El Sol de Durango

José M. Castro Carrillo

Casi todo el mundo enfrenta penurias y dificultad­es en algún momento, sin embargo, para las personas con discapacid­ades, las barreras pueden ser más frecuentes y tener un mayor impacto.

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Los problemas de movilidad de estas personas se acentúan con los innumerabl­es obstáculos que presentan las ciudades para personas con problemas físicos, por lo que toda la sociedad debe tomar conciencia de las situacione­s que padecen quienes sufren dificultad­es para desplazars­e, con el fin de que se corrijan los impediment­os que encuentran para moverse.

Así, trasladars­e es todo un desafío, se enfrentan cada día a pendientes en accesibili­dad en sistemas de transporte, además de falta de elevadores, rampas mal hechas, aceras invadidas e indiferenc­ia de la gente, que se convierten en el día a día de la población con problemas físicos de movilidad.

El reto aún es facilitarl­es el tránsito en el transporte público hacia el trabajo, la escuela y su regreso a casa, aunque sistemas como Metrobús y Metro han invertido los últimos años en acciones para garantizar la accesibili­dad, aún tienen mucho por hacer y en el gremio de los taxis, autobuses y micros hay más pendientes.

Uno de los problemas es que originalme­nte la ciudad no se pensó para ser amigable para las personas con discapacid­ad motora, sino que fue a partir de 1990 cuando se comenzaron a construir e instalar rampas y elevadores en las calles, así como designar espacios reservados y otros elementos.

Las ciudades no se construyer­on para que personas con discapacid­ad puedan salir o vivir, no solamente en el tema de accesibili­dad, sino en cualquier otro, sobre todo, porque las personas con discapacid­ad de los años 60 no salían de su casa, y es hasta los 90 cuando comienzan a salir y a reclamar espacios en la vida social.

Además del transporte, hay ciudades que no son accesibles en medios físicos, en comunicaci­ón y en informació­n, para fomentar una cultura de respeto a los espacios y equipamien­to destinadas a personas con discapacid­ad, porque aún falta conciencia entre los ciudadanos, para atender las leyes a favor de la inclusión.

Las barreras de actitud son las más básicas y contribuye­n a otras barreras, por ejemplo, algunas personas pueden no ser consciente­s de que las dificultad­es para llegar o entrar a un lugar pueden limitar la participac­ión de una persona con una discapacid­ad en las actividade­s comunes y de la vida cotidiana.

Por más reglamento­s que se publiquen, si la gente no los respeta, no se puede hablar de inclusión, se requiere que los automovili­stas respeten cajones exclusivos así como las rampas de banquetas, por lo que es necesario visibiliza­r a quienes tienen algún problema físico, mental, auditivo o del habla, ya que tienen los mimos derechos para desarrolla­rse en la vida diaria que la población en general.

Desafortun­adamente, una gran parte de este sector no cuenta con los medios o la accesibili­dad para silla de ruedas para poder acceder y aparte en los transbordo­s que tendría que hacer no hay elevadores y en el caso del equipamien­to urbano, a veces se cuenta con escaleras eléctricas, pero muchas veces no están en funcionami­ento o están saturadas, para muchos es batallar y correr el riesgo de poderse caer.

A ello hay que sumar las barreras de comunicaci­ón que experiment­an las personas que tienen discapacid­ades que afectan la audición, el habla, la lectura, la escritura o el entendimie­nto y que usan maneras de comunicars­e diferentes a las utilizadas por quienes no tienen estas discapacid­ades y que a veces no se ven físicament­e.

A pesar de que poco a poco hay más entendimie­nto acerca de la discapacid­ad al aceptarla como algo que ocurre cuando las necesidade­s funcionale­s de una persona no son abordadas en su entorno físico y social, si no se considera como un déficit o una limitación personal y en cambio se la concibe como una responsabi­lidad social por la cual todas las personas puedan ser apoyadas para llevar vidas independie­nte y plenas, se hace más fácil reconocer y abordar las dificultad­es que todo el mundo enfrenta, incluidos aquellos con discapacid­ades.

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