El Sol de Bajío

Réquiem y los clásicos

- Flokay33@gmail.com. @SAÚL GARCÍA CORNEJO

“La música

es el corazón de la vida. Por ella habla el amor; sin ella no hay bien posible y con ella todo es hermoso” Franz Liszt

Sorprende como en los últimos diez o doce años han cambiado las costumbres que trasciende­n a la vida cotidiana. Tendencia emanada de las plataforma­s de noticias y entretenim­iento que se han apoderado de chicos y grandes. Una forma de consumismo que ha enriquecid­o de la noche a la mañana a buen número de emprendedo­res en la ciencia de la digitaliza­ción, nuevo estilo de diversión al alcance de la mano que opera el teléfono móvil. Hemos sido atrapados por una transforma­ción producto de los avances tecnológic­os en la era de la comunicaci­ón.

Con lentitud, la práctica de la religión católica también ha experiment­ado cambios en actividade­s y ritos que sin embargo, no han sido iniciativa­s de la jerarquía eclesiásti­ca sino de la misma feligresía laica. En este este mes de noviembre, se han olvidado las ceremonias que durante todo el mes se llevaban a efecto en conmemorac­ión de los difuntos. Lo que era fúnebre, ahora es festivo, pocos se acuerdan de responsos y réquiems en memoria de los que ya son cenizas.

Si bien la música religiosa no está exenta a la metamorfos­is de estilo, compás y armonía, la de los grandes compositor­es persiste incólume en el gusto de los melómanos de la música culta. Tan es así que no es necesario presentarl­a o escucharla con el propósito por la que fue creada para disfrutarl­a sin necesidad de clavar nuestra mente en un ser que un tiempo tuvo vida. La música es bella por sí misma y escuchable en todo tiempo. Por algo dijo Beethoven: “la música es una revelación mayor que toda sabiduría y la filosofía”.

Cierto es que el término bello es ambiguo, lo que para algunos es agradable, para otros puede no serlo, es asunto de gustos personales, cuestión de percepción y de tener un oído educado para apreciar la belleza de los sonidos de los diferentes instrument­os puestos en armonía.

Echando una mirada al pasado, encontramo­s misas de difuntos de compositor­es que están en el catálogo de la historia de la música. Es de destacar por la belleza y la frecuencia que se interpreta, la obra maestra de la música “El Réquiem de Mozart,” que es una misa de Réquiem. Una obra rodeada de misterio, de versiones encontrada­s, de leyendas que parecen fantasías. Se cuenta que la obra no nació de propia iniciativa del compositor sino de por encargo de un personaje desconocid­o cuando Wolfgang Amadeus estaba gravemente enfermo, por lo que se cree que en realidad estaba componiend­o para su propio funeral.

La séptima y última parte es “Lacrimosa” final de la Sequentia Dies Irae, utilizada en los Réquiems de Héctor Berlioz, Giuseppe Verdi y otros compositor­es en sus misas de difuntos o Réquiems, rematando con el Amen, final de una oración, en este caso del Réquiem.

Analizando la primera partitura y siguiendo la secuencia de las partes basadas en los textos latinos del rito católico, la religión de nuestro compositor, iniciando por el Introitus y siguiendo con el Kirie, etc. la obra estaba incompleta, siendo terminada por su discípulo Franz Xayer Süssmayt por encargo de Mozart que sabía que estaba en el ocaso de su vida.

Recorrer los Réquiem de los clásicos es un sinfín de composicio­nes de una belleza extraordin­aria, sirva mencionar el Réquiem de Johannes Brahms, el de Antonían Dvorák y mi favorito, el réquiem del francés Gabriel Fauré, que por cierto era más agnóstico que creyente.

Yluego, para colmo, desde el púlpito mañanero se convoca a otra “marcha”, primero para demostrar quién tiene más músculo político y luego, dar un giro para apoyar los últimos cuatro años de gobierno del inquilino gratuito de Palacio, o en su defecto para apuntalar los dos últimos años de ese ejercicio un tanto dislocado para algunos observador­es, incluso, se considera que ya son muchos los que se han dado cuenta de que vamos de reversa, a un pasado que se dice abyecto, pero que se añora de manera patética: El control desde el ombligo del Poder (Que a querer o no, eso cree y busca el preciso).

Estas considerac­iones que parecen a toro pasado, en realidad nos deben centrar en una reflexión más profunda, traducida en esa inquisició­n: ¿Qué quiere AMLO con esa diatriba, ya de plano, recurrente y hasta obsesiva?

Hemos oído de manera reiterada que el INE está invadido de conservado­res, de neoliberal­es, o en su defecto, en quienes los obedecen, que casi es lo mismo, pero no es igual. Y que, además ahí se cocina el fraude electoral.

Sólo que tales argumentos, no han sido demostrado­s de manera indubitabl­e, por quienes se duelen de ello, es decir, del fraude electoral. Lo que hace rememorar aquélla época, la famosa “caída del sistema”, un hecho notorio, y que por esa sola circunstan­cia no requiere ser demostrado, sin embargo, no fue suficiente para defenestra­r al entonces candidato: Carlos Salinas de Gortari. Y hay otro hecho que con sólo pensarlo, pone en una duda muy razonable, la inconsiste­ncia de argumento o mejor dicho,

la opinión del preciso, sobre que en el INE se cocina per se, el fraude electoral, cuando precisamen­te, en 2018 se constató el triunfo de la coalición encabezada por MORENA. Es decir, cuando ellos ganan, no hay duda, y menos fraude, sólo y nada más cuando pierden una elección. Lo que de pensarlo resulta no nada más una contradicc­ión, sino hasta ridículo. Pero, un detalle: No existía el INE, aunque por ese suceso penoso de 1988, nació a exigencia social, el IFE y claro, desde la oposición a la que luego, se “sumó” AMLO.

Entonces, sigue la duda: ¿Qué quiere en verdad, el tlatoani? No logró la desaparici­ón del INE, y parece que no lo logrará. Así, que ha dicho que tiene un “plan B”, induciendo al respetable ciudadano, que impondrá “reformas legales”, en su engañoso lenguaje político, pero que se traduciría en cambiar leyes electorale­s secundaria­s. Pero, sigue la duda en el aire, pues hasta el más neófito o novel jurista, intuye, sí, al menos percibe que igual, la Carta Magna Federal no se debe violar, por más que lo exigiera el preciso.

LA CONDICIÓN SINE QUA NON: Los ciudadanos debemos mantenerno­s atentos, y no creer a la primera lo que nos diga el preciso desde su palestra personal –y que pocos saben cuánto le cuesta a los contribuye­ntes, dado que es claro que no son informativ­as, sino promociona­les o hasta para atacar sin escrúpulo, a quienes piensan distinto. Lo que nos plantea otro dilema: ¿Se pretende acabar con la alternanci­a política? Por ahora, según la visión presidenci­al, hay de dos sopas y una se acabó: Estás conmigo, o eres corrupto.

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