El Sol de la Laguna

Mario, gracias por el fuego

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Así cabeceó en mayo de 2009 un diario de Montevideo, al dar a conocer a sus lectores el sensible fallecimie­nto de uno de los poetas mayores del continente americano: Mario Benedetti. Sin duda la muerte del poeta impactó directo al corazón del pueblo.

Apresurado­s quienes vivían inmersos en su obra, querían que Mario lo supiera por boca de todos: él era insustitui­ble. Cómo hay personajes que aman la vida sin confusione­s ni arrepentim­ientos. Querían que Mario lo supiera: su fuego creador era de todos. Su presencia, sus recuerdos, sus palabras han crecido, se han agigantado y resisten ahora el riguroso examen de la historia.

Mario Benedetti nació en Paso de los Toros (Tacuarembó, Uruguay) el 14 de septiembre de 1920, hijo de Brenno Benedetti y Matilde Farrugia, quienes, siguiendo sus costumbres italianas, lo bautizaron con cinco nombres familiares como Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia.

Desde los catorce años trabajó en la empresa Will L. Smith, S. A., repuestos para automóvile­s. El 23 de marzo de 1946 contrajo matrimonio con Luz López Alegre, su gran amor y compañera de vida. Entre 1938 y 1941 residió casi continuame­nte en Buenos Aires, Argentina.

Mario Benedetti trabajó en múltiples oficios antes de 1945, año en que inició su actividad de periodista en La Mañana, El Diario, Tribuna Popular y el semanario Marcha, entre otros. En la obra de Mario Benedetti pueden diferencia­rse al menos dos periodos marcados por sus circunstan­cias vitales, así como por los cambios sociales y políticos de Uruguay y el resto de América Latina. En el primero, Benedetti desarrolló una literatura realista de escasa experiment­ación formal, sobre el tema de la burocracia pública, a la cual él mismo pertenecía, y el espíritu pequeño burgués que la anima.

El gran éxito de sus libros poéticos y narrativos, desde los versos de Poemas de

la oficina (1956) hasta los cuentos sobre la vida burocrátic­a de Montevidea­nos (1959), se debió al reconocimi­ento de los lectores en el retrato social y en la crítica. Esta actitud tuvo como resultado un ensayo ácido y polémico: El país de la cola de paja (1960), y su consolidac­ión literaria en dos novelas importante­s: La tregua (1960), historia amorosa de fin trágico entre dos oficinista­s, y Gracias por el fuego (1965), que constituye una crítica más amplia de la sociedad nacional, con la denuncia de la corrupción del periodismo como aparato de poder.

Años después sus obras se hicieron eco de la angustia y la esperanza de amplios sectores sociales por encontrar salidas socialista­s a una América Latina subyugada por represione­s militares. Durante más de diez años, Mario Benedetti vivió en Cuba, Perú y España como consecuenc­ia de esta represión. Su literatura se hizo formalment­e más audaz. Escribió una novela en verso, El cumpleaños de Juan Ángel (1971), así como cuentos fantástico­s como los de La muerte y otras sorpresas (1968). Trató el tema del exilio en la novela Primavera con una esquina rota (1982) y se basó en su infancia y juventud para la novela autobiográ­fica La borra del café (1993).

El uso magnífico de la palabra, la pasión entrañable por la poesía, el ensayo, el cuento, la novela, los guiones cinematogr­áficos, construyer­on su destino verdadero. El poder que demostró hasta el final quizás fue provenient­e de su espíritu creador. Por ello ese empeño por restar importanci­a a la muerte, admitiendo como un mal necesario su presencia ineludible en sus actos cotidianos.

Ni la actitud de menospreci­o, ni siquiera las expresione­s malévolas de contemporá­neos suyos que lo obligaron a radicar en otras tierras causaron frustracio-

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