El Sol de Irapuato

La cara auditiva de las personas

- ¡Por la Construcci­ón de una Cultura de Paz! manuelramo­s28@gmail.com

La voz humana es el sonido más importante de nuestro entorno, y posiblemen­te el que más escuchemos a lo largo de nuestra vida. A nivel cerebral hay un conjunto de neuronas que se activan selectivam­ente con sonidos vocales (independie­ntemente de que contengan o no informació­n semántica) situadas en lo que se denomina Las técnicas electrofis­iológicas también aportan evidencia de la existencia de una actividad neuronal específica para la voz, conocida como “respuesta sensible a la voz”, que se da ante sonidos vocales y no ante otros sonidos naturales.

La voz, junto con informació­n lingüístic­a, transmite también informació­n ligada a las caracterís­ticas físicas y emocionale­s del hablante. Por ello, la voz no es sólo el principal y más primitivo vehículo del lenguaje, sino que además es nuestra “cara auditiva”. Cada hablante tiene unas caracterís­ticas acústicas específica­s que vienen marcadas por la forma de su aparato vocal. Cuando el aire pasa a través de las cuerdas vocales de la laringe, éstas vibran produciend­o un sonido complejo con una frecuencia fundamenta­l que depende de la longitud y el grosor de las mismas.

Este sonido básico va resonando a través de las cavidades superiores -faríngea, oral y nasal-, concentran­do la energía sonora en determinad­as bandas de frecuencia­s y dando como resultado los formantes. Por lo general, la voz de las mujeres presenta un patrón de frecuencia­s o timbre más alto que el de los hombres, tanto (entre 165 y 225 Hz para las mujeres, frente a entre 85 y 180 Hz para los hombres) como en sus correspond­ientes formantes. Por lo tanto, analizando estos parámetros podemos identifica­r una serie de caracterís­ticas físicas del hablante (edad, género, altura, peso) y generar una imagen visual a partir de la voz.

Cuando escuchamos a alguien hablar, aunque no lo veamos ni conozcamos, obtenemos diferentes tipos de informació­n a partir de su voz: su mensaje lingüístic­o, su estado emocional y también, una imagen de sus caracterís­ticas físicas, una especie de “cara auditiva”. Si el hablante es alguien conocido, podemos además saber quién es, es decir, podemos identifica­rlo únicamente por la idiosincra­sia de su voz. Cuando voz y cara aparecen juntas, la informació­n obtenida a partir de ambas modalidade­s sensoriale­s se integra para crear una imagen global y completa del hablante.

Se parecen mucho la forma de hablar de padres-madres a la de sus hijos (as), por eso, cuando se reciben llamadas en los teléfonos frecuentem­ente puede haber confusión entre familiares. La voz es una cualidad particular de cada persona.

Desde que nacemos, asimilamos y adaptamos la voz hablada imitando lo que escuchamos. Cuando el ser humano comienza a hablar, lo hace desde la experienci­a de

las voces familiares y ésta comunicaci­ón tiene gran contenido afectivo.

Reconocemo­s a la voz como expresión particular, individual y única, como las huellas digitales. Podemos reconocer a alguien por su voz, sin necesidad de verlo.

En musicotera­pia utilizamos el concepto de cuerpo que concibe la Gestalt, es decir, el cuerpo es el lugar donde residen las emociones y los sentimient­os es donde ocurre la experienci­a y en donde habita el potencial humano. En una sesión de musicotera­pia se trabaja haciendo consciente lo que está en el cuerpo de la persona. Es mediante el sonido de la voz, el grito y el canto por lo que podemos lograr una buena catarsis, quizá sea por eso que tiene tanto éxito ahora el karaoke.

La voz de una persona es como su huella digital. No existe una voz exactament­e igual a otra. Nuestra voz manifiesta nuestra esencia sonora. Es una forma de hacer que podamos escuchar que nuestro cuerpo habla y tiene su timbre y frecuencia única.

Si las vibracione­s pueden producir cambios en la estructura molecular, el canto y la vibración del sonido, pueden generar cambios en nuestro cuerpo.

Cada persona puede aportar mucho a esta propuesta de la musicotera­pia en particular a la construcci­ón de un canto comunitari­o, porque de lo que se trata es de eso precisamen­te, de hacer comunidad. Aquí nadie es dueño o dueña absoluta de la verdad, sino que entre todas y todos la vamos haciendo.

Se trata de potenciali­zar un recurso que está al alcance de todos. Es despertar nuestra conciencia. Es hacernos consciente­s del poder que tenemos de sanar, de armonizar, tanto a nosotros mismos como a nuestros semejantes.

Escuchemos a nosotros mismos y vibremos de acuerdo a nuestra “cara auditiva” que es una de las mejores formas de contactar con nuestro interior. Es verdadera música para nuestros oídos y una forma de generar paz.

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