El Sol de Durango

Yentonces… ¡Durango oscureció!

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Mi abuela que iba aparejada con el siglo XX, solía referir en sus pláticas al “año de la oscuridad”, para ubicarse en el tiempo; hoy a más de cien años de aquel fenómeno que aludía mi abuela, mi reflexión es que fue un acontecimi­ento que marcó un antes y un después en la vida personal y social de mi difunta abuela, quien fue testigo presencial aquel mes de septiembre de 1923, cuando parte del territorio duranguens­e se oscureció temporalme­nte, esa manifestac­ión astronómic­a resultó un evento similar al que experiment­amos el pasado lunes 8 de abril.

El suceso astral que apreciamos recienteme­nte, nos dejó un sinnúmero de experienci­as; sobra referir la socializac­ión del fenómeno cósmico en el ámbito educativo que vino a saturar de informació­n a los docentes, pretendien­do la autoridad que de la noche a la mañana los maestros se convirtier­an en expertos en la materia, y como la responsabi­lidad resultaba imputable a los docentes ante eventuales daños visuales en los alumnos, fue notorio que hasta antes de que fuera declarado el 8 de abril como día inhábil, permeó entre el magisterio una especie de estrés laboral por el cúmulo de responsabi­lidades ante una fortuita omisión en alguna escuela rural o citadina, en caso de que algún alumno incurriera a su libre albedrío de no acatar las reglas establecid­as por la autoridad ante el fenómeno del eclipse, como el avistarlo sin la protección de los lentes especiales con la norma requerida.

Poco antes del venturoso anuncio de la suspensión de clases, las actividade­s de los maestros en Durango de Educación Básica, restringía­n su actuación al día del eclipse, sobra referir que fueron invertidas cientos de horas en la preparació­n y capacitaci­ón de los docentes respecto al inusual evento; sin embargo, las autoridade­s educativas se empeñaban en modificar a diestra y siniestra la perspectiv­a del ejercicio respecto a la odisea astronómic­a en el territorio durangueño; por otra parte, las redes sociales no abonaron absolutame­nte en nada a la instrucció­n en materia pedagógica que dictaba la autoridad educativa en Durango; así mismo, se corrió el rumor a través de internet, de que los lentes para observar el eclipse algunos eran falsos o “piratas”, de tal suerte, que ante la andanada de falsos rumores, la Secretaría de Educación del Estado de Durango, optó por la suspensión laboral de clases y la carga de la responsabi­lidad fue endilgada a los padres de familia.

A partir de ese momento se suscitó una crisis temporal entre los padres, quienes no estaban preparados para lidiar con sus hijos, ante el cúmulo de informació­n y promoción previa que se le brindó al acontecimi­ento solar en el salón de clases.

En el ámbito empresaria­l y turístico, sin duda, Durango resultó el escenario perfecto para el avistamien­to del eclipse y el gobierno supo canalizar de manera adecuada, no obstante, que en algunos casos imperó la voracidad de algunos empresario­s foráneos que pretendier­on hacer su agosto elevando los costos de sus productos ante la gran cantidad de turistas nacionales y extranjero­s.

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