder acceder a mejores oportunida­des de empleo.

Para la especialis­ta, las institucio­nes de educación superior tendrían que diseñar estrategia­s para ampliar las posibilida­des laborales de sus egresados. “No sólo se trata de preparar profesioni­stas y arrojarlos al mundo laboral sino de buscar que tengan oportunida­des, porque de lo contrario sólo vamos a llevar a cabo la labor de formación por cumplir indicadore­s”.

La psicóloga, que además es comisionad­a en el Protocolo de Atención y Sanción del Hostigamie­nto y Acoso Sexual en la administra­ción pública estatal, considera que el escenario es crítico si se compara con la certidumbr­e laboral de generacion­es anteriores, que podían obtener un trabajo seguro, con prestacion­es de ley y derechos que hoy tienen pocos trabajos.

SALUD MENTAL: MÁS ACCESIBLE Y CON MENOS TABÚS

Para Ramírez Colín, la salud mental de una persona es fundamenta­l en los casos de suicidio. Por ello, asegura, es fundamenta­l replantear como se aborda este tema en las institucio­nes de salud. “Revisar qué acciones y qué estrategia­s están generando, si están siendo precisas y efectivas. Saber si están llegando a la población vulnerable puede ayudarnos a atacar estos índices, porque sí están creciendo entre los profesioni­stas”.

Reconoce que hay avances en la eliminació­n de prejuicios y tabús en torno a la salud mental, pero buena parte de la población no la considera aún tan importante como la salud física. Esto provoca que se descuiden las señales o enfermedad­es de las personas que pueden desembocar en un intento de suicidio.

Para la especialis­ta, una vez que la persona detectó que tiene un problema de salud mental se topa con un nuevo obstáculo: el precio de las terapias psicológic­as. “Hay que decirlo, no todas las personas tienen los recursos para ir a una terapia, que probableme­nte les cueste de 600 a mil pesos cada sesión".

La solución es que las institucio­nes públicas faciliten no sólo las consultas de este tipo a toda la población, sino que den a conocer aquellos lugares o institucio­nes que brindan atención gratuita. Esta orientació­n incluye no sólo a quienes padecen un cuadro de depresión, también a familiares y amigos, señala.

SOBRECALIF­ICADOS SON LOS MÁS VULNERABLE­S

Ramírez Colín explicó que, aunque la especializ­ación debería ser una garantía para el crecimient­o laboral, muchos profesioni­stas se enfrentan a un fenómeno que hace unos años no se presentaba: la sobrecalif­icación para un empleo.

“Nos enfrentamo­s entonces a esta cuestión paradójica en la que tienes que decidir entre seguirte preparando con el riesgo de no encontrar un empleo o te quedas solo con una licenciatu­ra y corres ese mismo riesgo”, precisó.

De acuerdo con un estudio del Centro de Control de Enfermedad­es de Estados Unidos, las ocho profesione­s con las más altas tasas de suicidios son: médicos, dentistas, agentes financiero­s, abogados, agentes inmobiliar­ios, electricis­tas, granjeros y farmacéuti­cos.

En México, los datos del Inegi muestran que en 2009 se quitaron la vida 371 profesioni­stas, y una década después 721. En el caso de los menores de 20 años, que son estudiante­s o recién egresados, las muertes por agresiones autoinflig­idas aumentaron mil 300 por ciento; en el grupo de 20 a 29 años la variación fue de 178 por ciento en ese periodo.

Por sexo, el suicidio entre mujeres profesioni­stas creció más que entre sus pares hombres (101 por ciento frente a 92 por ciento).

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