Réquiem y los clásicos
“La música
es el corazón de la vida. Por ella habla el amor; sin ella no hay bien posible y con ella todo es hermoso” Franz Liszt
Sorprende como en los últimos diez o doce años han cambiado las costumbres que trascienden a la vida cotidiana. Tendencia emanada de las plataformas de noticias y entretenimiento que se han apoderado de chicos y grandes. Una forma de consumismo que ha enriquecido de la noche a la mañana a buen número de emprendedores en la ciencia de la digitalización, nuevo estilo de diversión al alcance de la mano que opera el teléfono móvil. Hemos sido atrapados por una transformación producto de los avances tecnológicos en la era de la comunicación.
Con lentitud, la práctica de la religión católica también ha experimentado cambios en actividades y ritos que sin embargo, no han sido iniciativas de la jerarquía eclesiástica sino de la misma feligresía laica. En este este mes de noviembre, se han olvidado las ceremonias que durante todo el mes se llevaban a efecto en conmemoración de los difuntos. Lo que era fúnebre, ahora es festivo, pocos se acuerdan de responsos y réquiems en memoria de los que ya son cenizas.
Si bien la música religiosa no está exenta a la metamorfosis de estilo, compás y armonía, la de los grandes compositores persiste incólume en el gusto de los melómanos de la música culta. Tan es así que no es necesario presentarla o escucharla con el propósito por la que fue creada para disfrutarla sin necesidad de clavar nuestra mente en un ser que un tiempo tuvo vida. La música es bella por sí misma y escuchable en todo tiempo. Por algo dijo Beethoven: “la música es una revelación mayor que toda sabiduría y la filosofía”.
Cierto es que el término bello es ambiguo, lo que para algunos es agradable, para otros puede no serlo, es asunto de gustos personales, cuestión de percepción y de tener un oído educado para apreciar la belleza de los sonidos de los diferentes instrumentos puestos en armonía.
Echando una mirada al pasado, encontramos misas de difuntos de compositores que están en el catálogo de la historia de la música. Es de destacar por la belleza y la frecuencia que se interpreta, la obra maestra de la música “El Réquiem de Mozart,” que es una misa de Réquiem. Una obra rodeada de misterio, de versiones encontradas, de leyendas que parecen fantasías. Se cuenta que la obra no nació de propia iniciativa del compositor sino de por encargo de un personaje desconocido cuando Wolfgang Amadeus estaba gravemente enfermo, por lo que se cree que en realidad estaba componiendo para su propio funeral.
La séptima y última parte es “Lacrimosa” final de la Sequentia Dies Irae, utilizada en los Réquiems de Héctor Berlioz, Giuseppe Verdi y otros compositores en sus misas de difuntos o Réquiems, rematando con el Amen, final de una oración, en este caso del Réquiem.
Analizando la primera partitura y siguiendo la secuencia de las partes basadas en los textos latinos del rito católico, la religión de nuestro compositor, iniciando por el Introitus y siguiendo con el Kirie, etc. la obra estaba incompleta, siendo terminada por su discípulo Franz Xayer Süssmayt por encargo de Mozart que sabía que estaba en el ocaso de su vida.
Recorrer los Réquiem de los clásicos es un sinfín de composiciones de una belleza extraordinaria, sirva mencionar el Réquiem de Johannes Brahms, el de Antonían Dvorák y mi favorito, el réquiem del francés Gabriel Fauré, que por cierto era más agnóstico que creyente.
Yluego, para colmo, desde el púlpito mañanero se convoca a otra “marcha”, primero para demostrar quién tiene más músculo político y luego, dar un giro para apoyar los últimos cuatro años de gobierno del inquilino gratuito de Palacio, o en su defecto para apuntalar los dos últimos años de ese ejercicio un tanto dislocado para algunos observadores, incluso, se considera que ya son muchos los que se han dado cuenta de que vamos de reversa, a un pasado que se dice abyecto, pero que se añora de manera patética: El control desde el ombligo del Poder (Que a querer o no, eso cree y busca el preciso).
Estas consideraciones que parecen a toro pasado, en realidad nos deben centrar en una reflexión más profunda, traducida en esa inquisición: ¿Qué quiere AMLO con esa diatriba, ya de plano, recurrente y hasta obsesiva?
Hemos oído de manera reiterada que el INE está invadido de conservadores, de neoliberales, o en su defecto, en quienes los obedecen, que casi es lo mismo, pero no es igual. Y que, además ahí se cocina el fraude electoral.
Sólo que tales argumentos, no han sido demostrados de manera indubitable, por quienes se duelen de ello, es decir, del fraude electoral. Lo que hace rememorar aquélla época, la famosa “caída del sistema”, un hecho notorio, y que por esa sola circunstancia no requiere ser demostrado, sin embargo, no fue suficiente para defenestrar al entonces candidato: Carlos Salinas de Gortari. Y hay otro hecho que con sólo pensarlo, pone en una duda muy razonable, la inconsistencia de argumento o mejor dicho,
la opinión del preciso, sobre que en el INE se cocina per se, el fraude electoral, cuando precisamente, en 2018 se constató el triunfo de la coalición encabezada por MORENA. Es decir, cuando ellos ganan, no hay duda, y menos fraude, sólo y nada más cuando pierden una elección. Lo que de pensarlo resulta no nada más una contradicción, sino hasta ridículo. Pero, un detalle: No existía el INE, aunque por ese suceso penoso de 1988, nació a exigencia social, el IFE y claro, desde la oposición a la que luego, se “sumó” AMLO.
Entonces, sigue la duda: ¿Qué quiere en verdad, el tlatoani? No logró la desaparición del INE, y parece que no lo logrará. Así, que ha dicho que tiene un “plan B”, induciendo al respetable ciudadano, que impondrá “reformas legales”, en su engañoso lenguaje político, pero que se traduciría en cambiar leyes electorales secundarias. Pero, sigue la duda en el aire, pues hasta el más neófito o novel jurista, intuye, sí, al menos percibe que igual, la Carta Magna Federal no se debe violar, por más que lo exigiera el preciso.
LA CONDICIÓN SINE QUA NON: Los ciudadanos debemos mantenernos atentos, y no creer a la primera lo que nos diga el preciso desde su palestra personal –y que pocos saben cuánto le cuesta a los contribuyentes, dado que es claro que no son informativas, sino promocionales o hasta para atacar sin escrúpulo, a quienes piensan distinto. Lo que nos plantea otro dilema: ¿Se pretende acabar con la alternancia política? Por ahora, según la visión presidencial, hay de dos sopas y una se acabó: Estás conmigo, o eres corrupto.