El Sol de Durango

SE RECONOCE COMO UN HOMBRE DURO, HASTA CONSIGO MISMO

- MIGUEL REYES RAZO

Viene, vino a los 78 años de su vida Enrique Bátiz Campbell a repasar sus días de escolar en el por entonces afamado -muy exclusivo- Colegio México de la antañona colonia Roma; los años de su bachillera­to en el Marista Centro Universita­rio México; su brevísimo tránsito por la Facultad de Derecho de la UNAM; su decisión de no ser abogado; más su ambición de verse célebre pianista, sus fatigas para ganar la Tuition Scholarshi­p de la Southern Methodist University de Dallas, Texas.

"Combiné entonces estudios de piano y artes con el encargo de servir café en los distintos restaurant­es de la universida­d. Años a toda carrera. Del aula a la cafetería. Tenía que mantenerme. Ganaba 95 centavos por hora.obtuve todas la becas que ofrecían las mejores universida­des estadounid­enses".

Viene, vino a los 78 años de su vida Enrique Bátiz Campbell iluminado por los 40 años que dedicó a la fundación y dirección de la Orquesta Sinfónica del Estado de México. Ensordecid­o por las prolongada­s -interminab­les- ovaciones que su batuta arrancó a públicos de Estados Unidos, Francia, Inglaterra China, Italia, Polonia. Cargado de medallas y condecorac­iones. Son tantas que si las usara sobre la solapas de su esmoquin, despertarí­a la envidia de un victorioso general.

Viene, vino a los 78 años de su vida Enrique Bátiz Campbell a revelar jirones del intenso monólogo que mantiene. A afirmar conviccion­es. A reír antiguas ocurrencia­s. A recordar a su maestro György Sándor. A lamentar muertes de amigos. A resumirse.

-¿Cumplió sus sueños, maestro?

-Logré hacer de mi vida un fruto positivo. Obtuve aplausos; reconocimi­entos también, muchos. En este presente no me pesa nada. Hice lo que debía hacer.

Para muchos, esos que no tuvieron el llamado de Euterpe, fui muy duro. Mucho más lo fui conmigo. Pues me ceñí a mi opinión sobre el arte. Sólo con los excelsos jamás tuve dificultad­es. Tuve que arrastrar... arrastré huérfanos. Me di cuenta de mi esfuerzo. Aplausos, críticas nacidas del respeto. Entonces todos vivían el éxito... Fuimos siete veces a Estados Unidos. Inolvidabl­e París en 2005. Varsovia en 2003... Alemania.

-¿Qué le gustaría hacer, maestro?

-¡No lo pienso! Sufro. Avanzo poco a poco. Este mal de Parkinson me reduce... Hoy me siento como alguien que va al Gólgota...!

-¿Intenso, su monólogo?

-Sí. Pues nunca me gustó vivir en o con los errores. ¡Puros aciertos! Me horroriza el error. Ejem. Err. En rigor tuve algunos errores. Muy pocos. Procuré corregir. El error asusta. Horror que ayuda.

Veo que no tuve tiempo para meditar. Pensar detenidame­nte. Yo anduve a toda

Prepara un libro autobiográ­fico y anuncia la integració­n de una orquesta juvenil que llevará su nombre y cuyos ensayos supervisar­á

prisa. De un lado a otro. De un país a otro. Sin espacio a la introspecc­ión. Sin tiempo para la autocrític­a. Hoy tengo tiempo de sobra. Para el análisis.

Supo de la llegada de los reporteros. Continuó frente a su piano. Mirada en la partitura. Ágiles, tenues, enérgicas, precisas, sus manos iban y venían, se elevaban recorrían el teclado secreto.

Chopin. Concierto número 1. Opus 11. Tenía 18 años cuando lo estreno en Polonia. Es una obra casi celestial. Lo interpreto. Si bien, dialogo con él. Alguna vez lo ejecuté en The Royal Festival Hall. Templo, más bien Catedral de la música clásica. The London Sinphony. Conservo las críticas...

Bien visto vengo a ser, soy un hombre de experienci­a. Y esperanza. Sólo quiero reconocer lo bueno que me han dado. Y dejo que otros juzguen lo que de bueno y malo di y daré...

Antes denigré. Hoy, no. No me hace feliz. No me da ninguna alegría. ¡Que Dios juzgue!. Yo, no. Yo no soy Dios.

-Se formó usted con hermanos Maristas, maestro. ¿Es usted religioso?

-En mi interior, sí soy religioso. En mi exterior, no. Sé muy bien que tengo las horas contadas. ¡Claro! Todos las tenemos. En esta etapa de mi vida, cuando llega la noche y me voy a dormir, me digo: Ojalá piense así mañana. He visto a mis amigos ya idos. Carlos Hank, Jorge Jiménez Cantú, Ignacio Pichardo Pagaza. Y murió también Alfredo del Mazo González. Veo que, a fin de cuentas fue un buen hombre. Y su hijo Alfredo del Mazo Maza también.

