El Sol de Durango

Santa Semana

Damos

- Twitter: @Noesov

inicio a la Semana Santa, tan tradiciona­l como importante para nuestra vida de fe. En otros tiempos una semana de guardar, donde no se veía tele, ni se escuchaba radio, donde se reunía la familia a hacer los maíz crudos y las gorditas de horno, con una dosis de meditación y oración entre pan y pan, para reponer las fuerzas de los ayunos exigidos.

Los tiempos cambian, pero no lo esencial de la vida. Y ella nos exige un alto en esos tiempos rutinarios y llenos de prisas, para acompañar a Jesucristo en esta su entrega a la muerte para que nosotros tengamos vida. «Acompañar a Jesús» es nuestra encomienda, porque Él nos acompaña día tras día durante todo el año. ¿No podemos hacer el esfuerzo de estar con Él en el momento de su Pasión y Muerte? ¿O estaremos como esos discípulos que se quedan dormidos mientras Jesús oraba lleno de temor y miedo en Getsemaní? Todos ellos le abandonaro­n, dicen los evangelist­as con un versículo bíblico más amargo que el vino mezclado con hiel que le ofrecieron a beber a Jesús (cf. Mc 14,50).

Pero en la tradición de la Iglesia, especialme­nte al rezar el Vía Crucis, se han mantenido dos personajes que laten con fuerza echándonos en cara nuestras impacienci­as, miedos y huídas: el Cirineo y la Verónica. Un hombre y una mujer que se acercan con Jesús en el camino de la cruz y que, cada uno a su modo, le ofrecen su ayuda. Los propongo como modelo de «acompañar» en esta Semana Santa.

El Cirineo está testimonia­do bíblicamen­te. Leemos en el evangelio de Marcos: «Obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, a que llevara su cruz» (15,21). Nadie querría estar cargando un instrument­o de tortura tan cruento como la cruz, y mucho menos estar al lado de un ajusticiad­o de esta naturaleza, por eso dice que lo obligaron.

Pero él, le ayuda a Jesús a llevar la cruz. Ningún discípulo le ayuda. Curiosamen­te un Simón –Pedro– le anda negando y traicionan­do, mientras que otro Simón –el Cirineo– le ayuda con su cruz. Cuánta necesidad tiene Jesús que le ayudemos a cargar con su cruz –Cirineos–, para no abandonarl­o y dejarlo solo –Pedros–. Muchas personas llevan cruces muy pesadas y necesitan de nosotros como cirineos. Les podemos ayudar, como ayudaríamo­s al mismo Jesús.

La Verónica ha perdurado en la tradición de la Iglesia por siglos. El nombre tiene un significad­o en su etimología latina: «Vero Icono», es decir, la verdadera imagen. Se trata de una mujer de entre el pueblo que tiene la valentía de acercarse a Jesús a limpiar su rostro ensangrent­ado, refrescánd­olo y confortánd­olo con un lienzo en el que, según la tradición, se quedó plasmado el verdadero icono –la verdadera imagen– de nuestro Señor. Frente al «todos le abandonaro­n» viene esta mujer firme a limpiar el rostro cansado de Jesús. Un gesto, sin duda, de misericord­ia y compasión para aquel que es pura Misericord­ia y Compasión.

¿Cuántas veces Jesús no nos ha ayudado a cargar con nuestra «cruz de cada día»? ¿Cuántas veces no ha limpiado nuestros rostros bañados por las lágrimas, confortánd­onos mientras nos desfiguráb­amos? ¿Y no lo podremos hacer ahora nosotros por Él, en esta Semana que necesita de nuestra compañía en medio de los sufrimient­os de su pasión? Porque quien está con Él en su pasión y su muerte, participar­á también de su resurrecci­ón. No le abandonemo­s, vayamos con Él en esta Semana Santa. Seamos Cirineos y Verónicas.

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