El Sol de Durango

SALVA LA VIDA DE MUCHAS MADRES EN EL MUNDO

- GERMÁN MARTÍNEZ GORDILLO Sociedad Astronómic­a de Puebla Germán Martínez Hidalgo A. C. german@astropuebl­a.org

En la Segunda Guerra Mundial, Alemania tenía un avión caza-bombardero de ala de gaviota invertida, conocido como Stuka (Junkers) Ju 87. Este avión se dejaba caer en picada hacia su objetivo, soltaba una bomba y el piloto jalaba la palanca para que el avión girara y se elevara de inmediato, en este proceso, por el giro tan brusco del avión, la sangre del piloto se cargaba hacia las piernas y como resultado el piloto se desmayaba, ¡Qué peligroso! Pero los ingenieros alemanes lo tenían resuelto. Después de algunos accidentes de la Legión Cóndor, los Stuka venían con un sistema automático, basado en un altímetro que el piloto programaba con antelación. Una vez que el avión soltaba la bomba, giraba y el piloto se desmayaba, el avión se recuperaba y volaba de forma automática, permitiénd­ole al piloto recobrarse segundos después.

Ahora, los pilotos de aviones experiment­ales, de combate y de gran altitud, así como los astronauta­s y cosmonauta­s, utilizan trajes espaciales presurizad­os, para evitar que la sangre se aglomere en ciertas partes del cuerpo debido a las fuertes maniobras.

Por ejemplo, en 1983 la nave espacial de la Unión Soviética Soyuz T10 (T10-1), estaba por despegar. Los cosmonauta­s Vladimir Titov y Gennadi Striekalov viajaban a la Estación Espacial Salyut 7. De pronto, segundos antes del lanzamient­o, un incendio se desató en el cohete debido a una fuga de combustibl­e. Los ingenieros de vuelo activaron el sistema de escape, una torreta con cohetes que separaría a la Soyuz del cohete y la llevaría lejos del siniestro. Sin embargo, el fuego había destruido los cables y el sistema de rescate no se activó. Por fortuna, la Soyuz es famosa por su seguridad, los sistemas abordo detectaron el problema y de forma automática se encendió la torreta de salvamento, dos segundos después el cohete explotó.

El jalón que sintieron los cosmonauta­s llevó toda su sangre a la espalda por pocos segundos, pero sobrevivie­ron, aterrizaro­n lejos, sanos y salvos. Se recuperaro­n gracias a su condición física y a sus trajes espaciales presurizad­os.

En otro caso, cuando los astronauta­s y cosmonauta­s están regresando a la Tierra, sienten de pronto el "peso" de la gravedad sobre sus cuerpos, necesitan que la sangre no se estanque y fluya normal, por ello, sus trajes espaciales presurizad­os mantienen el correcto funcionami­ento del cuerpo humano, mediante la presión externa.

Pero el traje espacial no solo salva la vida de los viajeros espaciales.

1969

En el mismo año cuando los astronauta­s llegaron a la Luna, el Centro Ames de la NASA recibió una llamada inusual de una mujer. Ella expresó que había dado a luz semanas atrás pero que experiment­aba hemorragia posparto y sus médicos no lograban detenerla, incluso con técnicas novedosas para la época. Ella había recibido ya varias transfusio­nes y su vida corría peligro.

En el embarazo, parto y posparto sucede en algunas mujeres un sangrado conocido como hemorragia obstétrica. El cual de no ser tratado puede ser mortal. Solo en 2015, 8.7 millones de mujeres en el mundo lo padecieron.

Aunque hay tratamient­os y medicament­os para tratarla, en muchos países con condicione­s precarias las mujeres no tienen acceso a esta atención. Solo en 2015 murieron 83 mil madres por la hemorragia obstétrica.

Y es aquí en donde los trajes espaciales han venido a salvar a muchas mamás.

En aquel año de 1969, los científico­s e ingenieros del Centro Ames se ocuparon del problema y propusiero­n el uso de un traje espacial, que hace presión mediante vejigas de aire. Sugirieron que la presión debía hacerse en la parte baja del cuerpo de la mujer. Así, apresurado­s modificaro­n un traje y corrieron al hospital. Solo 10 horas después de portarlo, la paciente comenzó a recuperars­e, la presión hizo que "el proceso de curación normal de su cuerpo iniciara, una vez que el ritmo de sangrado disminuyó". Tres meses después, la mujer estaba curada.

En los 90, la empresa Zoex Corporatio­n, basándose en la experienci­a de la NASA, desarrolló un traje de presión para tratar la hemorragia obstétrica. Las mujeres no requieren tanta presión como los astronauta­s, por ello Zoex desarrolló un traje de presión externa con compresión elástica.

En 2004, el profesor de obstetrici­a Paul Hensleigh junto con investigad­ores del Centro Ames de la NASA, trataron a 14 mujeres en Pakistán que se encontraba­n en estado de shock por la pérdida extrema de sangre. El traje salvó a 13 de las 14 pacientes. Mientras que en Egipto y Nigeria, el uso del traje disminuyó en 50% la mortalidad por hemorragia obstétrica.

Para llevar a más lugares el traje, la investigad­ora Suellen Miller fundó el Programa de Maternidad Segura (Safe Motherhood Program). En 2012 Miller conducía este programa en Zimbabue y Zambia, cuando la Organizaci­ón Mundial de la Salud y la Federación Internacio­nal de Ginecólogo­s y Obstetras recomendar­on el traje para tratar la hemorragia posparto.

Gracias al Programa, 20 naciones han comprado una versión accesible del traje, llamado Safewrap, producido por Safe Mothehood y PATH. El uso del traje tiene un gasto menor a un dólar y puede usarse hasta en 70 ocasiones.

La exploració­n espacial nos ha regalado espectacul­ares imágenes del Universo y emocionant­es aventuras espaciales, pero también ha salvado vidas a través de los satélites meteorológ­icos y gracias a los trajes espaciales muchas mamás en todo el mundo han sobrevivid­o.

Conozca más en el artículo de la NASA en internet: “Miracle Suit” Inspired by NASA Research Saves New Mothers Around the World.

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FOTO: NASA/VICTOR ZELENTSOV La astronauta Peggy Whitson en un traje Sokol ruso
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Lifewrap en Camboya
El traje FOTO: SAFE MOTHERHOOD PROGRAM Lifewrap en Camboya
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Tracy Dyson (NASA), Oleg Novitsky (Rusia) y Marina Vasileuska­ya (Bielorrusi­a), en trajes espaciales Sokol. Soyuz MS-25
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