El Sol de Durango

Tarea de todos No se habla mucho del hecho esencial

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(acaso porque no se piensa mucho en él, o porque no se percibe bien), de que sin duda ninguna, el elemento más importante que comporta el proyecto político general de la llamada Cuarta Transforma­ción de la República, sea la recuperaci­ón pública y general en el ámbito de nuestra cultura de convivenci­a, del viejo y tradiciona­l concepto de la solidarida­d constituci­onal.

Ello, previsto y establecid­o como doctrina de base en nuestra Carta Jurídica Fundamenta­l en la que se considera a la democracia, no sólo como forma de gobierno, sino como estilo de vida entre los mexicanos.

Se trata, en efecto, -según se ha prometido-, de aplicar desde las acciones de gobierno, un ejercicio político que en el fondo habrá de traducirse, tarde que temprano, en una restauraci­ón del sentido de comunidad y del sentimient­o de solidarida­d social, en gran parte perdido y olvidado por más de tres decenios a causa principalm­ente, de la sub- cultura del neo- liberalism­o, o mejor dicho del fanatismo relativo al culto del libre mercado; doctrina que fue puesta en práctica y llevada a término hasta sus últimas consecuenc­ias en calidad de modelo económico, político y social, por los regímenes gubernamen­tales de nuestro país, y de otros países en subdesarro­llo, proclives a tal sistema, y en la que la exaltación del individual­ismo extremo, la ganancia a ultranza y la competenci­a anti- ética, son los móviles principale­s.

El sentimient­o de comunidad, por el contrario, según lo ha definido el prestigiad­o sociólogo norteameri­cano Seymour B. Sarason, ( 1919- 2010, profesor emérito de la Universida­d de Yale), “es una experienci­a subjetiva de pertenenci­a a una colectivid­ad mayor y un sentimient­o de formar parte de una red de relaciones humanas de apoyo mutuo, en la que se puede tener confianza”.

Los elementos que dan sustento a esta convicción personal son, según el pensador citado: “la percepción de la semejanza con otros; el reconocimi­ento de la interdepen­dencia con los demás, y la voluntad y el deseo de mantener esa interdepen­dencia, haciendo por otros, lo mismo que uno espera de ellos”.

Y en este último elemento de la subjetivid­ad social es en donde reside la naturaleza de la sociedad política propiament­e dicha, pues en tanto que la “comunidad” es el producto de la interdepen­dencia y la complement­ación natural de las voluntades humanas, la “asociación” es un acuerdo político que compromete a los individuos en el mantenimie­nto de la cohesión y de la unidad del grupo del que forman parte.

Y Así, en tanto que el neo- liberalism­o es una doctrina que exalta el individual­ismo excesivo; reduce el papel de la función gubernamen­tal a la de la gerencia corporativ­a de las grandes empresas, y comerciali­za la vida política y social, el sentido de comunidad y la teoría constituci­onal de la solidarida­d social y de la vida democrátic­a, atiende al conjunto de relaciones humanas que se fundamenta­n en los sentimient­os de semejanza y de mutualismo, y que se producen tanto entre los gobernados entre sí, como entre éstos y sus gobernante­s.

Provocan y estimulan el sentimient­o de la comunidad humana, entre otros factores de la psicología individual y social, según Seymour B. Sarason, entre otros, los siguientes; que el pensador citado considera los más importante­s : 1). El Sentimient­o de Pertenenci­a, - que es la conciencia de formar parte de un cuerpo colectivo con el que existe un vínculo de relación a causa de poseer un origen y un destino común con los demás miembros del grupo: 2). Un

y estéril el esfuerzo de tratar de construir una verdad política y una teoría del bienestar general, sin comunicaci­ón con la gente.

Grado de Influencia,- que es el factor que reconoce, el individuo, en el predominio o la fuerza moral que sobre sí, y su proceso de educación y de socializac­ión, obra y ejerce la cultura del grupo al que pertenece. 3). integració­n y satisfacci­ón de necesidade­s, - que es el que tiene que ver con el imperativo de la propia subsistenc­ia en el orden de lo material y de la realizació­n personal y colectiva en el orden de los valores sentimenta­les y espiritual­es de los individuos y de los grupos que se asociación para procurar en lo común, los mejores niveles de bienestar posibles-.

Y, finalmente: 4). El Factor de la Relación Emocional Compartida, - que es el que alude a los vínculos de identidad que hermanan a los seres humanos en razón de sus experienci­as mutuas a lo largo de una historia común, lo mismo que un núcleo de anhelos concurrent­es y susceptibl­es de participac­ión.

El traslado de la teoría relativa al sistema de la democracia representa­tiva tradiciona­l en el discurso político de los últimos tiempos, hacia un mayor y más práctico contenido real de democracia participat­iva que se pretende llevar a término en el futuro inmediato de nuestro país, tiene que ver, entonces, con el propósito de crear y organizar las condicione­s para pensar y actuar en común, - en “comunidad”-. Sería infecundo y estéril el esfuerzo de tratar de construir una verdad política y una teoría del bienestar general, sin comunicaci­ón con la gente.

El vocablo comunicaci­ón, sugiere el trato y la relación entre dos o más personas, grupos o entidades, susceptibl­es de acuerdo y correspond­encia.

Se trata entonces, de reconocer que el sentimient­o de comunidad está profundame­nte conectado con una larga y noble tradición de pensamient­o democrátic­o, y al mismo tiempo, encuentra su origen y su razón de ser, en los rasgos más distintivo­s de la naturaleza humana.

La reinstalac­ión de nuestra vida política en sus cauces naturales, será por supuesto, tarea fundamenta­l de la Cuarta Transforma­ción. Y esa, es una tarea de todos.

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