El reporte Mueller y el desquite de Trump
El fiscal
Robert Mueller ha concluido su reporte, luego de 22 meses y 34 acusados por delitos aledaños, pero no centrales a la investigación. Este reporte concluye que no puede afirmarse que el actual presidente de Estados Unidos (EUA) cometió crimen alguno, pero tampoco puede exonerársele. La investigación buscaba determinar si Donald Trump, cuando fue candidato a la presidencia de ese país durante 2016, habría o no incurrido en algún delito conspirando con Rusia para intervenir en la elección estadounidense de ese año, o bien obstruyendo la labor de dicha investigación.
Desde que comenzó la presidencia de Donald Trump, el fantasma de la destitución por el escándalo que se divulgó en redes como Russiagate, ha rondado la Casa Blanca
L a inversión en recursos, tiempo y energía utilizados para realizar este reporte aporta una vez más a la tradición de ese país para fortalecer sus instituciones políticas, particularmente en este caso, la presidencia. El sistema legal y político estadounidense se ha construido a lo largo de poco más de dos siglos como un aparato robusto que valora y busca fortalecer en todo momento a sus instituciones. En distintos momentos de la historia de EUA, sus instituciones han sido puestas a prueba para demostrar su solidez y que la confianza depositada en ellas es sustancial.
Una prueba de lo anterior fue el multicitado caso Watergate, ocurrido entre 1972 y 1974. En dicho escándalo, el entonces presidente Richard Nixon y su equipo fueron exhibidos en numerosos casos de abuso de poder, fueron encontrados culpables 48 de sus 69 allegados indiciados, y el presidente fue señalado en numerosas ocasiones por intentar obstruir el proceso y encubrir su participación en dichas actividades ilícitas. Cuando la destitución era inminente, Nixon renunció a la presidencia, y un mes después fue absuelto por su sucesor Gerald Ford el 8 de septiembre de 1974.
Desde que comenzó la presidencia de Donald Trump, el fantasma de la destitución por el escándalo que se divulgó en redes como Russiagate (en obvia alusión al caso mencionado), ha rondado la Casa Blanca. En esta ocasión, según el abogado general de EUA, William P. Barr, en su misiva fechada el 24 de marzo pasado dirigida a senadores y representantes de ese país, el reporte concluye que la Federación Rusa sí interfirió en la elección presidencial estadounidense en 2016, pero no pudo establecer que Donald Trump o alguien de su equipo hubiera conspirado junto con el gobierno ruso para la realización de dichas actividades, en cuyo caso habrían constituido un delito federal en EUA.
Donald Trump, como era de esperarse y mintiendo abiertamente, clamó en Twitter que el reporte lo exonera, mientras una encuesta de la Universidad Quinippiac del 26 de marzo afirma que el 84 por ciento de los estadounidenses quiere que se haga público el reporte completo. En otra encuesta patrocinada por Reuters, aunque a la baja, todavía el 48% de los estadounidenses piensa que Trump y su equipo se coludieron con el gobierno de Rusia para interferir en dicha elección.
La arriesgada apuesta realizada por el gobierno estadounidense para llevar a cabo esta investigación permite reforzar la institución presidencial y la procuración de justicia. Además, al menos por ahora, Donald Trump no sólo no parece seguir el destino de Nixon, sino que su propia figura política se fortifica con un arma, el reporte Mueller, con el que fustigará a sus aliados y vapuleará duramente a sus rivales de aquí hasta la elección de 2020. Lo que traerá un Donald siendo más Trump que nunca, y con mayores posibilidades de reelegirse.