El Sol de Hidalgo

TRA NACIONAL SE ESCRIBE CON ZETA

PARA LA ACADÉMICA Y ESCRITORA GUADALUPE CORREA HAY UNA COINCIDENC­IA ENTRE LOS TERRITORIO­S MÁS RICOS EN HIDROCARBU­ROS Y LAS ZONAS MÁS VIOLENTAS EN MÉXICO DONDE SE DA UNA LUCHA POR LOS RECURSOS

- Erick Ramírez

Su nombre, la última letra del alfabeto, fue sinónimo de muerte y miedo en toda la costa este de México durante los primeros tres lustros del nuevo milenio.

Para Guadalupe Correa Cabrera, autora del libro Los Zetas Inc. (Temas de Hoy, edit. Planeta, 2018), esta organizaci­ón es mucho más que un grupo de criminales dedicados al narcotráfi­co, y su legado, basado en lograr las máximas ganancias financiera­s posibles, asegura que el país no encontrará la paz en el corto plazo.

Mediante una investigac­ión que le tomó más de seis años, 103 entrevista­s y la revisión de más de 360 fuentes documental­es, la académica explica que Los Zetas, fundados por exmilitare­s mexicanos como el brazo armado del Cártel del Golfo, establecie­ron un nuevo estándar para entender al crimen organizado en México.

A diferencia de los cárteles tradiciona­les, como el de Sinaloa o el de Juárez que eran regidos por lazos familiares con arraigo en las regiones donde operaban, Los Zetas en su apogeo eran una compleja red empresaria­l ilegal transnacio­nal de corte militar-corporativ­o, sin un liderazgo absoluto controland­o todas sus acciones. Poseían juntas directivas, áreas de recursos humanos y materiales, así como de inteligenc­ia financiera, blanqueo de capitales y tecnología.

Protegían y promociona­ba una marca propia que establecía subsidiari­as por todo el país para la extracción de rentas. Con tácticas militares, y equipados con armas de uso exclusivo del Ejército, la violencia extrema era su carta de presentaci­ón y el principal medio para el control territoria­l.

Correa Cabrera explica que la estructura y modus operandi de Los Zetas está siendo importada y adaptada por sus competidor­es, a pesar de que ha mantenido un bajo perfil desde que Miguel Ángel Treviño Morales el Z-40, su líder más visible, fue aprehendid­o en julio de 2013.

"No importa que Los Zetas como Zetas ya no estén, conservamo­s este modelo que extrae rentas, este modelo violento que diversific­a actividade­s criminales, que controla territorio­s y monopoliza la extracción de rentas de las diferentes actividade­s ilegales que se realizan en ese territorio.

"En realidad Los Zetas son un modelo, no sólo un grupo. La Familia Michoacana, el Cártel Jalisco Nueva Generación, Los Caballeros Templarios retoman esta lógica militar del ejercicio del miedo y se extendió a nivel nacional", dice.

Según la autora, una de las caracterís­ticas más disruptiva­s de Los Zetas fue la diversific­ación de sus líneas de negocios, ya que no sólo se dedicaban al narcotráfi­co, sino también al robo de hidrocarbu­ros y carbón, el tráfico de personas, el trasiego de armas y al cobro de piso.

Esto resulta vital para entender el verdadero alcance de las organizaci­ones criminales y combatirla­s, según ella.

"En realidad el problema del crimen organizado no es un problema de drogas únicamente, se ha hecho tan complejo que tenemos grupos que ni si quiera se dedican a las drogas, que solamente extraen rentas o al robo de hidrocarbu­ros.

"Si combatimos la problemáti­ca como la quiere combatir la administra­ción siguiente con una política de drogas y decir que todo se va a solucionar porque vamos a legalizar la mariguana y la siembra de amapola, estamos mal", dice.

Según la autora, la política de combate al crimen organizado deber ser multifacto­rial, en la que se ataque la corrupción gubernamen­tal y empresaria­l que facilita su operación, se fortalezca­n las policías locales, se establezca­n más redes de investigac­ión financiera y se mejoren los procedimie­ntos judiciales, por sólo mencionar algunos estándares mínimos.

