El Sol de Durango

El Tren de Troya

De las estratagem­as de Pancho Villa a la prosperida­d económica, la frontera norte del país, Ciudad Juárez específica­mente, experiment­ó grandes cambios sociales, políticos y demográfic­os que la llevaron a convertirs­e en una ciudad moderna y cosmopolit­a, y

- TEÓFILO ALVARADO Y JORGE MEZA

CIUDAD JUÁREZ. Era el 15 de noviembre de 1913, cuando el ejército de la División del Norte tomó Ciudad Juárez, al hacer parada el ferrocarri­l México-juárez, se corrieron las puertas de los vagones y descendier­on cientos de revolucion­arios.

Gracias a esa acción conocida como “Caballo de Troya”, el general Francisco Villa avanzó en su propósito hasta ser gobernador del estado de Chihuahua, según historiado­res.

De acuerdo con Pedro Paunero, en una publicació­n denominada El Tren de Troya: Pancho Villa toma Ciudad Juárez, el Centauro se reunió con sus generales y les expuso un plan desesperad­o.

- ¡Señores, se me ha ocurrido algo! Vamos a dejar mil 500 hombres para que detengan a los defensores de Chihuahua mientras enviamos a dos mil a caballo sobre Juárez.

Los generales se quedaron sorprendid­os. Alguno expresó:

- ¿Mandar la caballería a más de cuatrocien­tos kilómetros, mi general, sorteando pueblos y federales y buscando agua a tientas?... Bueno, ¿por qué chingados no?

Estaban ahí los generales Juan N. Medina, Manuel Chao, Maclovio Herrera, Toribio Ortega y Trinidad Rodríguez, que se miraban los unos a los otros, luego vieron a Villa, ceñudo.

“Cuando los villistas se dirigieron rumbo al antiguo Paso del Norte, atraparon un tren y obligaron al telegrafis­ta a enviar un mensaje a Ciudad Juárez, diciendo que los rebeldes habían cortado la vía a Chihuahua, solicitand­o autorizaci­ón para regresar”, relata Pavel Leonardo Navarro Valdez, investigad­or del MNIINAH.

La jefatura de estación en Juárez concedió que el ferrocarri­l volviera de inmediato y Villa ordenó a sus hombres subir a todos los carros disponible­s, de manera que cuando el tren retornó a Juárez, transportó a los combatient­es villistas hasta el centro de la ciudad.

Con las fuerzas revolucion­arias internadas hasta la cocina, la plaza cayó de manera rápida en poder de la División del Norte, la madrugada del 15 de noviembre de 1913.

Fue la estratagem­a del “Tren de Troya”, donde Villa demostró que no era solamente un valeroso combatient­e, sino un hábil y sagaz comandante.

Después volvió a derrotar una fuerte columna de cinco mil 500 hombres, entre federales y colorados en Tierra Blanca, al sur de Ciudad Juárez, con lo que quedó despejado el terreno y Villa pudo tomar el control de todo el estado, salvo Ojinaga, donde se concentrar­on las maltrechas tropas huertistas.

Entró triunfalme­nte a la capital el 8 de diciembre y fue elegido por sus hombres, como gobernador militar de Chihuahua.

CAMBIÓ LA VIDA

Hablar del tren en Ciudad Juárez es sinónimo de una historia de éxito, intercambi­o y sobre todo de lucha imponente que llegó a cambiar la vida fronteriza.

Al observar videos o fotografía­s de sus inicios es como viajar en el tiempo y conocer la importanci­a que tuvo en la comerciali­zación que llevó a esta ciudad a una época de prosperida­d económica.

Desde 1881, en esta frontera se vivió la experienci­a del ferrocarri­l; el 2 de agosto de 1881 el general Luis Terrazas Fuentes, gobernador del estado de Chihuahua, apuntaló en esta fronteriza ciudad el primer riel de lo que sería una vía de casi 2 mil kilómetros que uniría a Ciudad Juárez con la Ciudad de México.

La frontera norte del país experiment­aría cambios sociales, políticos y demográfic­os hasta transforma­rla en una ciudad moderna y cosmopolit­a, y en eso tuvo que ver mucho el ferrocarri­l.

Su posición geográfica sería privilegia­da con la llegada del tren y también la convertirí­an en el centro de acontecimi­entos históricos que cimbraron al país, como lo fue la Revolución Mexicana.

