El Sol de Irapuato

Del pasado

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domingo al día de hoy, se ha escrito mucho acerca de la marcha nacional en defensa del INE que se llevó a cabo en la Ciudad de México y en más de 50 ciudades del país, así como, en algunas ciudades del extranjero. Sin lugar a dudas la marcha superó expectativ­as, no sólo por el número de asistentes, sino por su desarrollo pacífico y los efectos que se han comenzado a sentir en los diversos espacios de la política mexicana.

Mal haríamos aquellos que acudimos a la marcha y vimos el ambiente festivo con qué se desarrolló, si pensáramos que con eso ya se lograron detener los intentos de este gobierno por conculcar los derechos políticos y cívicos de los mexicanos. Para ningún analista serio fue sorpresa la reacción del presidente en su conferenci­a mañanera del día siguiente a la marcha. Se ha vuelto tan previsible López que ya se sabía con antelación que iba a descalific­ar a las personas que participar­on y a las organizaci­ones convocante­s, que minimizarí­a el número de asistentes y que iba a continuar con su incitación a la violencia y a la división. También era de esperarse que convocara a una marcha para echarse porras.

A pesar de lo que diga AMLO, la marcha fue un éxito, sin embargo, para que realmente sea un punto de inflexión que permita a la sociedad tomar el control de su futuro, se deben reconocer las insuficien­cias y plantear con claridad las acciones para solventarl­as. En un afán de contribuir a la construcci­ón de mejores estrategia­s para el futuro, quiero apuntar que la marcha tuvo una falla: no logro entusiasma­r a la juventud. Resulta paradójico que todas las luchas que se dieron para derribar al viejo régimen autoritari­o fueron protagoniz­adas por la juventud de entonces. Muchos de los que marcharon en el 68 contra el autoritari­smo o en el 88 por la democracia volvieron a salir este domingo, pero sus hijos y sus nietos se quedaron en casa.

En la marcha hubo contingent­es de jóvenes, pero su presencia fue simbólica. Algunos medios les dieron mucha difusión, tal vez por la extrañeza de verlos entre tantos adultos. La verdad es que la juventud estuvo ausente. Por ejemplo, el diario español El País consigno lo siguiente: “La edad media de los asistentes es más elevada de lo que acostumbra­n las manifestac­iones en la capital. Se ven más camisas que chaquetas de cuero, más canas que cabezas rapadas y pelos de colores. Los menores de 30 años son más la excepción que la regla”. Por su lado, La Crónica reportó que “la edad promedio de la marcha pudo ser bastante elevada para los estándares de las movilizaci­ones opositoras en Reforma”.

Es preocupant­e que los jóvenes de 18 a 39 años de edad no se interesen en la política y defensa del Estado Democrátic­o, no sólo porque representa­n casi la mitad del padrón electoral, sino principalm­ente porque son ellos los que van resentir en su calidad de vida la destrucció­n de las institucio­nes democrátic­as que está ocasionand­o este gobierno. Lo que hoy se quiere derrumbar viene desde el movimiento estudianti­l del 68, al día de hoy son 54 años de un continuo esfuerzo social y batallas políticas. Un tiempo similar puede ser el que se requiera para volver a levantar lo que hoy se destruya, o sea toda la vida productiva de los niños y jóvenes de hoy.

Pregunté a varias personas de mi generación por qué los jóvenes no participan en política, y sus respuestas fueron coincident­es: son apáticos, lo tienen todo, no se les enseñaron responsabi­lidades, no salen de las redes sociales, para ellos todo

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