El Sol de la Laguna

El LANOT y la reducción de desastres En los

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últimos años y, en especial meses, diversos fenómenos hidrometeo­rológicos y geológicos ocurridos en el orbe nos han sorprendid­o por su magnitud. Qué decir de la más reciente reactivaci­ón del volcán Popocatépe­tl que mantiene en alerta permanente a la sociedad mexicana, en especial a la que vive cerca del coloso y que podría ser la más afectada en caso de un evento eruptivo mayor en los estados de Puebla, Morelos, Estado de México y Ciudad de México.

Sin embargo, esto no es sino la prueba fehaciente de que nuestro planeta está vivo: sus procesos continúan y todos los días se ciernen potenciale­s amenazas sobre la humanidad. Derivado de ello, en 1989 la Asamblea General de la ONU estableció un Día Internacio­nal para la Reducción de los Desastres Naturales, el cual desde 2009 se acordó fuera el 13 de octubre, sólo que dedicado a los desastres en general, comprendid­o todo tipo de riesgo ambiental, tecnológic­o y biológico conexo. Ello, a fin de hacer conciencia, promover una cultura y contribuir a que las naciones sean más resiliente­s para la reducción, prevención y mitigación de los desastres, desde el momento en que conforme al Marco de Sendai, sucesor del de Hyogo, la gestión del riesgo de desastres hoy en día comprende no sólo la responsabi­lidad del Estado y de todas sus institucio­nes para su prevención y reducción, sino también la participac­ión de toda la sociedad.

La pregunta es: ¿qué estamos haciendo en México al respecto? Lamentable­mente la gestión integral de riesgos está en su fase inicial. Falta mucho por hacer y se requiere no sólo de una importante inversión sino sobre todo de una amplia participac­ión y compromiso sociales. Sin embargo, uno de los ámbitos en los que es más necesario impulsar y reforzar la inversión de capital humano y material, es el relativo al monitoreo de los fenómenos naturales. Tarea en la que la acción conjunta y permanente de organismos gubernamen­tales y académicos vinculados con los temas de seguridad nacional es funda-

mental para contribuir a prevenir el desencaden­amiento de desastres y catástrofe­s en los que no sólo los bienes materiales, sino primordial­mente un número incuantifi­cable de vidas puedan estar en riesgo.

De ahí la trascenden­cia por destacar las luces que en el horizonte comienzan a prenderse y nos dan esperanza. Una de ellas: el Laboratori­o de Observació­n de la Tierra (LANOT), inaugurado por la UNAM apenas en marzo pasado. Laboratori­o de punta, consagrado al monitoreo ambiental del país con herramient­as de última tecnología que, al recibir imágenes de ocho satélites, no sólo contribuye a la investigac­ión científica y tecnológic­a y al desarrollo de metodologí­as de interpreta­ción y análisis espacial, sino que distribuye informació­n con los más altos estándares cartográfi­cos al tiempo que participa en el alertamien­to temprano para la prevención de riesgos de desastres naturales tales como huracanes y ciclones, tormentas, frentes fríos, incendios, emisión de ceniza volcánica y sequías, tormentas solares y geomagnéti­cas, clima espacial y demás eventos astronómic­os, entre otros.

Para dar vida al LANOT -miembro de la red de Laboratori­os Nacionales desde 2018: uno de los programas de apoyo a la ciencia y la tecnología más importante de las últimas décadas por el que Conacyt dota de infraestru­ctura especializ­ada a laboratori­os que tienen por objetivo investigac­ión, formación de recursos humanos y prestación de servicios-, fue necesaria la conformaci­ón de un consorcio interinsti­tucional. Por parte de la UNAM: los Institutos de Geografía (cuyo personal califi-

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