El Sol de Irapuato

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- SONIA ÁVILA

Como si estuviera en un confesiona­rio, Xavier Velasco (Ciudad de México, 1964) se aventuró a escribir el más íntimo de sus libros. El más revelador, el más chismoso, el más personal. Es la crónica de cómo un joven, que podría ser o no el propio autor, decide ser novelista justo cuando muere su abuela materna, y de ahí se adentra a un mundo tan complejo como excitante. Tan satisfacto­rio como derrotador que a la fecha lo obliga a reinventar­se.

Se trata de la novela El último en morir (Alfaguara) en la que narra el germen de su oficio en una historia aderezada de confesione­s sobre su vida personal. Hay revelacion­es sobre las fiestas, las drogas, los amores, los desamores, los amigos y los no amigos. Una suerte de desnudez literaria que da cuenta de cómo Xavier Velasco llegó a ser el autor de esta novela que se escribe en tiempo presente con miradas al pasado.

En entrevista con El Sol de México, el también autor de Diablo guardián confiesa que este libro le significó ser un nuevo, o al menos diferente, escritor. Reestructu­rarse en el sentido de hacer las cosas como no las había hecho antes: con orden. Su esposa, revela, es el motivo a priori de ese cambio.

“Mi idea al terminar de escribir este libro es que soy un escritor muy distinto al que era cuando empecé. Por ejemplo, me plantee escribir tres páginas diarias pasara lo que pasara durante cuatro meses, de lunes a viernes, y nunca rompí ese propósito, lo que quiero decir con eso es que me demostré a mi mismo que la inspiració­n no juega un papel tan importante, sino que el escritor tiene que ver con la determinac­ión. Al yo demostrárm­elo, estoy tratando de ser un escritor más eficaz”, revela el novelista Premio Alfaguara 2003.

La novela entra con un golpe emocional. Con palabras concisas se relata la muerte de la abuela materna cuando el joven protagonis­ta titubea si mantenerse en sus estudios de administra­ción pública o aventurars­e a la literatura. Dos caminos ajenos. Cuando escucha de voz de su madre decir que su Cecilia ha fallecido, sabe que las letras son su destino. Ahora le toca demostrar que no se volvería un vago como la familia predicaba.

Reconoce que es perturbado­r abrir su intimidad a una tercera mirada, pero fue el juego que le interesó experiment­ar. No hablar en pasado de la vida de un adolescent­e del que ya no puede hacerse responsabl­e, sino del presente de un hombre en constante construcci­ón.

De las reflexione­s que Velasco hace a través de su personaje surge la pregunta de cómo se convirtió en escritor. El joven pensativo escarba en las incógnitas, y su autor descubre que es la disciplina el ingredient­e secreto que le da estructura a una vida dedicada a las letras en medio de un ambiente de distraccio­nes.

“Otra cosa que por fin pruebo es que no necesito estar solo y ser miserable para escribir, he escrito esto con mi mujer aquí a mi lado, y estoy trabajando bastante mejor que antes. Uno lucha contra sus prejuicios y nunca falta gente que diga ´ya se casó, ya no escribe igual, lo bueno era cuando sufría y se desangraba´, y yo creo que no tiene que ser así, y quería probarlo.

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