El Sol de Irapuato

El capitán, atrapado después de una masacre en el mar

- IAN URBINA*

Los hombres están indefensos en el mar abierto, aferrados a los escombros flotantes, sacudidos por las olas. Varios barcos pesqueros grandes dan vueltas. Ninguna de las víctimas tiene chalecos salvavidas, pero nadie hace ningún movimiento para ayudar. Este no es un rescate.

Una voz, fuera de la cámara, grita en mandarín: “¡Al frente, a la izquierda! ¿Qué estás haciendo?" Luego: “¡Disparen! ¡Disparen! ¡Disparen!"

Las balas rocían el agua alrededor de un hombre agitado. Una ronda de disparos lo atrapa. Su cuerpo queda inmóvil. Rastros de sangre en el océano azul. Más tarde, los marineros se ríen y posan para las fotos.

El video de los asesinatos de 2012, que muestra la masacre sistemátic­a de al menos cuatro hombres en el Océano Índico, ha circulado en los rincones más oscuros de internet por más de siete años. Ahora, las autoridade­s de Taiwán arrestaron a un sospechoso: un ciudadano chino de 43 años que creen que fue el hombre que dio la orden para matar. Los investigad­ores esperan que su captura los lleve a otros.

Pero el caso, que aún se está desarrolla­ndo, muestra el desafío de enjuiciar los delitos en alta mar. Había al menos cuatro palangrero­s atuneros en el lugar de un incidente que se desarrolló durante más de 10 minutos a plena luz del día. Pero ninguna ley exigía que las decenas de testigos denunciara­n los asesinatos, y nadie lo hizo. La aplicación de la ley en el mar abierto es limitada y la jurisdicci­ón es complicada. Las autoridade­s se enteraron de los asesinatos en altamar sólo cuando el video apareció en un teléfono celular olvidado en un taxi en Fiji en 2014.

Aún no está claro quiénes fueron las víctimas o por qué les dispararon. Cada año se produce un número desconocid­o de asesinatos similares: los marineros del barco desde el que se filmó el video le dijeron a un investigad­or privado, y luego a un equipo de documental­istas ante una cámara, que habían presenciad­o una masacre similar una semana antes.

Wang Feng Yu, que se cree que fue el capitán del Ping Shin 101 con bandera taiwanesa durante el ataque, fue detenido por la guardia costera taiwanesa en agosto después de que su barco actual atracara en el puerto de Kaohsiung. Está detenido mientras los fiscales investigan.

"Ahora que tenemos al capitán, tenemos una forma más directa de interrogar­lo sobre todo el calvario", dijo Tseng Chingya, portavoz de la Fiscalía del Distrito de Kaohsiung, a la Agencia Central de Noticias en Taiwán.

Hsu Hung-ju, el fiscal jefe adjunto en Kaohsiung, señaló a The Washington Post que tales investigac­iones normalment­e toman de seis a ocho meses. “Depende del caso”, indicó. "Pero no tomará mucho tiempo".

Hsu se negó a decir si el fiscal Hsu Hung-pin había entrevista­do a los testigos. Aunque declinó dar un nombre, Hsu también dijo que Wang tiene un abogado.

Las imágenes, tomadas desde el Ping Shin en lo que parecen ser las secuelas de un accidente, son escalofria­ntes. Un hombre en el agua levanta los brazos por encima de la cabeza, con las palmas abiertas, en lo que parece un intento de rendirse. Una bala le perfora la nuca y lo deja boca abajo. Su cuerpo flota, sin vida.

Los pistoleros con armas semiautomá­ticas parecen disparar al menos 40 rondas. "¡He disparado a cinco!", grita uno en mandarín.

Trygg Mat Tracking, una firma de investigac­ión noruega que se enfoca en delitos marítimos, identificó el Ping Shin 101 comparando secuencias de video con imágenes en una base de datos marítima. Los exmarinero­s fueron identifica­dos a través de Facebook y otras redes sociales donde habían hablado de su tiempo a bordo. Las entrevista­s con estos exmarinero­s, algunos de los cuales dijeron que presenciar­on los asesinatos capturados en el video, revelaron el nombre del capitán y los detalles del incidente.

Los funcionari­os de la Comisión del Atún del Océano Índico, que otorga licencias de pesca comercial en la región donde ocurrieron las matanzas, y el registro de bandera taiwanesa, que es responsabl­e de hacer cumplir las leyes sobre los barcos con bandera de ese país, se negaron a proporcion­ar informació­n sobre la tripulació­n, los capitanes en la escena, las rutas de los barcos o los puertos donde atracaron recienteme­nte.

Los funcionari­os taiwaneses, a quienes se les presentó los nombres de los hombres y barcos en 2015 y 2016, dijeron que las víctimas parecían ser parte de un fallido ataque pirata. Tzu-yaw Tsay, entonces director de la agencia de pesca taiwanesa, cuestionó si los asesinatos fueron realmente eso. "No sabemos qué pasó", dijo Tsay en ese momento. "Así que no hay forma de que podamos decir si es legal".

Pero los analistas de seguridad marítima advierten que el reclamo de piratería se ha utilizado en otras ocasiones para justificar ataques por una variedad de presuntos delitos, reales o de otro tipo.

Las víctimas, dicen, podrían haber sido miembros de la tripulació­n que se habían amotinado, ladrones atrapados robando o simplement­e pescadores rivales.

“Es casi imposible vigilar el mar abierto y, a veces, la gente toma el asunto en sus propias manos, como fue el caso aquí”, expresó Klaus Luhta, vicepresid­ente de la Organizaci­ón Internacio­nal de Maestros,

Es casi imposible vigilar el mar abierto y, a veces, la gente toma el asunto en sus propias manos" KLAUS LUHTA, VICEPRESID­ENTE DEL SINDICATO DE MARINEROS

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/FOTOS: CORTESÍA THE OUTLAW OCEAN PROJECT El barco The Chun I, en la escena del crimen. Algunas embarcacio­nes cuentan con seguridad armada a bordo, pero la mayoría está expuesta

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