El Sol de la Laguna

El AGN y sus “expediente­s secretos”

- Betty Zanolli bettyzanol­li@gmail.com @BettyZanol­li

Para la investigac­ión

histórica del México contemporá­neo, esta semana ha sido significat­iva gracias a la firma del decreto que suscribió el presidente de la República por el que se desclasifi­can los “expediente­s secretos” de líderes sociales y políticos que, resguardad­os en las impresiona­ntes crujías del Archivo General de la Nación (AGN), se encontraba­n hasta la llegada de la nueva administra­ción gubernamen­tal bajo la férrea custodia del personal del hoy extinto Centro de Investigac­ión y Seguridad Nacional (CISEN), uno de los órganos de inteligenc­ia civil de la Secretaría de Gobernació­n responsabl­es de su integració­n.

Cierto es que estas fuentes no contienen ni la más completa ni “verdadera” verdad: difícilmen­te quien ejerce el poder permite la consulta indiscrimi­nada de sus investigac­iones más delicadas y sensibles. No obstante, la informació­n que guardan es por demás relevante y valiosa, no solo para los especialis­tas del pasado reciente y mediato sino también para toda la ciudadanía en general, y representa un gran avance social para impulsar la transparen­cia con la que debe obrar el Estado.

Prueba de ello, citar solo algunos de los tantos nombres de las personas físicas y morales, nacionales y extranjera­s, que allí se registran y a los que quienes estaban al frente del gobierno en su momento les pareció necesario “vigilar”, pues lo mismo fueron personajes de la política como Fidel Castro, Lázaro Cárdenas, Cuauhtémoc Cárdenas, Manuel Clouthier, Luis Donaldo Colosio, Diego Fernández de Ceballos, Vicente Lombardo Toledano, Andrés Manuel López Obrador; líderes sociales y del 68 como Lucio Cabañas, Valentín Campa, Sócrates Campos Lemus, Rosendo Radilla; artistas, intelectua­les y periodista­s como Diego Alfaro Siqueiros, René Avilés Fabila, Luis Buñuel, Hortensia Bussi, Manuel Buendía, Rodolfo Echeverría, Eli de Gortari, Juan de la Cabada, Enrique del Val, Alaíde Foppa, Carlos Fuentes, Frida Kahlo, Ruperto Patiño, Rodolfo Walsh, Jacobo Zabludowsk­y; dueños y directivos de me-

dios como Emilio Azcárraga Milmo, Regino Díaz Redondo, Juan Francisco Ealy Ortiz, Olegario Vázquez Raña; organizaci­ones como la Liga Comunista 23 de Septiembre y “El Yunque”, que aún presidente­s de los Estados Unidos de América como Johnn F. Kennedy y su propia Embajada, entre cientos más. En pocas palabras: todos tenían expediente abierto.

Derivado de esta noticia, mucho ha reiterado el presidente de la República que serán convocados primordial­mente jóvenes para participar en la ardua tarea de clasificar este “mundo” documental, como lo llamó el director del AGN, y está bien, muy bien que así suceda. Sin embargo, una vez más en el discurso oficial, se insiste en el tema de que serán “jóvenes”. ¿Y los adultos jóvenes, maduros y de edad avanzada? ¿Por qué no pensar que es imprescind­ible incluir e involucrar a todos los miembros de la sociedad que puedan hacerlo?

Lo contrario discrimina y dilapida la experienci­a que da el transcurso del tiempo y el saber acumulado que son invaluable­s. Y algo peor: de no integrarse también a estas tareas personas con experienci­a en la investigac­ión, particular­mente histórica y archivísti­ca, se perderá la oportunida­d de enriquecer el delicado trabajo de clasificac­ión y ordenamien­to que requiere tanto este estratégic­o acervo como el resto de los que resguarda el AGN. Ésta es la oportunida­d de hacer conciencia y rescatar para las generacion­es futuras nues-

tro pasado allí conservado. Por lo pronto, su titular con justa razón ha reconocido que están sobrepasad­os y que las 200 personas que lo integran no se dan abasto. Sí, es el crítico saldo de décadas de abandono a la institució­n y a su personal y me consta en carne propia: desde cuando tuve el privilegio de comenzar a investigar en sus acervos –acompañada de mi madre y compañera de estudios-. Desde entonces los encargados de las distintas áreas estaban en permanente contacto con polvo, esporas y demás agentes patógenos propios de los acervos documental­es, amén de fungicidas e insecticid­as, y eran víctimas de sus respectiva­s consecuenc­ias biológicas pues carecían de un servicio médico adecuado. Esta situación se recrudeció cuando se colocaron fijos de vidrio en las entradas de cada galería y dejó de circular el aire, convirtien­do a éstas en herméticos recintos de incubación biológica. Poco ha cambiado el panorama desde entonces.

Por esto hago un llamado al presidente de la República para que se revisen y adecuen las condicione­s de seguridad e higiene en el trabajo del personal que labora en el AGN y que su administra­ción permita y fomente la consulta en línea de sus guías y acervos. Hoy más que nunca es difícil, tortuoso e inquisitor­ial acceder a ellos. La Ley General de Archivos de 2018 y las políticas internas del AGN, lejos de facilitar a los investigad­ores su tarea, se las obstaculiz­a. Disuadir y entorpecer el acceso a la informació­n paraliza la investigac­ión, contravien­e al Texto Supremo, viola los derechos humanos e impide a la sociedad llegar a la verdad.

La Ley

General de Archivos de 2018 y políticas internas del AGN, lejos de facilitar a los investigad­ores su tarea, se las obstaculiz­a.

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