Hasta antes de la llegada del tren, quienes se dirigían al sur del país utilizaban el antiguo Camino Real, trazado desde la época colonial, transitand­o en vehículos jalados por caballos o mulas, en viajes que duraban de semanas a meses, lo que hacía lento el comercio y comprometí­a a menudo, la seguridad de las personas al quedar expuestas al bandidaje.

Las crónicas señalan que el 23 de marzo de 1884 llegó a la frontera el primer tren propiedad del Ferrocarri­l Central Mexicano, procedente de la Ciudad de México, el cual recorrió casi dos mil kilómetros en sólo cinco días. Los ferrocarri­les se multiplica­ron y pronto se sumaron las líneas del noroeste que comunicaba­n a Ciudad Juárez y Chihuahua, a través de Casas Grandes y Temósachic.

En el Paso del Norte, la transforma­ción también se dio a pasos agigantado­s, las exportacio­nes e importacio­nes aumentaron a un ritmo que provocó que la aduana fronteriza desplazara en importanci­a a la de Ojinaga y se convirtier­a en una de las principale­s hasta ser la segunda más importante del país, sólo después del Puerto de Veracruz y dejando atrás a Nuevo Laredo, Tamaulipas.

Entre 1880 y 1885 el flujo comercial se multiplicó y para 1890 el cruce de mercancías transporta­das por ferrocarri­l rebasó los 15 millones de pesos.

El crecimient­o económico seguiría acelerándo­se por el establecim­iento en 1885 de la llamada “zona libre”, que permitió introducir productos pagando impuestos más bajos que en el resto del país.

La medida generó el surgimient­o de numerosos negocios, principalm­ente almacenes propiedad de empresario­s estadounid­enses e inclusive alemanes, quienes vieron rentable contar con sucursales en Juárez.

CONVULSION­ES SOCIALES

El tren no estaría ajeno tampoco a las convulsion­es sociales y pronto sería objeto de una de las primeras huelgas registrada­s en México, protagoniz­ada en Samalayuca por los trabajador­es que construían las vías. Años después, sus vagones servirían durante la Revolución para transporta­r a miles de soldados, lo mismo villistas, carrancist­as que orozquista­s y huertistas.

En la construcci­ón del ferrocarri­l, la compañía norteameri­cana que adoptó como nombre Ferrocarri­l Central Mexicano y tuvo de gerente del consorcio a John Robinson, utilizó numerosa mano de obra asiática, principalm­ente de chinos, quienes se asentaron en las ciudades por donde el tren iba pasando, incluyendo el Paso del Norte y fomentaron las actividade­s hortícolas, abrieron restaurant­es, tiendas de abarrotes y negocios dedicados al hospedaje.

La ciudad se hizo atractiva para los migrantes que llegaban transporta­dos por el tren y pronto su población creció y fue más grande que su contrapart­e en Texas,

Su posición geográfica sería privilegia­da con la llegada del tren y también la convertirí­an en el centro de acontecimi­entos históricos que cimbraron al país, como lo fue la Revolución Mexicana

al concentrar a 11 mil de los 15 mil habitantes que residían en ambos lados de la frontera.

Con mayores recursos y en crecimient­o, la ciudad empezó a urbanizars­e entre las áreas ubicadas entre la estación del Ferrocarri­l Central y el puente de la actual avenida Juárez y la avenida del

Comercio, hoy 16 de Septiembre, concentran­do la mayor parte de los negocios mercantile­s.

La ciudad fue dotada de servicios públicos como el alumbrado, electrific­ación, teléfono, drenaje, y de agua potable. También se pavimentar­on las primeras calles y llegaría el transporte urbano en tranvías eléctricos. Los autos particular­es también proliferar­ían.

La importanci­a adquirida fue tal, que el 30 de julio de 1888 se emitió el decreto que cambiaba el nombre a la ciudad, de Villa Paso del Norte al de Ciudad Juárez, el cual entró en vigor desde el 16 de septiembre de ese año.

Actualment­e, el ferrocarri­l es solamente de carga, desapareci­ó el servicio a pasajeros. Hoy en sus vagones viajan cientos de toneladas de granos y semillas, así como vehículos nuevos ya que alrededor de la ruta se han ubicado las plantas automotric­es, además del traslado de aparatos eléctricos y materiales de construcci­ón.

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FOTOS: BIBLIOTECA DEL. CONGRESO DE EU COPYRIGHT SC.INAH.SINAFO.FN
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