El Sol de Irapuato

La afición celeste sufrió y gozó de lo lindo en el Azteca

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Un gol separaba a Cruz Azul de la final, esa a la que no llegaban desde el Clausura 2013.

Los cementeros necesitaba­n meter uno y que Rayados no marcara, de lo contrario estarían obligados a meter tres.

En un principio la confianza era vasta. En las gradas de tenía fe en que podían dar ese paso fácil. El invicto en el Azteca estaba de su lado.

Pero después de unos minutos bastante flojos, el sufrimient­o se apoderó de los aficionado­s. Las manos les sudaban, otros brincaban en alguna jugada peligrosa y otros más le rezaban a su santo más milagroso.

Y es que la historia estaba en su contra. Los 21 años sin título, recién cumplidos el pasado viernes, pesan y pesan mucho.

Pero la ilusión de los seguidores cementeros era grande. El penal marcado a favor los ilusionó y los hizo verse en la final, pero la falla de Caraglio desde los once pasos terminó con ese ánimo.

El medio tiempo fue lo mejor que pudo pasar para la salud de estos seguidores, que aún con 45 minutos por delante mantenían vivas sus esperanzas.

“Azul, azul” se escuchó en alambradas en el complement­o. El cambio de actitud en el equipo fue aplaudido por los aficionado­s, quienes continuaro­n alentando. Los aplausos eran continuos, el bombo

Cretumbaba fuerte.

El gol de Caraglio avivó las ilusiones. Fueron minutos de incertidum­bre los que Fernando Guerrero tomó para finalmente dar como válido el tanto del argentino, que generó el grito ensordeced­or de la grada. La Máquina estaba en la Final.

Pero los nervios no terminaban ahí. Cada llegada de Rayados se traducía en una petición, en una promesa, en una manda más que habrá que pagar.

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La afición celeste sufrió de más.

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