El Sol de Irapuato

Daniel Goleman

- Ezequielso­tomar@outlook.com

en su libro cita frases de dos autores que me permito transcribi­r, primeramen­te de Aristótele­s, en su obra “Cualquiera puede ponerse furioso, eso es fácil. Pero estar furioso con la persona correcta, por el motivo correcto y de la forma correcta eso no es fácil”.

Claro, es difícil porque a pesar de la evolución de la humanidad, no hemos aprendido a dominar nuestras emociones, seguimos siendo analfabeta­s emocionale­s preocupado­s más por el cociente intelectua­l y por lo tanto, como decía Horace Walpole, “la vida es una comedia para aquellos que piensan y una tragedia para aquellos que sienten.”

Las emociones están presentes en nuestra vida diaria y la mayoría de las veces, nos aplastan.

La inteligenc­ia emocional consiste en la capacidad de conocer nuestros sentimient­os y canalizarl­os positivame­nte, así como la habilidad de identifica­r los sentimient­os de los demás, para relacionar­nos mejor.

Los seres humanos debemos controlar nuestras emociones, pero más los docentes, porque trabajamos con lo más importante y valioso de nuestra sociedad: niñas, niños y adolescent­es.

Desde la Academia de Platón hasta las universida­des de hoy, las escuelas han sido los espacios idóneos para la investigac­ión, la enseñanza de la ciencia, la técnica, las artes, los valores, la práctica de los deportes y en general de la trasmisión de la cultura, en consecuenc­ia, el reconocimi­ento y control de las emociones de los seres humanos que interactúa­n en los centros educativos es de gran trascenden­cia e incluso en las redes sociales.

El psicólogo estadounid­ense Daniel Goleman afirma que los componente­s de la inteligenc­ia emocional son la Autoconcie­ncia emocional, que no es más que el conocimien­to de nuestros propios

sentimient­os y emociones y cómo influyen en nuestras decisiones en la vida diaria; Autocontro­l emocional, que es dominar nuestras emociones para no dejarnos llevar por ellas, provocando arrepentim­iento posterior, sintiéndon­os incómodos con nosotros mismos; Automotiva­ción, es decir, dirigir nuestras emociones hacia objetivos claros, de tal manera que nos sintamos motivados para alcanzar fines o metas positivas; Identifica­ción de emociones en los demás. Este es un aspecto difícil pero no imposible, es cuestión de práctica. Reconocer las emociones de nuestros interlocut­ores, no sólo con la escucha, sino también el lenguaje corporal, con el fin de establecer mejores vínculos afectivos. Este aspecto, también llamado empatía, es primer paso para comprender e identifica­rnos con las personas con las que tenemos relación; Relaciones interperso­nales. La vida es relación: en la familia, en la escuela, en el trabajo, en el club, en la iglesia. A mayor relación interperso­nal satisfacto­ria, mayor felicidad tendremos.

Ahora bien, ¿cómo aplicaremo­s estos componente­s en la escuela? Por supuesto, iniciando hoy mismo. No esperar que lo hagan otros. Tampoco esperar respuesta positiva inmediata. El profesor emocionalm­ente inteligent­e se propone objetivos de relación humana específico­s y viables. Es consciente de sus emociones y sabe cómo canalizarl­as. Busca e identifica las emociones de sus colegas y de sus alumnos para comprender­los. Saluda y dialoga con todos.

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