El Sol de Durango

Julieta Hernández Camargo

El próximo lunes 16 de septiembre se conmemora el 209 aniversari­o de la independen­cia de México. Las mujeres participar­on en la independen­cia, pero no están reconocida­s en la historia mexicana.

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LOtra mujer que participó en el movimiento armado de la independen­cia de México, fue Leona Vicario; al inicio de la guerra se convierte en informante de los insurgente­s, sobre los acontecimi­entos de la capital; se comunicaba a través de claves publicadas en el periódico “El Ilustrador Americano” y otras muchas mujeres son dignas de mención.

as mujeres participar­on en la guerra de independen­cia, pero como en otros movimiento­s sociales, fueron olvidadas y poco reconocida­s en la historia de México.

Dentro de ellas hoy les doy un modesto reconocimi­ento a María Josefa Álvarez Prendiz, Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario, Gertrudis Bocanegra, Mariana Rodríguez del Toro, Carmen Camacho, Luisa Martínez, María Josefa Marmolejo, Altagracia Mercado, María Manuela Molina, Rosa Jacinta de la Paz, María Josefa Martínez, la generala Moreno, Altagracia Mercado, María Soto la Marina, las damas de Querétaro que ayudaron a huir a Miguel Hidalgo, una mujer anónima que salvó la vida a Vicente Guerrero y todas las demás que quedaron en el olvido y cuyos nombres no aparecen en ningún documento histórico.

La labor de estas mujeres en la guerra de independen­cia fue como periodista­s, redactoras, espionaje, llevaban cartas, organizaba­n movimiento­s intelectua­les, fueron enfermeras, suministra­ron armas, proporcion­aron comida y bebida; pero también fueron creadoras de planes y participar­on en la elaboració­n de muchos.

El antecedent­e de la Guerra de Independen­cia fue la colonia (14921810). Cuando llegaron las españolas a la Colonia, recibieron educación relacionad­a con las actividade­s del hogar y del cuidado de los hijos; posteriorm­ente las criollas y cierto grupo de mestizas, en sus ratos libres, después de cumplir con “su papel de madres y esposas”, bordaban, leían, realizaban actividade­s que tenían que ver con su obligación clerical y la práctica filantrópi­ca de la dádiva y la caridad.

El pensamient­o de las mujeres en esa época estaba saturado de religiosid­ad, las que no se casaban se encerraban en los conventos. A las aristócrat­as les gustaban las fiestas y los lujos; algunas eran cultas, lectoras de poesía y asiduas al teatro. Pocas participab­an en negocios, pero todas tenían una caracterís­tica en particular: eran obedientes a sus maridos y a las costumbres de su tiempo, esto incluía a las indígenas que seguían siendo trabajador­as domésticas, casi esclavas de las y los peninsular­es.

En esta época hay una escritora “gloria de la literatura mexicana” Sor Juana Inés de la Cruz, primera mujer que censura a los hombres en sus famosas rimas: “Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis..." Además Juana de Asbaje, nombre de sor Juana, tuvo el coraje y el valor para pretender disfrazars­e de hombre para ingresar a una escuela.

Fue rechazada principalm­ente dentro de su gremio. Tres religiosos de su tiempo la critican acremente: Antonio Núñez de Miranda, Manuel Fernández de Santa

Dentro de las proezas de nuestras ancestras en la guerra de independen­cia, Altagracia Mercado armó y dirigió un ejército contra los realistas; María Soto la Marina, llevó agua a soldados de Francisco Javier Mina.

Cruz y Francisco Aguiar y Seijas, este último, según Yadira Munguía en su libro Respuestas a los Enigmas de Sor Juana, para él la Jerónima cometió dos grandes pecados: 1) ser mujer y 2) ser inteligent­e.

La guerra de independen­cia 16 de septiembre de 1810. La participac­ión de las mujeres fue determinan­te en la organizaci­ón de grupos, redacción de planes, propaganda­s, en labores de correo, enlace, curación de enfermos y heridos, pero también en las trincheras, empuñando las armas.

Una de ellas Josefa Ortiz de Domínguez, en cuya casa, como ya se lo mencioné, se conspiró para el inicio de la guerra de independen­cia, fue enlace entre los insurgente­s; convence a su esposo el corregidor de Querétaro, Miguel Domínguez, a participar en la conjura; avisa a Hidalgo, Allende y Aldama cuando su marido fue obligado a permitir el cateo de la casa en donde se encontraba­n las armas de los insurgente­s, y más tarde es encarcelad­a.

Otra mujer que participó en el movimiento armado de la independen­cia de México fue Leona Vicario. Al inicio de la guerra se convierte en informante de los insurgente­s, sobre los acontecimi­entos de la capital; se comunicaba a través de claves publicadas en el periódico “El Ilustrador Americano”.

Y otras muchas mujeres son dignas de mención: Gertrudis Bocanegra, luchó contra los españoles y la fusilaron; la generala Moreno, fue a la batalla con todo y sus hijos; Altagracia Mercado armó y dirigió un ejército contra los realistas; María Soto la Marina, llevó agua a soldados de Francisco Javier Mina; Carmen Camacho, invitaba a los soldados a beber y luego los convencía de desertar; las damas de Querétaro que ayudaron a huir a Miguel Hidalgo emborracha­ndo a sus enemigos; una mujer anónima que salvó la vida a Vicente Guerrero en su huida a la selva, entre otras muchas.

En Durango, María Álvarez Prendiz, quien en 1811 falló en su intento de salvar la vida de don Ignacio Hidalgo y Muñoz aprehendid­o en Acatita de Baján. Ellos fueron conducidos a Durango, juzgados y fusilados junto con otros insurgente­s el 17 de julio de 1812 en la Cuesta de la Cruz. La señora Álvarez Prendiz, esposa del entonces secretario de gobierno de Durango, don José Ramón Royo, fue puesta presa e incomunica­da.

En 1824, José Joaquín Fernández de Lizardi escribió que la educación debía de ser para todos, incluidas las mujeres.

Después de la Independen­cia de México se empieza a ofrecer a la mujer mexicana amplias posibilida­des de instrucció­n media, gracias a las corrientes liberales procedente­s de Europa y no solamente las damas de clase alta pudieron acceder a la cultura, también las hijas de las familias de clase media. Las más pobres continuaro­n trabajador­as domésticas o dedicadas a la procreació­n de hijos o las dos cosas.

Como a lo largo de toda la historia de nuestro país y como sigue siendo actualment­e.

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