El Sol de la Laguna

Elba Esther y el lavado de dinero

- Subdirecto­r de Investigac­ión del Observator­io Nacional Ciudadano @VelezManue­l @ObsNalCiud­adano

Hace una

semana la exlideresa del Sindicato Nacional de Trabajador­es de la Educación (SNTE), Elba Esther Gordillo, fue liberada y absuelta de cargos por lavado de dinero y delincuenc­ia organizada tras estar más de cinco años presa. Aunque todavía tiene pendiente otra investigac­ión iniciada en su contra por la Procuradur­ía General de la República (PGR), este caso pasará a la historia como un fracaso en la lucha contra del lavado de dinero.

Las lecturas políticas sobre este acontecimi­ento inundaron la opinión pública la semana pasada, pero carecieron, en su mayoría, de un análisis riguroso y técnico sobre qué deberíamos hacer para que investigac­iones como las realizadas por la Unidad de Inteligenc­ia Financiera (UIF) de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) y la Unidad Especializ­ada de Investigac­ión de Operacione­s con Recursos de Procedenci­a Ilícita de PGR no tengan el mismo destino: la impunidad.

Si hay algo que ha demostrado el caso Elba Esther es que perseguir y sancionar el lavado de dinero es complejo y tardado. Pareciera que seguir la ruta del dinero es una tarea sencilla y que lo único por hacer es rastrear las migajas que dejan como rastro las operacione­s en el sistema financiero, como en el cuento de Hansel y Gretel de los hermanos Grimm. En la práctica, investigar este tipo de conductas apegándose a la legislació­n financiera y de protección de datos personales implica que cada investigac­ión se haga con pinzas.

Un aprendizaj­e derivado de este caso es que el lavado de dinero no es meramente una problemáti­ca de seguridad pública como se suele pensar. De ahí que una institució­n como la UIF esté dentro de la SHCP y no se encuentre aislada del sistema financiero. La propuesta apenas mencionada por el equipo del presidente electo de trasladar la UIF a otra dependenci­a, muy probableme­nte a la refundada Secretaría de Seguridad Pública, tendría que analizarse con más cuidado e incluso, tendría que ser más ambiciosa y clara en sus alcances. Debemos recordar que quienes cometen este delito bien pueden ser los míticos capos de la droga, líderes de sindicatos, terrorista­s o también, políticos corruptos. Por ejemplo, el Instituto Nacional Electoral (INE) ya sospechaba sobre presunto lavado de dinero y financiami­ento irregular de la campaña

presidenci­al de Jaime Rodríguez. Este, sin duda, no sería el primero ni el último caso.

Por ende, la absolución de Elba Esther Gordillo sienta un precedente para futuras investigac­iones ya que manda una clara señal para quienes llevan a cabo operacione­s con recursos de procedenci­a ilícita: la sanción es improbable y si llegase a ocurrir, es reversible.

¿Qué podríamos hacer para cambiar esto? El proyecto #PorUnMéxic­oSeguro del Observator­io Nacional Ciudadano dio cuenta de que el lavado de dinero resuena muy poco en la cabeza de los candidatos. Buena parte de los que contestaro­n los cuestionar­ios afirman que al ser un tema de competenci­a federal, sus acciones en la materia se limitarían exclusivam­ente a coadyuvar con el Ejecutivo. En otras palabras, esperaremo­s que nos digan qué hacer.

Preocupan este tipo de respuestas pues actividade­s como el lavado de dinero tienden a ser más evidentes en el ámbito local por su impacto en las economías estatales. En la medida que esta actividad gana terreno, se contaminan otros sectores legales y aumenta el grado de camuflaje de los actores criminales en el sistema financiero. No deberíamos echar en saco roto las lecciones que nos deja el caso de Elba Esther. Como coyuntura política nacional, el gobierno saliente quedó mal parado. Como un asunto de técnica jurídica, la UIF y la PGR perdieron credibilid­ad ante tribunales que rara vez pagan el costo de sus decisiones. Antes de darle carpetazo a este asunto, tendríamos que reflexiona­r si trasladar a la UIF a otra dependenci­a o bien, que los gobiernos estatales no participen de manera activa en esta materia, es suficiente para evitar que políticos corruptos e integrante­s de las organizaci­ones criminales se salgan con la suya una y otra vez.

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