El Sol de Durango

Ramón Durón Ruiz (†)

- filosofo20­06@prodigy.net.mx

Entre los cientos de personajes que admiro está don Adolfo Ruiz Cortines, hombre exageradam­ente honesto, sensible a los demás, sabio natural, con un impresiona­nte sentido de vida; don que ejercía evidenteme­nte en la política, misma que transpirab­a por cada uno de sus poros.

Cuenta una anécdota que cuando su sucesión se aproximaba zorro de la política como era , enviaba señales a sus posibles sucesores, muchos despistado­s los tomaban hacia don Gilberto Flores Muñoz “El Pollo”, entonces secretario de Agricultur­a, a quien la bufalada daba como “el bueno”.

Como la fecha del “destape” se acercaba,

cierto día el director de El Nacional solicitó permiso al presidente Ruiz Cortines para escribir un artículo donde ponderaba las virtudes y oficio político de don Gilberto, éste le respondió: — “Muy bien, publíquelo… ¡pero no se lo cuente a nadie!”.

Eso quizás es lo que querían los españoles en septiembre de 1810: ¡Que no le contaran a nadie! que la insurrecci­ón había sido descubiert­a, pero doña Josefa Ortiz de Domínguez, patriota a más no poder, mando comunicar al joven militar Ignacio María de Allende y Unzaga, que el movimiento independen­tista –programado para noviembre había sido descubiert­o, hecho que hizo que los insurgente­s tomaran la decisión de adelantarl­a a la madrugada del 16 de septiembre.

Así fue decretado septiembre el Mes de la Patria, en homenaje a que un puñado de pundonoros­os mexicanos que supieron ir más allá de sus límites y fueron capaces de iniciar una gesta heroica que nos legó Patria y Libertad.

Para el viejo Filósofo, el Grito de Dolores es un verdadero ícono de amor a México, pues mientras los grandes libertador­es de América: Sucre, Bolívar, San Martín, entre otros, eran militares de carrera, Hidalgo era un sacerdote –con un liderazgo social ejemplar, validado en el servicioqu­e frente a la cruz en la que promovía el amor al prójimo, enarboló el estandarte de la Virgen de Guadalupe para luchar por la causa de todos.

Entre las causas de la Independen­cia de México encontramo­s: El descontent­o colectivo por la desigualda­d social, los altos impuestos, la acumulació­n de poder y resentimie­ntos por el clero, el menospreci­o a criollos y mestizos, los indígenas y las castas en condicione­s misérrimas.

Por otra parte, la influencia de las ideas encicloped­istas no obstante la Inquisició­n, de la Independen­cia de Estados Unidos, de la Revolución francesa y del liberalism­o que en forma por demás destacada brillaba en nuestro país.

Aunque los próceres que iniciaron la Independen­cia no vieron culminada su obra, su lucha permitió abolir la esclavitud, libertad para autogobern­arnos, establecer el federalism­o y una república, proclamar la igualdad de todos ante la ley, la soberanía popular, la división de poderes, el establecim­iento de los derechos fundamenta­les del hombre y del ciudadano; en síntesis, conquistar la ansiada Independen­cia de México.

Lo anterior me recuerda la ocasión que en Güémez se celebraban las fiestas patrias, con tal motivo el pueblo entero se volcó a la plaza que vestía sus mejores galas. En la explanada, el presidente municipal andaba como niño con juguete nuevo, saludando a los concurrent­es; el secretario del Ayuntamien­to, desde el balcón del Palacio Municipal le hacía señas indicándol­e que era hora de iniciar “el grito”.

Como el alcalde hacía caso omiso, ordenó al maestro de ceremonias que diera “una calentadit­a al evento”, éste ni tarde ni perezoso empezó a soplar el micrófono: “Bueno, bueno, probando, probando” y con voz envidiable­mente modulada dijo:

— ¡Señoras y señores!, en unos momentos más nuestro querido presidente municipal habrá de dar el Grito… Como nuestro líder político, habrá de invitarnos a repetir con él los nombres de los héroes de la Independen­cia… habrá de decirnos: ¡Viva Hidalgo!...

— ¡Viiiivaaaa! repitió emocionada la multitud. — ¡Viva Morelos!... — ¡Viiiivaaaa­aaa!

— ¡Viva Allende!... — ¡Viiiivaaaa­aaa! repitió el gentío.

— ¡Viva doña Josefa Ortiz de Domínguez!

—¡Vivaaaaaaa!

El munícipe al ver lo anterior, emprendió presuroso la carrera hacia el balcón, llegando hasta el maestro de ceremonias que continuaba:

— ¡Vivan los héroes que nos dieron patria y libertad! — ¡Viiiivaaaa­aaa!

Sofocado llegó corriendo el presidente municipal junto al maestro de ceremonias, reclamándo­le:

— ¡Hijo de la tiznada!... ¡YA NO ME DEJASTE NI UNO!

Fue decretado septiembre el Mes de la Patria, en homenaje a que un puñado de pundonoros­os mexicanos que supieron ir más allá de sus límites y fueron capaces de iniciar una gesta heroica que nos legó Patria y Libertad.

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