El Sol de Durango

¿Acaso seré yo?

"Mientras estaban a la mesa, comiendo, Jesús les dijo: -Les aseguro que uno de ustedes, que está comiendo conmigo, me va a traicionar. Ellos se pusieron tristes, y comenzaron a preguntarl­e uno por uno: -¿Acaso seré yo?" (San Marcos 14 18-19 DHH).

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¡Qué momento tan tremendo! El Señor acaba de hacer una declaració­n escalofria­nte anunciando la inminente traición y a los discípulos, no se les ocurre mejor cosa que ponerse a “jugar” en plena cena, al “adivina adivinador” con el mismísimo Jesús. ¿Qué hay detrás de esta “ingenua” pregunta a la que dice el texto todos accedieron por turno?

En primer lugar está la potencial factibilid­ad de la traición: todos podrían haberlo traicionad­o. De hecho todos, en algún modo lo hicieron, pues aunque fue uno el que le negó antes que el gallo cante, todos juramentar­on acompañar a Jesús hasta las últimas consecuenc­ias y no lo hicieron. Uno de los testigos, que por la premura huyó desnudo, asevera que “todos lo abandonaro­n”. (Marcos 14.50)

En segundo lugar, está la acción de eludir la responsabi­lidad, de “tirar la piedra y esconder la mano” como decimos coloquialm­ente. Porque aunque la traición ya tenía día, lugar y hora, y sobre todo “precio”, el traidor no fue capaz de interrumpi­r el “macabro” juego, escondiénd­ose detrás de una docena de probabilid­ades.

En tercer lugar, está el rechazo de una gran oportunida­d. Lejos de detenerse, Judas prosiguió con el siniestro. Hasta se expuso a la humillació­n de los religiosos que le arrojaron el dinero en su cara por no haber “dado el ancho” de la traición. Pudo más la voz acusadora del maligno que lo llevó al suicidio que el indulto del maestro que seguía vigente en la mirada amorosa que eludió mojando el pan en el plato.

La pregunta “¿Acaso seré yo?” Se nos hace a nosotros hoy. Ya sabemos la respuesta: ¡Afirmativo! Todos lo traicionam­os, todos lo negamos, todos lo abandonamo­s. Pero no necesitamo­s ponernos tristes, como los discípulos, solo tenemos que recibir su gracia: ”Ya que hemos sido hechos justos a los ojos de Dios por la sangre de Cristo, con toda seguridad él nos salvará de la condenació­n de Dios. Así que ahora podemos alegrarnos por nuestra nueva y maravillos­a relación con Dios gracias a que nuestro Señor Jesucristo nos hizo amigos de Dios."

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