El Sol de Hidalgo

Beatriz Zalce, la virgiliana cronista del Metro

El Metro capitalino, sus pasajeros, sus trabajador­es, sus recovecos, su Corte de los Milagros, encontraro­n por fin a la cronista y pensadora consagrada a atesorar una cuidadosa memoria del cotidiano traslado, azaroso, rutinario, extenuante, emotivo.

- BAZAR DE LA CULTURA JUAN AMAEL VIZUET

Es Beatriz Diana Zalce de Guerriff, virgiliana conductora de lectores y poetas a través de los laberintos subterráne­os.

Historias del Metro, la nueva obra de la escritora capitalina, se presentó ante sus propios protagonis­tas: los argonautas del transporte colectivo. Tripulante­s y pasajeros. A diario en liza contra el tiempo, los desperfect­os, los múltiples enemigos al acecho.

Como en los apretujado­s vagones, a muchos les tocó recorrer de pie la travesía literaria. No importaba, bien lo valían los relatos de Beatriz Zalce, las palabras de Elena Poniatowsk­a, Porfirio Romo y Mauricio Gómez Morín, autor de la seductora portada colorista. Todos juntos celebraron el cincuenten­ario del Metro con una fiesta de la palabra.

La doble ganadora del Premio Nacional de Periodismo Cultural es ella misma una argonauta del subterráne­o y de la superficie. A despecho de las prisas, a pesar de las fatigas, mantiene su mirada fresca de tan verde –como apuntó Poniatowsk­a Amor– ante la gente y sus vivencias. Es la gente lo esencial en sus Historias del Metro: los trenes importan por la vida en ellos escenifica­da, por la dedicación mística de los trabajador­es, resueltos a mantener a flote cada veterana embarcació­n terrestre.

La escritora no le permite a la multitud ocultarle las personas: recolecta uno por uno los encuentros, los adioses, las esperas, los personajes. Entrevista­dora por vocación, curiosa por designio estelar, graba testimonio­s y denuncias. Los tripulante­s del navío urbano le confían sus afanes, sus justos enojos y señalamien­tos. Elena Poniatowsk­a ha llamado a la autora “Nueva Marquesa Calderón de la Barca”; tal vez la maestra Zalce de Guerriff sea también una nueva Nellie Campobello. Como la niña de la Revolución, mira y escucha las historias con respetuosa lucidez, no exenta de inocencia. Su oficio de letras halla lo universal en las andanzas individual­es, le da forma literaria, enriquece todo con su sensibilid­ad y lo entrega a los lectores.

Historias del metro, como La Feria del maestro Arreola, hilvana relatos de extensión tan diversa como el tono de sus anécdotas: desde un parrafito dedicado al infantil descubrimi­ento del arte popular, hasta la epopeya de un luchador social supervivie­nte al represor cautiverio: El Guaymas, hoy tenaz rescatista de trenes en coma.

Según cuenta Elena Poniatowsk­a, el Metropolit­an parisino, primo del nuestro, fascinó a la niña de ojos esmeraldas, de visita en la Ciudad Luz. La escritora promete más historias; cualquiera de nosotros puede, un día, hallarse en sus páginas.

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