¡Hasta la bandera!
SÍ UNA DE LAS MEJORES ENTRADAS QUE SE HAYA REGISTRADO EN AÑOS
Ahora sí fue lleno hasta las banderas, nadie quiso perderse el regreso de la fiesta a La Plaza México. Sin duda, un triunfo grande para el aficionado que demostró su pasión por la tauromaquia.
Los toros de Fernando de la Mora quedaron a deber y no es cualquier deuda; de seis toros que lidió, el primero que saltó al ruedo fue el más rescatable, sin clase, pero con calidad. El resto, nobles todos, pero no rompieron y algunos ni de los avíos quisieron saber. Nada que resaltar de una ganadería que puso todo empeño en su selección, pero las cosas no le funcionaron y preocupa tratándose de lo mejor qué hay en México, o quizá lo más comercial. En presentación, bien, cumplieron.
Joselito Adame y Diego Silveti, cada uno en su estilo, dieron su máximo en una tarde de gran compromiso, exprimiendo cada cual a más no poder sus respectivos lotes, aunque sin encontrar eco en sus astados y poco en la gente.
El que de plano no demostró más que su nombre, fue el peruano Andrés Roca Rey, quien al parecer no quiso saber nada de la tarde, ni de sus toros, ni de la gente; incluso a su último astado, que no logró despachar con la espada, lo dejo ahí semi muerto tras haber hecho picadillo con el descabello y antes de escuchar los tres avisos decidió darle la espalda al toro que todos defienden, antes que darle muerte digna. Prefirió envolverse en la vergüenza y se retiró ante el abucheo y reprobación del público. ¿A caso eso haría en en Sevilla o Madrid?
Hay que reconocer al público que no se levantó de sus asientos hasta el último minuto, disfrutando de la tarde al máximo, dejando una sensación deseosa de fiesta brava y hambrienta de triunfos. Algo bonito fue ver que la mayoría de personas encendieron las luces de sus teléfonos ya cuando la oscuridad había caído, minutos antes de finalizado el festejo.
ECHÓ TODA LA CARNE
Ante su primer toro se adornó Joselito en los saludos capoteros con larga cambiada de rodillas y pinceladas a la verónica; revolera para acomodar al toro en suerte de varas y buena pica del castoreño, mientras que el trámite de la banderillas fue rápido y limpio.
El primer brindis de la tarde fue para el que paga, al coso repleto hambriento de
toreo. Dos tandas con la derecha como prólogo de su trasteo que de inmediato calaron en los tendidos, más caló con dos intervenciones de naturales, pero hizo explotar con la mano diestra y de ahí el torero siguió luciéndose por ambos lados propinando muletazos de buena hechura que rubricó con dosantinas. Extraño, pinchó varias veces, siendo que Adame es un cañón con la espada. Pequeña bronca del público, el premio al diestro.
Poca respuesta de su segundo toro tuvo el matador Joselito Adame en sus lances de recibo y tras el castigo en varas levantó los ánimos con chicuelinas. Decidió colocar los palos, al fin y al cabo había que echar recursos en una tarde que iba en picada.
Y así lo siguió demostrando, dejando a lado cualquier postura soberbia y concentrado para cuajar sus primeros muletazos que calaron profundo. Joselito estuvo siempre dispuesto, más no su enemigo que fue dispar a sus papeles y no estuvo en bravo. Sin embargo, Adame exprimió cuanto pudo lo poco de su contrincante, no se fue con las manos vacías y enmarcó momento que el público le agradeció enormemente. Se adornó con manoletinas y nuevamente marró con la espada y descabello.
EN SU ESTILO
Silveti aplicó suaves lances de recibo para tantear la embestida del toro y colocarlo ante el picador, quien se llevó su rechifla por taparle la salida al astado; Silveti se enredó propiamente en quites por gaoneras ceñidas que hicieron rasgar la garganta de los presentes.
Luego del breve tercio de palitroques, Diego abrió su tarde con escalofriantes pases cambiados por la espalda y prosiguió con una tanda por derecha de mucho arte y excelsitud. El diestro de dinastía tuvo poca tela para lucir su extraordinario repertorio, el astado no terminó de romper y ante ello Diego mostró decoro y empeño. Despachó de una estocada certera y se metió al callejón tras una fuerte ovación en los tercios del ruedo. Ante su segundo toro dejó pasar al socio hasta los quites, luciendo Diego estoico en chicuelinas sin moverse un ápice de su lugar.
Tras brindar a Alejandro y Juan Pablo Bailleres, Diego estuvo más que dispuesto, apegado a su toreo de calidad y arte, sin perder la figura ni compostura, ligando algunos pases que permitió su oponente, el cual no tuvo mucho ánimo de embestir. Silveti concluyó con su sello, una serie de bernardinas bien pegado al toro y despachar al socio sin más para poder triunfar.
LA VERGÜENZA
Vaya recibimiento que ofreció en su primer toro a Roca Rey, al no hacerle caso al capote y quedarse hasta dormido en el peto de picador. Desde luego el público pidió cambiarlo, no obstante, Andrés decidió seguir con la lidia. Era de esperarse el viacrucis que pasarían los banderilleros, cosa que enardeció más al respetable. Y también era de esperarse que el matador abreviaría, cosa que así fue y para no variar pasó vergüenzas con espada y descabello, para llevarse camionadas de abucheos, lo mismo que el toro en su arrastre.
Volvió a levantar el ánimo el matador nacido en el Perú Andrés Roca Rey con hermosas y ajustadas chicuelinas en quites ante su segundo toro. Tras el brindis al público comenzó su labor con pases cambiados por la espalda, plantado como poste, lo que reventó la emoción hasta las banderas. No tuvo nuevamente toro adecuado para lucimiento, apenas tanteó terreno con un par de muletazos y decidió matar, aunque el público se lo reprobó, el peruano ya se quería ir, pero no fue antes de una rechifla monumental derivada de su pésimo tino con la espada al intentar matar y al final se retiró cubierto por la vergüenza de no haber hecho honor a su título.