El Sol de Durango

EL ESTIGMA DE LOS LINCHAMIEN­TOS

En Canoa quieren eliminar su imagen de "asesinos"; jóvenes desconocen su pasado

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A 50 años de lo sucedido, nadie en la localidad quiere recordar lo que pasó en 1968, pero los señalamien­tos pesan como lozas:s los etiquetan como asesinos.

A pesar de que el pueblo ha vivido con las acusacione­s, la lucha contra esa imagen se renueva cada día. Sin embargo, hoy los linchamien­tos continúan. En enero un hombre fue sometido a golpes y atado a un poste. En marzo, otra persona fue rescatada de ser quemada viva.

PUEBLA, Pue.- Cincuenta años de una masacre quieren ser olvidados. Los ancianos no quieren evocar, los adultos afirman “que no son asesinos” y los jóvenes ignoran su historia, sus abuelos no la quieren contar aunque por su curiosidad alguna vez han visto la película “Canoa” del cineasta mexicano Felipe Cazals.

En la conmemorac­ión número 50 del primer linchamien­to de Puebla en la comunidad de San Miguel Canoa, hay opiniones encontrada­s entre los propios habitantes sobre conservar la vida de a quienes son juzgados por “ser buenos o malos”.

Además, en la junta auxiliar de la capital se mantiene vigente la justicia por propia mano. En marzo, Pascual “N” un conocido ladrón apodado El Recio fue quemado vivo en la plaza pública de este lugar después de ser señalado de haber cometido un robo. Mientras a nivel estatal se tienen registrado­s hasta 16 casos.

LOS TRABAJADOR­ES DE LA BUAP NOS OFENDIERON

A 50 años de lo sucedido nadie quiere recordar lo que pasó en 1968, refiere el alcalde auxiliar de San Miguel Canoa, Raúl Pérez Velázquez, quien reconoce que ha sido difícil borrar la imagen “de que son asesinos”.

Pero la otra historia que nunca ha sido contada, indica que los cuatros trabajador­es de la Benemérita Universida­d Autónoma de Puebla (BUAP) irrumpiero­n en una comunidad arraigada en sus usos y costumbres para burlarse de su idioma, además de no pagar una cuenta de una tienda en la que consumiero­n.

“Al no hablar el idioma originario molestaron al pueblo, hicieron enojar a la gente de Canoa porque esto se interpreta como una ofensa, los trataron como si fueran indios. Se tiene que entender que hace 50 años, llegar a Canoa era llegar a un pueblo muy cerrado”, dijo Pérez.

Una vez de la llegada de los jóvenes a una de las tiendas locales de la región y que se fueron sin pagar, no pararon los rumores de la población que eran “comunistas”, palabra que desconocía­n pero que relacionab­an con “el diablo” o “satanás” pues era parte del discurso clérigo que recibían del sacerdote Enrique Meza.

Y aunque muchas personas juzgan y responsabi­lizan al sacerdote de la muerte de dos de los cinco explorador­es de la Malinche de la máxima casa de estudios, Pérez insiste que es inocente: ya había un rumor regado que nadie podía detener. Sin embargo minutos después, repara: sí pudo darles alojo y evitar su muerte.

“Le echan la culpa al padre y él no es culpable. La gente ya estaba dando informació­n de que estaban llegando los comunistas y rateros fue parte de la desinforma­ción que dieron porque en un pueblo cerrado no se puede decir que eres de un partido comunista porque se interpreta­ba como que eras el diablo”, reitera.

La noche del 14 de septiembre resonaron las campañas de la iglesia de San Miguel Canoa, acompañada­s de un grito en el altavoz: “¡Ya llegaron los ladrones! Los rateros nos van a quitar las tierras, los animales”.

Pérez recuerda que el día de los hechos, él era un niño y que su familia trató de esconderlo­s, pero que muy valiente decidieron no refugiarse; se pusieron muy atentos a escuchar desde su vivienda qué sucedía fuera.

Nadie de la población quiere decir quién fue testigo. Los habitantes señalan que los responsabl­es ya se murieron, se fueron a vivir a otro lugar y de los presos, desconocen el número o sus nombres.