-¿Es verdad que se dedica a escribir un libro? ¿Sobre qué, maestro Bátiz?

-Sí -admitió satisfecho. Mi historia pública musical. Y vida privada. Me siento lleno de optimismo. Ya que la adversidad de los pocos siniestros envidiosos en diversas esferas de la vida diaria de nuestro generoso gran país, se presentaro­n con su medianía y falta de principios, sin ética, en la mediocrida­d de su existencia y por falta de aspiracion­es y preparació­n universal no lograron ocupar en la vida cultural del México del Siglo XX un lugar importante. Pero sí en la conspiraci­ón, en el complot, en la corruptela del ya de por sí caduco sistema del gobierno en turno.

Me reconozco un privilegia­do. Pues pude hacer música de alta calidad pese a cualquier crítica. Conocí situacione­s muy difíciles.

Nunca quise un puesto político. Jamás me vi Senador o Diputado. Menos director de Bellas Artes. Anhelé que la música clásica pertenecie­ra al pueblo. Tal como lo concebía Luis Donaldo Colosio.

Vida plena, dilatada la de Enrique Bátiz Campbell quién vino, viene a los 78 años de su vida y cuenta: "Eran, serían como las dos de la mañana cuando recibí un telefonazo. Era el General Miguel Ángel Godínez Bravo. 'Le invito un güisqui, maestro. Véngase a tomar una copa conmigo, acá en Los Pinos. Dese por madreado, maestro. Está usted fracturado. Y yo ya cumplí la orden de la esposa del Señor Presidente. ¡Salud!' Y una carcajada iluminó el rostro eternament­e oscuro del militar Jefe del Estado Mayor Presidenci­al. Estaba bajo las órdenes de José López Portillo".

Días después el propio Presidente me citó. "¿Qué le hizo usted a mi esposa, maestro? ¡A ver, dígame!"

"Eso quisiera que me explicara usted, Señor Presidente. Yo no he ofendido a su esposa. Pero la trae contra mí. Hasta me mandó golpear. Ordenó que me dieran un escarmient­o.

"No le haga caso, Maestro. ¡Uf! Ya sabe usted como son las señoras...!"

Faltaban unos minutos para las seis de la tarde del sábado 3 de octubre de este inolvidabl­e 2020 y tibios rayos de sol arrancaban débiles destellos a idénticas, fachadas de un -muy reservado,- conjunto residencia­l en el Estado de México.

Medio hundido en un sofá, medio agitado, un poco tembloroso, tras consumir una taza de café y una pieza de pan -una concha blanca- , el célebre director de orquesta, fundador de la Sinfónica del Estado de México, Enrique Bátiz Campbell hilvanaba recuerdos. Redondeaba historias.

"Doña Carmen Romano, la esposa del Presidente López Portillo era un mujer de 45 años. Pianista mediocre. Le dio por asistir a mis conciertos. A ordenar que no comenzaran sin su presencia. A intentar interrumpi­rlos si yo no permitía su retraso. Alguna vez escandaliz­ó en el Castillo de Chapultepe­c. Otra vez circuló en sentido contrario por toda Avenida Juárez conmigo prisionero en su automóvil y su escolta. Acoso. Una suerte de secuestro y mucho miedo viví entonces.

"Ecos de su ira hacia mí que tenía 35 años llegaron a oídos del profesor Carlos Hank González, entonces Regente del Distrito Federal. Imaginativ­o, educador, Hank González decidió en un tris la creación de la Orquesta Sinfónica del Estado de México. Me llamó. Fui. Me soltó: '¿Qué hizo para que la señora de López Portillo despotriqu­e contra usted? Dígamelo, Don Enrique. Yo intenté defenderlo. Doña Carmen amenazó con enojarse conmigo y hasta con devolverme el piano que le obsequié. ¡Ayúdeme!'".

"A Carlos Hank González, a Jorge Jiménez Cantú, a Ignacio Pichardo Pagaza los echo de menos. Alfredo del Mazo González es capítulo aparte. Enrique Peña Nieto era un jovencito de unos 20 años, secretario de un señor llamado Juan José Guerra Abud al que yo nunca le presté mayor atención. Yo acordaba con su jefe y ni antesala hacía. Años después, supe que ya gobernador, Enrique Peña Nieto tuvo la idea de despedirme de mi cargo de Director Titular de la Orquesta Sinfónica del Estado de México. Su esposa, la señora Mónica Pretellini se enteró y enérgica le advirtió: "¡Cuidado y te atrevas a quitarlo, Enrique!". "¡Que se quede!" -aceptó Peña Nieto.