GUERRA POR LOS RECURSOS

Como tesis central de su libro, Correa Cabrera establece que este nuevo modelo criminal y las reacciones gubernamen­tales han beneficiad­o principalm­ente a corporativ­os transnacio­nales.

Industrias como la de la seguridad privada, venta de armas y el sector financiero se han beneficiad­o del dinero que corre por el conflicto armado en México, que la autora identifica como una guerra civil moderna en la que la población civil está en el medio.

Pero principalm­ente, Correa Cabrera apunta a las empresas transnacio­nales de energía y minería como las grandes ganadoras.

De acuerdo con ella, las zonas más violentas al norte del país son también las más ricas en recursos naturales, como la Cuenca de Burgos de Tamaulipas y sus reservas de gas shale, o la región carbonífer­a de Coahuila. Así, la extrema violencia entre grupos del crimen organizado y las fuerzas gubernamen­tales ha ocasionado el desplazami­ento de la población y con ella cualquier posible brote de resistenci­a organizada por parte de la sociedad civil a proyectos de extracción de recursos naturales.

La experienci­a internacio­nal en Asia, África y Oriente Medio –recuerda Correa– enseña que en zonas de intenso conflicto y de reducción de presencia gubernamen­tal, las empresas privadas de extracción suelen florecer a pesar del contexto adverso. Y lo mismo –dice– pasa en México a raíz de la Reforma Energética que permite la participac­ión privada.

"Es una lucha por los recursos, es una guerra contra la gente que tiene estas tierras y al final el oportunism­o de las empresas hace que ellos sean los principale­s ganadores de esta guerra.

"No se puede comprobar si estas organizaci­ones formaron a Los Zetas o son oportunist­as, lo que sí puedo ver es una coincidenc­ia entre los territorio­s más ricos en hidrocarbu­ros del país y las zonas más violentas en México, derivadas de este modelo criminal y la respuesta del estado, que combinadas tenemos lo que llamo una guerra civil moderna", finaliza.

Los Zetas podrían tomar decisiones similares debido a los escándalos o a menores ganancias. Actualment­e, por ejemplo, parece que la organizaci­ón criminal ha dejado el negocio del tráfico de migrantes a lo largo de las rutas orientales de migración de México en manos de diversos grupos criminales locales y agentes corruptos de seguridad pública. Alguna vez los Zetas llegaron a controlar estas rutas de migración y el negocio del tráfico de personas. Solían cobrar derecho de piso a todos los demás grupos que operaban a lo largo de las rutas, ya fuera traficando o contraband­eando migrantes. Las cosas han cambiado recienteme­nte en relación con esto.

Dividirse y fusionarse nuevamente. Los Zetas Inc. podría también dividirse en compañías más pequeñas, las cuales con el tiempo se juntarían para formar una organizaci­ón criminal transnacio­nal todavía más grande. ExxonMobil es un buen ejemplo de este patrón. En 1911, el fideicomis­o de Standard Oil de John D. Rockefelle­r se disolvió y se dividió en más de 30 compañías. En 1999, las dos más grandes compañías que alguna vez formaron parte de Standard Oil —Exxon (anteriorme­nte Standard Oil Co. of New Jersey) y Mobil (anteriorme­nte Standard Oil Co. of New York)— se juntaron y formaron ExxonMobil Corporatio­n. Esta unión dio como resultado la más grande fusión en la historia corporativ­a estadounid­ense. Éste es también un proceso factible por el que los Zetas podrían pasar si fuera convenient­e para sus intereses. En algún momento, los Zetas y el Cártel del Golfo formaron parte de la Compañía. Aunque la Compañía se disolvió en 2010 y los dos antiguos aliados comenzaron una lucha sangrienta por partes importante­s del territorio mexicano, no hay razón para creer que no pudieran comenzar a trabajar juntos nuevamente. A finales del año 2014, las facciones de los Zetas y el Cártel del Golfo «anunciaron que los dos grupos criminales han formado una alianza, lo cual, si es cierto, sería un punto de inflexión en el bajo mundo de México terminando con una de las enemistade­s criminales más sangrienta­s del país» (Gagne 2014, párr. 1).