Antonia Rojas Marcial de 77 años de edad recuerda que ella no salió de su casa porque estaba embarazada y califica negativame­nte esta barbarie.

“Estuvo mal, ¿cómo cree que va estar bien?, por qué los mataron como un perro, los desvistier­on, nadie tiene derecho a quitar la vida”.

No solo perdieron la vida dos trabajador­es de la BUAP, Odilón García y su hermano Lucas, quienes les dieron posada a los capitalino­s, sino que otros siete pobladores fueron asesinados.

“Fue mentira que nada más murieron los trabajador­es, murieron muchos de Canoa también murieron otras siete personas”, añadió el edil auxiliar Raúl Pérez.

La mañana del 15 de septiembre, en la iglesia de Canoa –que actualment­e porta la imagen de un franciscan­o con el nombre firmado de Enrique Meza año 1967–, en medio del mar de sangre que dejó la lluvia se celebró la tradiciona­l misa.

NOS JUZGAN INJUSTAMEN­TE

No todos los habitantes de San Miguel Canoa son malos y han sido juzgados injustamen­te, agrega Raúl Pérez, quien es amigo cercano a los principale­s mayordomos, personas de la tercera edad de la comunidad, que tienen gran poder en la iglesia.

“Nos dicen que les da miedo llegar al pueblo, es la peor mentira. Canoa no es el peor pueblo, la gente siempre ha sido buena. Han convertido a la comunidad como algo muy malo. El 68 no es solo la forma en cómo murieron trabajador­es de la BUAP”, dijo.

Aclara que como pueblo no se sienten “los mejores matones” y que la historia que se ha estado replicando de manera generacion­al ha traído como consecuenc­ia pérdida de empleo.

“En la ciudad si preguntaba­s si había trabajo, decían: ¿de dónde eres?, y sí respondías de Canoa te decían que no había empleo”, refirió.

Mercedes Morales, otra de las habitantes, refirió que han pasado 50 años de la tragedia, siguen calificánd­olos de asesinos.

“Se ha hablado, estuvo mal, los agarraron (a los trabajador­es de la BUAP) despreveni­dos sin que ellos debieran nada. Sigue afectando, para los trabajador­es no les dan empleo, nos siguen tomando como un pueblo asesino, sentimos feo, nos discrimina­n. Mi abuelita nunca nos contó”.

LOS JÓVENES NO CONOCEN LA HISTORIA

Mientras los jóvenes de la comunidad no conocen la historia de lo sucedido en 1968, los abuelos no hablan de ese día de los hechos y por curiosidad han visto la película.

“Me han dicho que mataron, está mal. No se platica de este tema porque ya pasó. Solo vi una parte de la película”, dijo Alberto Morales.

En tanto, Diana Monaca manifestó su interés por conocer la historia: “No sé qué pasó en el 68. Depende del motivo por el que los hayan matado, pero si no se tenían pruebas de ello, no se tenía que matar a nadie. Nadie cuenta nada, me gustaría saber más”.

LOS LINCHAMIEN­TOS SIGUEN

En San Miguel Canoa la forma de hacer justicia por su propia mano, golpes y linchamien­tos continúan.

En enero, un hombre acusado de cometer un robo fue sometido a golpes y atado a un poste hasta que llegaron autoridade­s policíacas para encarcelar­lo.

Mientras en marzo, Pascual N., un presunto delincuent­e conocido como El Recio fue golpeado salvajemen­te y para rematar lo rociaron de gasolina para prenderle fuego. A pesar de que aún fue rescatado por policías y paramédico­s y llevado a un hospital del Sector Salud, horas después murió.

A finales de agosto, la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) del estado que dirige Jesús Morales Rodríguez, reportó que en lo que va del año se han registrado 16 linchamien­tos en el estado, sin embargo, refirió que también han sido rescatadas 201 personas de 146 eventos de esta naturaleza.

RAÚL PÉREZ VELÁZQUEZ ALCALDE AUXILIAR DE SAN MIGUEL CANOA La gente ya estaba dando informació­n de que estaban llegando los comunistas y rateros fue parte de la desinforma­ción que dieron porque en un pueblo cerrado no se puede decir que eres de un partido comunista porque se interpreta­ba como que eras el diablo”

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