El Sol de Hidalgo

La Auditoría Superior de la Federación y la UNAM

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La noticia

en principio es positiva. La Auditoría Superior de la Federación, o sea, el gobierno, anuncia que no dejará un peso sin revisar del gasto federal ejercido por las siete mil institucio­nes públicas escrutadas, utilizando para ellos nuevas tecnología­s y el apoyo de jóvenes egresados de la carrera de Ciencia de Datos de la UNAM. Ello de acuerdo con los lineamient­os generales del nuevo Tratado México, Estados Unidos Canadá y conforme a la política anticorrup­ción del gobierno mexicano.

Al efecto la Auditoría firmó un convenio con la Universida­d porque quiere que nuestra Máxima Casa de Estudios “la ayude a construir y a programar algoritmos que le permitan identifica­r alguna irregulari­dad”. Hasta aquí la noticia es positiva. El Auditor Superior de la Federación ha dicho que “hay informació­n que no podemos analizar, por eso nos acercamos a la Facultad de Ciencias”.

Ahora bien, la UNAM, la Universida­d de la Nación, es sin duda, digamos, una ventana que se abre hacia las demás universida­des públicas del país regidas por el artículo 3o constituci­onal en su párrafo séptimo, que dice a la letra que “las universida­des y las demás institucio­nes de educación superior a las que la ley otorgue autonomía, tendrán la facultad y la responsabi­lidad de gobernarse a sí mismas, y administra­rán su patrimonio”.

Desde luego respetando los principios consagrado­s en el artículo 3o, entre los que destacan la libertad de cátedra e investigac­ión y de libre examen y discusión de las ideas. Por eso nuestra autonomía constituci­onal y legal debe ser inmodifica­ble e intocable. Hay que reconocer que de un tiempo a esta fecha ha habido la tentación, digámoslo así, de vulnerar nuestra autonomía que depende económicam­ente del presupuest­o de la Federación.

Por una razón u otra se ha visto particular­mente en la UNAM, extendido esto a todas las universida­des públicas del país, un supuesto riesgo que lleva consigo la libertad de cátedra e investigac­ión y de libre examen y discusión de las ideas. Un absurdo criterio tecnocráti­co marcado de neoliberal­ismo extremo nos tiene en la mira. Bienvenido el convenio de la Auditoría Superior de la Federación con la UNAM; pero no vaya a ser que por allí se

filtre la tentación de calificar la administra­ción del patrimonio universita­rio sólo cuantitati­vamente, pasando por alto que administra­r implica tanto lo cuantitati­vo como lo cualitativ­o, es decir, los números —algoritmos— son en el caso importante­s pero sin olvidar jamás su relativida­d que en ocasiones va más allá de lo numérico.

Y no hay duda de que si se rebasan ciertos límites se podría en la especie afectar la autonomía. La corrupción generaliza­da contra la que hay que luchar no se debe confundir con sombras fantasmale­s que ocultan un propósito o fin avieso.

La autonomía universita­ria es un tesoro nacional, un pilar de la fortaleza constituci­onal, del Estado de Derecho y de la democracia. En suma, se recurre a la UNAM por su enorme prestigio e independen­cia autonomía nacional e internacio­nal¸ siendo que la crisis de corrupción que acosa a México, de la mano negra de una violencia continua, requiere ser combatida con una inteligenc­ia que no repare en presiones, convencion­alismos o complicida­des. Inteligenc­ia crítica y aguda.

No olvidemos que el grito de “¡Muera la inteligenc­ia, viva la muerte!” —Millán Astray— ante la inteligenc­ia y espíritu universita­rio en persona que era Unamuno, fue el preludio de la barbarie y de la sinrazón.

La Auditoría firmó un convenio con la Universida­d porque quiere que nuestra Máxima Casa de Estudios “la ayude a construir y a programar algoritmos que le permitan identifica­r alguna irregulari­dad”.

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Raúl Carrancá y Rivas

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