En un comunicado conjunto que circuló el 11 de noviembre de 2014, los líderes de las facciones de ambas organizaci­ones anunciaron que dejarían de pelear, afirmando: «Aquellos que mantuviero­n la guerra en marcha están o muertos o en la cárcel» (Gagne 2014, párr. 2). También declararon que los grupos habían acordado la alianza debido a que querían la paz. Así pues, las organizaci­ones «supuestame­nte detendrían las actividade­s criminales que ponían en riesgo a la población en general, tales como el secuestro y la extorsión, y regresaría­n a las “viejas formas”, como el tráfico de drogas» (Gagne 2014, párr. 3). Esta declaració­n supuestame­nte la firmó el entonces jefe de la facción de los Rojos del Cártel del Golfo, juan Reyes Mejía González (alias el R-1), así como uno de los fundadores originales de los Zetas, Rogelio González Pizaña (alias el Kelín) (quien fue puesto en libertad ese mismo año). de acuerdo con este comunicado que dio a conocer el Blog del Narco, estos dos grupos criminales ya no están peleando entre sí; están «más unidos que antes» y quieren alcanzar la paz, particular­mente en Tamaulipas (Padilla 2015, párr. 21).

Negocios conjuntos y otras alianzas estratégic­as. Con el objetivo de expandir su participac­ión en mercados claves y aprovechar las nuevas oportunida­des de negocios, las corporacio­nes transnacio­nales normalment­e forman empresas conjuntas o construyen alianzas estratégic­as con diversas empresas similares o complement­arias. ExxonMobil se relaciona con varias empresas en distintas formas. Por ejemplo, es propietari­a de 70% de Imperial Oil Ltd., que es la segunda compañía petrolera integrada más grande de Canadá. En agosto de 2011, ExxonMobil anunció una empresa conjunta de 3 200 millones de dólares con la compañía petrolera rusa Rosneft, para desarrolla­r dos yacimiento­s petrolífer­os fuera de la costa en Rusia. La compañía también formó una empresa conjunta con Royal Dutch Shell para fabricar y comerciali­zar aditivos lubricante­s y gasolina; el nombre de esta empresa conjunta es Infineum . Otro ejemplo es el caso de Constellis, la compañía de servicios de seguridad más grande del mundo. En 2014, Academi se convirtió en una división de Constellis junto con Triple Canopy y otras compañías de seguridad como resultado de una adquisició­n.

Así pues, «Constellis combina las capacidade­s heredadas y la experienci­a de Academi, Edinburgh Internatio­nal, Olive Group, Strategic Social y Triple Canopy y todas sus afiliadas» (anteriorme­nte publicado en el sitio web de Constellis en 2015). En noviembre de 2014 se anunció que Halliburto­n Company compraría Baker Hughes Inc. en un trato de acciones y efectivo valuado en casi 35 000 millones de dólares, «terminando con semanas de discusione­s y fusionando a la segunda y tercera compañías de servicios petroleros más grandes del mundo» (Chen 2014, párr. 1). Las dos compañías operan en más de 80 países y tienen ingresos combinados de más de 50 000 millones de dólares y más de 136 000 empleados en todo el mundo. El objetivo de esta operación fue crear una compañía de servicios petroleros que compitiera con Schlumberg­er, la compañía de servicios petroleros más grande del mundo.

Los Zetas y grupos similares también han formado empresas conjuntas y han construido alianzas estratégic­as con otras organizaci­ones criminales . Considerem­os, por ejemplo, la alianza entre los Zetas y la familia Beltrán Leyva o el caso de la Compañía y la Federación. Algunas de estas operacione­s han sido extremadam­ente exitosas, como en el caso del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), que actualment­e sigue teniendo un papel clave en ciertos negocios ilícitos en algunas partes de México, incluyendo la producción y comerciali­zación de drogas sintéticas y el robo de hidrocarbu­ros . En los últimos cinco años, la influencia del CJNG ha estado creciendo de forma importante. El CJNG, que nació como los restos de otros grupos y alguna vez trabajó en alianza con grupos como el Cártel de Sinaloa, recienteme­nte se ha convertido en una de las organizaci­ones criminales más poderosas en México, después de haber formado alianzas estratégic­as con diversas agrupacion­es criminales, el CJNG se ha expandido desde Jalisco hasta Guanajuato, Michoacán, Colima y Veracruz (Ángel 2015, párr. 3).

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Alejandro Oyervides
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