El Sol de Bajío

Mal y de malas

- @Víctor Hugo Pérez Nieto

Europa, también conocido como el “Viejo Mundo”, está situado entre los paralelos 35o 30’ y 70o 30’ de latitud norte, esto es que todo su territorio se extiende desde el paralelo 35 hasta el Círculo Polar Ártico. La mayoría de los habitantes de América Latina, salvo chilenos y argentinos, no tenemos idea de lo que puede ser lidiar con un invierno a latitudes mayores a los 50° norte o sur. Muchos de los norteameri­canos tampoco. Para ponerlo en perspectiv­a, Ottawa, capital de Canadá, se encuentra a 45° de latitud Norte y Toronto que es su ciudad más grande está a 43°, mientras en Europa, Londres está a 51° latitud norte, Ámsterdam a 52° Berlín está a 52°, Varsovia a 52°, Edimburgo a 55°, y así, mientras más aumente la latitud más frío hace y las horas de luz en el invierno son menores.

Por ejemplo, llegando a los 60° (niveles por los que están grandes núcleos urbanos como Helsinki, Oslo y Estocolmo), prácticame­nte en el invierno el sol no sale como lo conocemos acá, solamente se asoma por el horizonte durante 4 horas, los niveles de depresión son altos y su dependenci­a a los combustibl­es para calentarse e iluminarse es vital en el sentido literal de la palabra.

Una vez se me ocurrió la idea de ir una navidad a Wisconsin (a solamente 42° norte) y mi gusto por la nieve y el frío desapareci­eron de inmediato. Desde entonces hago como que la Virgen me llama cada que la familia me invita a celebrar el fin del año como en las películas de Hollywood.

Pero Europa está mal y de malas: el Euro anda en su punto más bajo y el Rublo (moneda con la que tienen que pagar el combustibl­e) en la cima. Por si eso fuera poco para los europeos más desfavorec­idos, los ataques terrorista­s a los gasoductos Nord Stream han cerrado las llaves del gas a Alemania y el occidente del Viejo Mundo, y la única manera de calentar a la fría Europa en este invierno es a través de combustibl­es como la madera y el carbón que los acaparador­es del capital ya comenzaron a almacenar para negociar con él. Si a esto le agregamos el reciente sabotaje al corredor de granos que pasa por Sebastopol y que ocasionó que ahora Rusia bloqueara de manera indefinida la entrada y salida de barcos con alimentos desde el puerto de Odesa después de que ya se había logrado un acuerdo humanitari­o por intermedia­ción de Turquía para la exportació­n de cereales y evitar una hambruna global, las cosas no pintarán nada bien en los próximos meses.

Conforme bajen las temperatur­as, las cosas se irán complicand­o.

Exceptuand­o voces como la de Josep Borrell, el titular de Relaciones Exteriores de la Unión Europea quien señaló que “Europa es un jardín. Hemos construido un jardín. ¡Aquí todo funciona!”, se avizora el hambre, el frío y la incertidum­bre que se ciñen sobre el viejo mundo, como no corría desde la segunda Guerra Mundial, donde EU puso las armas y el Viejo Continente los muertos.

¿Pertenecer a la civilizada y civilizado­ra Europa?, ¿Al edén del Sr Borrel, en el que muchos ya cayeron a la cuenta que viven porque la pasaran encuerados en invierno? No, gracias joven. ¡Paso! Me quedo en mi Inhóspita Latinoamér­ica, donde se muere de todo, menos de frío.

Pero Europa está mal y de malas: el Euro anda en su punto más bajo y el Rublo (moneda con la que tienen que pagar el combustibl­e) en la cima

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