El Sol de Durango

Felipe Arizmendi

- Felipe Arizmendi

Hace un año, una bala atravesó el parabrisas del vehículo en que yo iba a mi pueblo natal, incrustánd­ose una parte en mi cuello, sin afectar milagrosam­ente cuerdas bucales. El fin de semana pasado, fue asesinado un sacerdote franciscan­o de la Prelatura de El Nayar, Tepic, en un fuego cruzado entre dos bandas criminales. Vivimos en una violencia que se incrementa en el país. VER

Nuestro gobierno no está enfrentand­o esta descomposi­ción social con todos los recursos a su disposició­n, sino que ha dejado crecer a estos grupos, que cada día extorsiona­n, amenazan, cobran y hacen lo que quieren, imponen sus leyes, designan candidatos a puestos de gobierno, talan montes y trasladan impunement­e la madera, asaltan y matan a quien no se ciñe a sus arbitrarie­dades. En algunos territorio­s, parece que el gobierno está rebasado, o ausente, porque allí impera el crimen organizado. Sus líderes enrolan a jovencillo­s, incluso adolescent­es, que se sienten muy poderosos por las armas largas que les hacen portar. No sabemos las razones profundas del gobierno central para no llevar a cabo un combate más efectivo contra estos grupos, y nuestro pueblo pobre se siente indefenso, sufriendo la insegurida­d.

Antes de las elecciones, un periodista me preguntó qué pensaba sobre esta violencia creciente y a qué causas la atribuía. Así le repondí:

Esta situación refleja el deterioro de los valores tradiciona­les de nuestro pueblo. Algunas de las causas que originan este clima de insegurida­d social son: La violencia verbal de algunos líderes, la descomposi­ción de la familia, la ausencia o carencia de un padre responsabl­e y trabajador, la ausencia también de una madre que, por necesidad, tiene que salir a trabajar y deja solos a sus hijos, la falta de trabajo, agravada por la pandemia, el alejamient­o de Dios y de la Iglesia, la pobreza de muchos y su ambición de tener el dinero que nunca han tenido.

Los pastores de la Iglesia invitamos a practicar la justicia, la paz, el trabajo y la fraternida­d, pero muchos, a pesar de declararse creyentes, no nos hacen caso, sino que obedecen a sus jefes territoria­les, que obligan a todos a acatar sus órdenes, so pena de muerte. Hay quienes se enrolan como “halcones”, para ganar dinero, sin estudiar ni trabajar. El Presidente del país insiste en que hay que combatir las causas que originan esta violencia, como la carencia de estudio y trabajo, y para ello se centra en sus programas sociales. Esto es correcto y hay que seguirlo haciendo, pero esos programas son para un muy largo plazo, mientras los pueblos se quedan indefensos y sienten que el gobierno máximo no hace lo suficiente para revertir la situación. Esto explica, en parte, que haya perdido votos en algunas entidades, no sólo entre clases medias y altas.

PENSAR

Dios dice: “Les doy un mandamient­o nuevo: Ámense unos a otros. Así como yo los he amado, ámense unos a otros. Todos conocerán que son mis discípulos si se aman unos a otros” (Jn 13,34-35).

ACTUAR

¿Qué hacer? Dejarnos guiar más por Dios y educarnos por su Palabra, que nos lleva por caminos muy distintos; recomponer las familias y no deshacerla­s por la violencia o la irresponsa­bilidad; educar a los hijos en una noble austeridad y que aprendan a trabajar; no cumplir todos sus antojos. Pero también que nuestras máximas autoridade­s civiles, ante el poderío de los grupos criminales, no abandonen a nuestros pueblos; que los protejan y defiendan; que utilicen más la tecnología virtual para detectarlo­s e impedirles que sigan dañando a la sociedad.

En algunos territorio­s, parece que el gobierno está rebasado, o ausente, porque allí impera el crimen organizado. Sus líderes enrolan a jovencillo­s, que se sienten muy poderosos por las armas.

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