Los hechos
El pueblo con el pueblo
son sagrados; la interpretación es libre. Así reza el viejo y sabio aforismo periodístico. Y es un hecho evidente, comprobado y comprobable que la aprobación ciudadana al gobierno de López Obrador linda en el 70 por ciento, aunque pueda reconocerse que algunas encuestas dan cifras menores: 60 por ciento. Pero todas refieren siempre varios puntos por arriba del 50 por ciento.
Estos son los hechos que, de acuerdo con el aforismo citado, es necesario interpretar. ¿De donde proviene ese respaldo popular? ¿Qué lo produce? ¿Qué fenómeno social, qué circunstancias lo explican? Hasta ahora los ideólogos y los voceros del conservadurismo no han podido ofrecer una explicación creíble o más o menos sólida. Algunos lo atribuyen a la debilidad y desprestigio de los partidos políticos de la derecha: PRI, PAN, PRD y MC (Movimiento Ciudadano).
Pero, siendo correcta esa caracterización de los partidos conservadores, no sirve para explicar la aprobación popular al obradorismo. Sólo puede confirmar la propia carencia de apoyo popular de los partidos de derecha.
Otro argumento esgrimido por los conservadores para explicar la aprobación social al obradorismo es calificar al pueblo de ignorante, tonto, manipulable y de ser incapaz de reconocer lo que lo beneficia y lo que lo perjudica. Explicar así las cosas y no explicar nada es sencillamente lo mismo.
En este último tipo de hipótesis explicativas coinciden la ultraderecha, la derecha más o menos civilizada, diversos grupos o membretes de la ultraizquierda, como trotskistas, neozapatistas, anarquistas y feministas y ambientalistas radicales, así como muchísimas organizaciones no gubernamentales (oenegés) financiadas y orientadas ideológica y políticamente por los gobiernos de los países imperialistas, señaladamente de Estados Unidos y Alemania.
¿No será que la explicación correcta del apoyo ciudadano al obradorismo es exactamente la contraria a las desplegadas por el conservadurismo? El pueblo apoya a López Obrador porque se identifica con él en lo personal, en lo social y en lo cultural. Los plebeyos con el plebeyo. El pueblo con el pueblo. La raza con la raza, los excluidos con los excluidos, los humillados con los humillados. ¿Es muy difícil entender esto?
Y así como no comprenden esta verdad tan sencilla, tampoco entienden que al atacar y vilipendiar a López Obrador contribuyen al aumento del apoyo ciudadano al líder más popular y querido desde los ya lejanos tiempos del general revolucionario Lázaro Cárdenas.
Otro argumento esgrimido por los conservadores para explicar la aprobación social al obradorismo es calificar al pueblo de ignorante, tonto, manipulable y de ser incapaz de reconocer lo que lo beneficia y lo que lo perjudica. Explicar así las cosas y no explicar nada es sencillamente lo mismo. En este último tipo de hipótesis explicativas coinciden la ultraderecha, la derecha más o menos civilizada, diversos grupos o membretes de la ultraizquierda, como trotskistas, neozapatistas, anarquistas y feministas y ambientalistas radicales, así como muchísimas organizaciones no gubernamentales (oenegés) financiadas y orientadas ideológica y políticamente por los gobiernos de los países imperialistas, señaladamente de Estados Unidos y Alemania. ¿No será que la explicación correcta del apoyo ciudadano al obradorismo es exactamente la contraria a las desplegadas por el conservadurismo?
El mandatario, quien está buscando la reelección, ya se veía desmejorado, pero supuestamente a todos los presentes en ese evento, incluyendo personal, periodistas, staff de candidatos y cualquier persona que tuviera algo que hacer allí, le habían hecho la prueba del coronavirus, con el fin de que ese fuera un espacio seguro. Se trataba de un tema de seguridad nacional.
De inmediato se notificó que el presidente sería atendido en un Centro Médico Militar en la ciudad de Washington D.C., donde lejos de permanecer en una cama bajo constante revisión, hizo al menos dos videos, explicando que se sentía bien, pero luciendo sumamente demacrado.
Después tuvo una idea profundamente criticada, ya que durante el fin de semana salió a dar vueltas alrededor del hospital en una camioneta con un elevado blindaje junto con miembros del Servicio Secreto, que, al acompañar al mandatario en su capricho narcisista, expusieron su propia vida en lo que los medios estadounidenses llamaron "desfile Covid".
Finalmente, la actitud de Donald Trump hacia el coronavirus y a su propio contagio, ha ido muy en línea con lo que han hecho otros gobiernos populistas como los de Brasil y el Reino Unido, donde sin ánimo de verlo como una casualidad, los dos gobernantes, Jair Bolsonaro y Boris Johnson, respectivamente, también cayeron contagiados de Covid-19.
Si la enfermedad no le sirve para ganar simpatías, ni tiempo, faltando menos de un mes para las elecciones, en caso de ser derrotado, Trump podría asirse de ella para dejar el poder sin que lo persigan los que llegan, ni la tomen en su contra los grupos extremistas que lo han apoyado.