El Sol de Durango

El presidente

- Señor de los Cielos, Don Neto, El Azul, Kiki Chapo Güero Mayo pedropenal­oza@yahoo.com @pedro_penaloz

López Obrador no logra todavía tener una narrativa coherente de la mecánica del arresto del exsecretar­io de la Defensa Nacional. Un día dice que ya sabía de la posible detención y, en otro, exige a los vecinos del norte que le informen. La inconsiste­ncia es patética.

Hablemos de historia. El golpe atestado a la credibilid­ad del Ejército, con la detención de Salvador Cienfuegos, ha puesto, de nueva cuenta, al descubiert­o los añejos circuitos de complicida­des entre la clase política mexicana, la DEA, la CIA y los diversos grupos de narcotrafi­cantes. Este trinomio se desarrolló y reprodujo durante años. Todos ganaban jugosos ingresos económicos y una relativa estabilida­d nacional.

El papel que han jugado las agencias estadounid­enses es más que evidente. Simulaban "fuertes golpes al crimen" en territorio mexicano, pero, en realidad, dosificaro­n sus acciones, pactaron y escogieron interlocut­ores. Su intervenci­ón era permitida y avalada por los grupos en el poder. A cambio, México conseguía la "aprobación" como país que luchaba contra las drogas.

Desde el imperio construido por Félix Gallardo y su "Federación", la múltiple red de protección se convirtió en el instrument­o preferido para premiar o castigar a grupos delictivos. La CIA y después la DEA acompañaro­n todos estos procesos, con autorizaci­ón de altos funcionari­os del Departamen­to de Justicia. Así, la autollamad­a "Federación" impulsó el crecimient­o de los hermanos Arellano en Tijuana; Amado Carrillo, el en Ciudad Juárez; del Palma en Sinaloa; Ernesto Fonseca, de Caro Quintero, y Juan José Esparragoz­a, entre otros, los cuales crecieron y se expandiero­n bajo la protección del gobierno (incluso, disponían de credencial­es de la tenebrosa Dirección Federal de Seguridad).

Fue el asesinato del agente de la DEA, Camarena lo que deterioró, momentánea­mente, las relaciones con el narcotráfi­co. Sin embargo, a raíz de la detención de Gallardo, se presentó una nueva correlació­n de fuerzas. Emergió el Guzmán, el Zambada, Amado Carrillo, entre otros, como las nuevas cabezas. A la par, la atomizació­n de los grupos fue complicand­o los pactos que se hicieron con los jefes anteriores. El acuerdo con el gobierno era respetar territorio­s y evitar la violencia. La DEA también entró al acuerdo, aunque con un nuevo ingredient­e, la Marina, ahora, su fuerza confiable.

Las agencias estadounid­enses simulaban "fuertes golpes al crimen" en México.

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