J. Melchor Velázquez R.
El origen del arbitraje es ancestral. La humanidad siempre ha vivido en conflictos, situaciones imprecisas y desacuerdos que en raras ocasiones las partes en conflicto llegaban a una solución.
Estos escenarios desembocaban en peleas, batallas o guerras. Las circunstancias demandaron un tercero que escuchaba los problemas de las partes, les proponía opciones de solución o bien decidía a favor de una de las partes. El tercero imparcial era el jefe de la familia, el sabio, el sacerdote de la tribu o clan etc. Estas personas estaban dotadas de ciertas cualidades como ser inteligentes, sabias, honestas, reflexivas, con capacidad para escuchar, analizar, discernir y llegar a soluciones posibles. ¿Dejaban a las partes en conflicto satisfechas? Obviamente ¡casi nunca!
Este arbitraje y los árbitros con el paso del tiempo dieron lugar a instituciones oficiales de arbitraje y a una mejor preparación de los árbitros llegando incluso a la especialización.
Generalizando un contexto grande, diríamos que entre las partes siempre el perdedor saldrá resentido y el público opinará en su perspectiva si la decisión estuvo bien o mal si es que está informado correctamente.
Actualmente, en el ámbito de la administración pública, la responsabilidad y la administración de los gobiernos constituye también motivar y promover la participación ciudadana y crear los causes necesarios para lograr la mayor concurrencia posible de los electores a las urnas, a través de un organismo de carácter electoral.
En este sentido, el extinto Instituto Federal Electoral (IFE), fue el organismo que se encargó de cumplir con la función de organizar las elecciones federales de México para presidente de la República, diputados federales y senadores para integrar el Congreso de la Unión.
Una de las principales contribuciones del IFE fue erradicar de nuestra cultura política las sombras de ilegitimidad, de duda, de desconfianza y sospecha que rodeaban a los procesos electorales a raíz de las experiencias que sembraron dudas en procesos pasados.
Tras la reforma político electoral impulsada por el ex presidente Enrique Peña Nieto, se acordó la disolución del IFE para dar paso a la nueva institución que se encargará de los asuntos electorales a nivel federal, creando así al nuevo Instituto Nacional Electoral (INE) que entró en funciones el 4 de abril de 2014 como un Órgano Constitucional Autónomo de México. Lorenzo Córdoba Vianello fue elegido como su primer presidente.
Al tono de las elecciones en puerta, es momento de observar por parte de los ciudadanos, el golpeteo y la rechifla a la institución electoral, el INE, a su presidente y consejeros. No sorprende que el INE sea cuestionado en la aplicación de lo que la Ley dice, pero sí que lo haga el presidente en funciones. Todos sabemos que estos “desacuerdos” dentro de la clase política principalmente, es parte del espectáculo de la política mexicana en la época de elecciones, hoy más que nunca por la dimensión y significancia dentro de la historia electoral de México y por las condiciones políticas, económicas, sociales y de salud que privan en este momento. Y como siempre, tal vez esta andanada de ataques, sea el preámbulo de una futura reforma electoral.
Opino de manera particular que sí debe haber, y espero que así sea, una buena y gran promoción de participación ciudadana electoral por parte del INE para el 6 de junio del 2021 para vencer al verdadero enemigo de México, el ABSTENCIONISMO. Que los mexicanos salgamos ese día a sufragar nuestro voto y evitar que el abstencionismo debilite más a nuestra frágil democracia. ¡Hasta la próxima!
Una de las principales contribuciones del IFE fue erradicar de nuestra cultura política las sombras de ilegitimidad, de duda, de desconfianza y sospecha que rodeaban a los procesos electorales.