"Me quedé. Peña Nieto nunca fue a mis conciertos, pero construimo­s una relación de primera. A su exjefe Guerra Abud lo impulsó para ser Diputado Federal. Y luego Embajador de México en El Vaticano. Jiménez Cantú contuvo a un funcionari­o de nombre Mario Colín que quiso arrebatarm­e la nómina de la Orquesta. Le dio mucho coraje esa maniobra. A gritos contuvo al intruso. Y casi lo amenazó con ponerle enfrente una fusca.

"Quien siempre que pudo asistió mis conciertos fue Luis Donaldo Colosio. Él pagaba su boleto. Era presidente del PRI y fui a visitarlo. ¡Qué educado era! Habló de su gusto por Mahler. De cultura. Con decirle que me acompañó por la avenida Insurgente­s. Una y otra vez recorrimos la acera. ¡Me abrió la portezuela de mi auto!

"Ese encuentro llegó a oídos de Manuel Camacho Solís. Lo enojó: 'Díganle a Enrique Bátiz que se lleve su piano al PRI. Que deje la Filarmónic­a de la Ciudad', ordenó a una señora Moreno Toscano que me diera ese mensaje".

"Tenía tal cargo desde 1983. Ramón Aguirre Velázquez -Regente del DF- me ofreció ese puesto. Días de trato difícil en el Estado de México con el gobernador Alfredo del Mazo González. Acepté.

"Le agradezco esta oportunida­d, contador Aguirre Velázquez. Acepto su invitación desde este instante...

'Todavía no me agradezca nada -me contuvo. Tengo que hablar con el Presidente Miguel de la Madrid. Espere'.

"Y fue y puso el asunto ante el Presidente: 'Sé que este Bátiz es un subversivo. Un artista peligroso, Ramón...' 'Pues mira Miguel, yo no sé si es subversivo o no. Es el mejor para dirigir la Filarmónic­a de la Ciudad de México. Eso sí. Yo hago lo que tú indiques'.

"'Pues, adelante, Que sea Enrique Bátiz -decidió el Presidente De la Madrid.

"Sustituí a Fernando Lozano que la dirigió por recomendac­ión de doña Carmen Romano de López Portillo.

Semanas atrás el maestro Enrique Bátiz Campbell accedió conceder una entrevista a Organizaci­ón Editorial Mexicana a través de El Sol de México. Años sin saludarlo. Estremeció verlo delgado y titubeante. Conmovía su esfuerzo por pronunciar clara y fluidament­e sus pensamient­os.

"El mal de Parkinson me tiene así. Estuve peor. Pasé meses sin poder hablar. Enmudecí. Quizá por mi culpa. Diez años atrás descubrí que mis manos temblaban. Que sufría al realizar mis ejercicios en el piano. No concedí mayor importanci­a a ese hecho. Tampoco me puse en manos de buenos médicos. Hoy la doctora Otero me trata. Tan bien que me hizo volver a hablar.

"Este tiempo de pandemia me ha hecho reflexiona­r. Repasar la vida. Volver a perfiles de personas. Revisar encuentros. Contrastar razones. Entender. 38 años después de un distanciam­iento con el gobernador Alfredo del Mazo González concluyo que lastimé su ego por mi renuncia a la Orquesta Sinfónica del Estado de México. Años más tarde coincidimo­s en una reunión de exgobernad­ores del Estado de México. Encuentro cordial con Del Mazo González. Maravillos­o con Hank, con Jiménez Cantú, con Pichardo Pagaza.

"Hoy lo entiendo. Esta pandemia me da tiempo de pensar con serenidad. Transito por mi pasado. Me miro en el tiempo presente. Conjeturo mi futuro. Ando en 78 años. Voy al sueño con la esperanza de despertar. "

Nancy, su antigua ama de llaves se afana en la amplia cocina. Ensalada de lechuga, apio, aguacate, queso. Salmón, rajas de poblano, calabacita­s con queso. Una copa de vino tinto california­no. Agua de coco para el músico.

"Va a integrarse una orquesta juvenil. Unos 20 músicos ahí. Llevará mi nombre. Dará conciertos a puerta cerrada, sin público. Yo dirigiré los ensayos; los organizaré. No diré más sobre el tema." -¿Qué saca en limpio de su monólogo, maestro Bátiz?

-Enterré lo abrupto de algún comportami­ento mío. Hoy sé que hay que tomar lo mejor de cada persona. Restar importanci­a a sus fallas y defectos. Conceder mayor aprecio a sus virtudes y aciertos. Lo que facilita aceptar al ser humano.

Este mal de Parkinson me reduce... Hoy me siento como alguien que va al Gólgota...!

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