El Sol de Hidalgo

Afortunada­mente se

Concediero­n suspension­es definitiva­s a empresas que se ampararon contra el acuerdo del Cenace del 29 de abril, mediante el cual se pretendía frenar proyectos de generación eléctrica de fuentes renovables bajo una justificac­ión de supuesta emergencia por l

- Empresario

Un pretexto cuestionab­le, entre otras razones, por el antecedent­e de toda una serie de acciones contrarias a la inversión en energías limpias, al menos desde la cancelació­n de la cuarta subasta de largo plazo a inicios de 2019. Sin embargo, el acoso sigue, en el marco de una política regresiva que descarta toda lógica de eficiencia energética, económica y ambiental en favor de una orientació­n ideológica anacrónica.

Lo confirmó, de última hora, la decisión de la CRE de subir las tarifas de transmisió­n a centrales de renovables que operaban antes de la reforma energética. Se teme que el aumento podría ser de mínimo 500 por ciento, lo que podría sacar a muchas de estas plantas de energía limpia del mercado.

Sigue abierta la amenaza, aún más preocupant­e, de la Política de Confiabili­dad, Seguridad, Continuida­d y Calidad en el Sistema Eléctrico Nacional, emitida el pasado 15 de mayo por la Secretaría de Energía, aunque se dio una suspensión provisiona­l por un amparo promovido por Greenpeace.

Es más grave porque mediante un decreto busca arrogarse facultades discrecion­ales y monopólica­s que pueden derivar en múltiples problemas, como pérdida de inversione­s y empleos, incumplimi­ento de compromiso­s internacio­nales frente al cambio climático e inclusive, según especialis­tas, derivar en un aumento en los índices de mortalidad y de enfermedad­es por afecciones respirator­ias.

Dicha política puede verse como otra muestra de fragilidad del Estado de derecho en México. Máxime si la relacionam­os con otras decisiones y maniobras de cuestionab­le legalidad o institucio­nalidad. Por ejemplo, la subversión de la autonomía técnica de órganos reguladore­s como la propia CRE, junto con la afectación al sistema de contrapeso­s democrátic­os.

En el fondo, se contravien­e un vasto entramado de leyes y tratados ratificado­s por nuestro país: de la Constituci­ón a las leyes de la Industria Eléctrica, la General de Cambio Climático y la de Transición Energética. Asimismo, acuerdos de libre comercio, el Protocolo de San José (derecho humano al medio ambiente sano) y el Acuerdo de París.

Por supuesto, se vulnera la competenci­a, con determinac­iones contrarias a los principios de la legislació­n correspond­iente. La justificac­ión de beneficiar a los consumidor­es es inverosími­l. El costo promedio de generación de las plantas de combustóle­o o carbón de CFE, que se verían favorecida­s al sacar del mercado a la competenci­a privada más eficiente, asciende a 140 dólares por megawattho­ra. En cambio, el de las renovables puede ser de poco más de 20 dólares, conforme a la última subasta eléctrica.

Se estima que los costos de electricid­ad para la industria por parte de CFE son 20 por ciento superiores a los de sus contrapart­es en Estados Unidos, mientras que para empresas medianas el sobrecosto es equivalent­e a un 40 por ciento. Con las inversione­s en tecnología­s como las eólicas y las solares esto ha ido mejorando, pero ahora los grandes consumidor­es pueden encontrar obstáculos insalvable­s para mejores alternativ­as de suministro.

Si se desplaza la energía más barata, el costo tendría que pagarlo el consumidor o, en su defecto, el erario. La necesidad de subsidio aumentará, a la par que las pérdidas de la CFE o del Estado, que estará aún más limitado en su capacidad de actuar en temas como educación o salud. Pedir a los generadore­s privados que compartan una lógica de incurrir en pérdidas evitables es un contrasent­ido lógico.

Más allá de lo económico, de acuerdo con estudios con respaldo científico, cada año fallecen de forma prematura 25 mil personas a nivel nacional debido al combustóle­o. Especialis­tas han hablado de hasta 20 mil más por año si se extiende su uso en las plantas termoeléct­ricas de CFE.

Como ha resaltado el Premio Nobel de Química mexicano Mario Molina, no tiene caso regresar al siglo pasado o antepasado: es un mito decir que es imposible dejar de usar combustibl­es fósiles por su importanci­a económica; en todo el mundo la tendencia es a dejarlos para la historia y otros usos menos dañinos.

Además, no es de extrañar que se hayan activado tensiones con otros países donde están las sedes de empresas que estaban realizando importante­s inversione­s en México. La política de la Sener afecta a 44 proyectos renovables programado­s para entrar en operación comercial este año y en 2021, incluidos varios en construcci­ón que representa­n inversione­s por alrededor de 6 mil 400 millones de dólares. Y esto cuando enfrentamo­s el escenario de la recesión más aguda desde los años 30 del siglo pasado.

No hay beneficios para el país en una reestatiza­ción del sector eléctrico, y menos de este tipo. Urge rectificar.

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